Hoy partíríamos rumbo a Kyoto, después de explorar unas horas más Tokio. A las 08:00 desayunamos en el café de siempre por última vez (Café Pronto: mi crítica de Tripadivor aquí) y volvemos al hotel para recoger las maletas.

Zumo de tomate, huevos benedict y magdalena de té verde con judías rojas

Las delicias del Pronto: pizza, bollos y sandwiches varios, todos muy ricos

El Parque Ueno y el Museo Nacional de Tokio

Dejamos las maletas en las taquillas de la estación JR Ueno y fuimos a dar una vuelta por el cercano Parque Ueno.

Mr. Knook, situándonos en el mapa

La primera parada fue el Museo Nacional de Tokio. Nada más entrar lo primero que vi fue que si coleccionabas las cinco estampas que había por todo el museo te daban una chapita. A estas alturas, y tras muchas estampas ferroviarias, me estaba volviendo una adicta al coleccionismo de cualquier clase (ahora entiendo muchas cosas del Animal Crossing y por qué me tenía tan enganchada) así que no me pude resisitir y cogí el folleto para partir en búsqueda de de las estampitas mientras recorríamos el museo.

El museo tiene varios edificios, pero nuestro tiempo era limitado, así que nos conformamos con visitar el edificio principal. El museo nos encantó a todos. Nos maravillamos con los delicados ukiyo-e, los deslumbrantes kimonos, las katanas, las máscaras, los lacados...

Biombo decorado

Kimonos de incalculable valor

Ukiyo-e

Ukiyo-e

Grabado

Ukiyo-e

Joyero lacado

No pensé que un museo que no fuera de pintura me fuera a gustar tanto. Estaba absolutamente maravillada por la delicadeza de los grabados, las telas preciosísimas de los kimonos y hasta las katanas me encantaron. Estábamos tan embriagados que cuando llegamos a la tienda del museo nos volvimos locos y hubo que contenerse para no comprarlo todo. Al final acabamos comprando unas postales y una reproducción de un ukiyo-e que cuelga ahora de recuerdo en las paredes de mi casa :)

Mientras esperábamos a que B., que se había vuelto casi más loca que nosotros, acabara en la tienda, nos fuimos a pedir las chapas. Cuando las fui a pedir me di cuenta de que había dos modelos diferentes y que tenía que elegir. ¡Horror, me gustaban las dos! Mr. Knok cogió otra cartulina y en menos que canta un gallo volvió con ella llena de estampas para pedir otra chapita y no tener que elegir, ¡me llevaría las dos! :)

Las dos chapitas que luciré en mi abrigo gris el resto del viaje.

Tras salir del museo bajamos por el parque para ir hasta el museo Shitamachi. El paseo estaba lleno de gente y cerezos en flor.

Vistas del parque desde la entrada del Museo Nacional de Tokio.

Paseo bajo los cerezos en flor

    Nos entretuvimos mucho haciendo fotos y cuando nos quisimos dar cuenta, habíamos perdido a R. y B. Menos mal que habíamos fijado un punto de reunión de antemano por si acaso. Seguimos bajando el paseo hasta el lago, pensando que nos habíamos retrasado y que irían delante. El lago era precioso y estaba muy animado también.  Nos costó un poco dar con el museo, pero por fin lo encontramos. El museo Shitamachi reproduce la vida en el período Edo. Es un museo pequeñito y cuando llegamos nos invitaron a unirnos a la visita en inglés que acababa de empezar. A la guía le costaba el inglés, y lo que sabía era dar su discurso en inglés ajaponesado, pero era incapaz de articular una palabra fuera de su guión, así que intentar preguntar o interesarse por algo era imposible. Nos enseñó distintas reconstrucciones de casas y tiendas dela época. También nos ofreció probar suerte con los omikuji y fue Mr. Knook quien sacó su papelito asegurándose buena fortuna. Es un museo muy pequeñito así que en 15 minutos ya habíamos visto todo y la verdad es que no teníamos más tiempo, teníamos que volver a la estación.  De camino vimos uno de los espectáculos más bonitos que se pueden ver durante el sakura, una lluvia de pétalos de cerezo. También nos paramos en el National Museum of Western Art, para ver por fuera una de las 3 puertas del infierno de Rodin. Nos quedamos con ganas de entrar, pero no había tiempo para más, ¡el tren salía!

Rumbo a Kioto en el shinkansen

A las 13:00 estábamos en el punto de encuentro que habíamos fijado y ya estaban esperándonos R. y B, que al final se habían quedado atrás y habían aprovechado para volver a la estación y hacer un reconocimento de los diferentes sitios que había dentro. Nos hablaron de un sitio con comida para llevar muy apetitosa. El plan era comprar cosas para comer en el tren. Todo tenía una pinta buenísima. Compramos un poco de sushi, unas gyozas y unos postres. Cargamos con la comida, cogimos las maletas y tomamos una vez más la línea Yamanote hasta la estación de Tokyo. Esta vez no teníamos que pasar por los tornos con la Suica, sino que como el Japan Rail Pass (JRP) ya estaba activo (y nos lo habían sellado) pasamos enseñándolo por la garita del guardia de turno. Al llegar a la estación de Tokyo, seguimos los carteles que indican Shinkansen y llegamos al andén sin problema. El tren sale a las 14:03 y ya hay un batallón de señoras de la limpieza que esperan a que los pasajeros bajen del tren mientras los van saludando uno a uno con una leve reverencia.

JRP activado y billetes de reserva para el trayecto Tokio-Kioto

Escuadrón rosa y adiós a las manchas.

El Shinkansen y la peculiar forma de su cabina son todo un símbolo para los Japoneses

Nos acomodamos en nuestros asientos, eran amplios y se iba muy cómodo, así daba gusto. Arrancamos hiper puntuales y empezaron las alabanzas al Shinkansen, aunque la conclusión final fue que el AVE iba más rápido y se balanceaba menos (yo todavía no había montado en AVE, así que no pude dar mi opinión al respecto). Nos preguntamos a qué lado se verá el Monte Fuji e intentamos mantenernos en alerta para poder verlo. Aprovechamos para comer y, como esperábamos, todo está muy bueno.

El superespacioso asiento del shinkansen. ¡Casi no llegaba a las bandejas!

Gyozas y sushi variado

Huevos rellenos de natillas de huevo y chocolate y magdalena rellena de fresas con nata.

Después de comer nos entró el cansancio y nos adormilamos, hasta que Mr. Knook nos alertó de que ya se veía el Fuji!!! La pena fue que el día estaba nubladillo y más que verse se intuía :(

Llegada a Kyoto

Tras 2h 40 minutos de tren (que no se hicieron nada pesadas) llegamos a Kioto. La estación era enorme y nos fijamos en que, como en Tokio, aquí también tenían comida de plástico en los escaparates para mostrar las raciones y los precios de las comidas. Al principio nos pareció super cutre pero después resultó super práctico!

Estos platos de Ramen cuestan una media de 10€ y son sabrosos y muy abundantes.

Lo primero que hicimos fue ir a la Oficina de información a preguntar por direcciones y coger mapas. Usando el mismo sistema que en Ueno, es decir, con el GPS del móvil y usando de puntos de referencia (los Lawson y los 7-Eleven) fuimos siguiendo a R. hasta la zona del hotel. Nos faltaba poco para llegar, pero como no lo teníamos muy claro preguntamos a un señor. Mientras tanto se nos acercó otro señor que nos cogió la reserva, miró la dirección y nos guió hasta el hotel. ¡Resulta que trabajaba allí! Nos recibieron super amables y nos hablaron en un perfecto inglés (¡qué gusto!). Lo primero que hicieron fue darnos un plano de la zona donde estaba marcado el hotel, además de restaurantes, bares, supermercados... "So you don't get lost again" nos dicen (Hotel Capsule Ryokan Kyoto: mi crítica en Tripadvisor aquí).

Plano del hotel con los sitios de interés cercanos. ¡Muy útil!

Acto seguido nos enseñaron el hotel. Había una zona común con sofás, ordenadores, nevera, cafetera, microondas y además una estantería donde podíamos coger adaptadores, cuchillas, cable lan, etc.
Luego nos enseñaron la habitación. También era pequeñita, pero esta vez, de estilo japonés, con futón y tatami. El tatami, sin embargo, está un poco más elevado que el suelo para poder levantarlo a modo de arcón y guardar las maletas en la parte de abajo. La ducha no está dentro del baño, sino fuera, en la propia habitación, y el lavabo es plegable. Lo único que está dentro del "baño" es el WC. Uno muy moderno marca Panasonic (el resto siempre eran de la marca Toto) que en cuanto abres la puerta levanta la tapa y calienta la taza. Lo único que no nos gustó es que cuando tirabas de la cisterna también se abría el grifo y no se podía parar hasta que acabase la cisterna.

Futones doblados y tatami elevado con guardamaletas

La ducha tenía una luz led azul y radio

WC automático

Lavabo plegable. Para desaguar había que cerrarlo.

En la habitación también teníamos un adaptador (¡minipunto para el hotel!) y además podemos coger más si necesitamos abajo gratuitamente. Pero lo mejor era la guía que tenían en la habitación, llena de datos prácticos sobre qué visitar (qué visitar si es Sakura, si es otoño...), dónde comer, excursiones cercanas, a dónde ir un día de lluvia, etc. Simplemente genial. Yo saqué varias fotos con el móvil para tenerla siempre a mano, ya que no se podía sacar del hotel.

Planning ejemplo de 4 días en Kioto

Hoja con fotos de los restaurantes y otros puntos de interés cercanos al hotel

Entre que llegamos y nos acomodamos ya era la hora de cenar, así que decidimos acercarnos a uno de los sitios recomendados en la guía: el Chabana. El local tenía dos plantas y era muy pequeñito, pero tuvimos suerte porque tenían justo cuatro sitios juntos al lado de la plancha (y un japonés nos cedió su sitio para que los cuatro quedasen juntos, todo un detalle por su parte). Era un sitio teppanyaki donde probamos el okonomiyaki y los yakisoba.

El Chabana por fuera

Okonomiyaki en proceso de preparación. Es una especie de tortilla rellena de col.

Yakisoba, tallarines fritos.

Las presentaciones de los platos son muy cuidadas. El okonomiyaki se sirve por encima con salsa y katsuobushi (copos de atún)

Al terminar la cena, saciados y felices, volvimos andando al hotel y nos fuimos fijando más en las calles. En general las casas eran más bajitas que en Tokio (los cables seguían estando por fuera, eso sí) las calles eran más tranquilas, estaban menos iluminadas y había menos coches. En realidad la zona no era muy bonita pero tenía un cierto encanto mezcla de ciudad milenaria y pueblo tranquilo muy característico. Al volver al hotel nos encontramos con unos españoles en la recepción que nos dieron un par de consejos para el viaje y nos dijeron que las entradas del Palacio Imperial de Kioto estaban agotadas hasta el próximo mes. Mr. Knook le salvó la vida a uno de ellos diciéndolo que lo que quiere echar a la pizza que están calentando no es salsa, sino gel de silica. Pues sí, resulta que la humedad en Japón es un problema así que prácticamente todas las comidas envasadas vienen con una bolsita de gel de silica dentro. Nos despedimos de nuestros compatriotas y nos fuimos a dormir, al día siguiente empezaríamos a explorar Kyoto, ¡y había que estar bien descansados!