Japón Día 5: Tokio (Marunouchi, Museo Ghibli, Shinjuku & Ameyoko)
Empezando el día con un desayuno típico japonés
R. y B. no querían madrugar hoy, así que hicimos planes solos a primera hora. Madrugamos de lo lindo. A las 06:20 sonó el despertador y a las 07:00 ya estábamos desayunando en el hotel. No nos queríamos ir sin haber probado un desayuno típico japonés. En la sala apenas había dos japoneses desayunando con nosotros.Preparada para probar el desayuno japonés |
El desayuno se compone de sopa de miso, arroz, alga nori, dos rodajas de col encurtida (encima del salmón), salmón a la plancha, daikon (nabo) encurtido (lo amarillo debajo del salmón), sisho ume (ciruela encurtida en el medio, abajo), un huevo duro y una ensalada con lonchas de cerdo. |
Marunochi: La estación de Tokio y el Palacio Imperial
Todavía medio dormida (Mr. Knook estaba como una rosa) nos dirigimos a la estación de Ueno para coger la Yamanote hasta la Estación de Tokyo. Y otra vez nos tocó la hora punta, aunque ya empezábamos a estar acostumbrados. Subiendo hacia el andén me encontré tirado una especie de colgante con forma de dragón tirado que guardé de recuerdo. Podéis ver la foto aquí.La estación de Tokyo es una réplica de la Amsterdam Centraal.Estábamos en el distrito de Marunouchi, sede de muchas grandes empresas, y eso se notaba sobre todo en la cantidad de edificios altos que había, en contraste con otras zonas como Ueno o Asakusa:
Es también el "centro" de la ciudad, porque en él se encuentra Kokyo, el Palacio Imperial de Tokio. El Palacio lo empezó a construir Tokugawa Ieyasu (que a estas alturas ya nos sonaba después de haber visto su mausoleo en Nikko) en 1590. Posteriormente sus sucesores lo fueron ampliando hasta convertirlo en el más grande del mundo, pero en la actualidad sólo se conserva una parte.
El emperador y su familia siguen viviendo en palacio, aunque éste sólo se puede visitar dos días al año: el día de año nuevo y el cumpleaños del emperador.
Las aceras estaban decoradas con el símbolo imperial por excelencia: el crisantemo |
Tuvimos la suerte de que ese día la entrada era gratuita y también pudimos ver el Sannomaru-Shōzōkan, el museo de las colecciones imperiales que muestra objetos personales del emperador Showa. El museo es muy chiquitín, pero tiene alguna cosa interesante. Como el museo lo vimos muy rápido, después nos dedicamos a pasear por los inmensos jardines.
Hacia el otro lado queda el puente de Nijubashi y el camino era una explanada enorme. Al contrario que los días anteriores, que hacía frío, hoy lucía un sol radiante y hacía calor, así que ese trayecto bajo el sol se nos hizo infinito. Cuando por fin llegamos al puente y nos dimos cuenta de que eso era todo nos sentimos un poco defraudados. El palacio imperial sólo se divisaba a lo lejos.
Puente de Nijubashi con el Palacio Imperial al fondo |
Y lo peor fue deshacer el camino volviendo por la maldita explanada:
Teníamos que volver a la estación de Tokyo y deshacer el camino hasta la estación de Kanda, donde nos esperaban R. y B. Cuando fui a los baños en la estación (bendito país que tenía baños limpísimos por todas partes) me encontré con que tenían un curioso sistema para ver qué baños estaban libres.
Plano del baño con los baños ocupados iluminados |
Mitaka y el Museo Ghibli
La consigna era estar a las 10:45 en la plataforma 10. Nos hicimos un poco de lío y nosotros estábamos esperando en un sitio mientras ellos estaban en otro. 15 minutos después nos encontramos sin mayor problema. Las estaciones de tren empezaban a tener cierto encanto familiar para nosotros.Desde Kanda cogimos la línea Chuo dirección Mitaka, donde se encuentra el Museo Ghibli. R. es superfan así que era una visita obligatoria para él. Nosotros nos apuntamos también, total, ya que estábamos...Mitaka resultó ser una ciudad de lo más tranquila y bonita.
Calle de Mitaka, con el autobús del Museo Ghibli |
El autobús del museo |
Tan sólo había que seguir la calle que bordea el río:
Y de camino admirar las callejuelas con sus típicas casa bajitas tipo Shin-Chan:
Durante todo el camino nos encontramos a maestras que paseaban a los niños. ¿¿¿Os he dicho ya que los niños japoneses eran adorables??? Y por fin llegamos al museo. Nuestra entrada, que había costado conseguir, era para las 12:00 y llegamos justo a tiempo. En la entrada nos esperaba un Totoro gigante.
Pero no fue él el que nos validó las entradas, sino unas chicas en otro edificio. Junto con la entrada nos dieron también un fotograma de una película del estudio. A mi me toco una de Porco Rosso, que todavía no he visto, por cierto.
La visita me decepcionó un poco. Estaba todo orientado al público infantil y todo, todo, estaba en japonés. No había ni un sólo rótulo en inglés. En la planta baja se hablaba sobre el proceso de animación de las películas, en la segunda había una recreación del estudio de Hayao Miyazaki y en el último piso la tienda del museo, una librería y un nekobus gigante al que sólo te podías subir si tenías menos de 12 años :( El edificio sin embargo era original:
Mr. Knook y yo decidimos ir a comer mientras R. y B. se entretenían en el museo. Desafortunadamente todos los sitios que había en la terraza del museo (un restaurante y una tienda de perritos, ¡vaya chasco!) están llenos.
Decidimos entonces visitar la terraza del otro lado, donde están las esculturas: Os juro que algunos padres estaban más emocionados que sus hijos.
Escultura de los cubos de Laputa: un castillo en el cielo (otra peli que no vi) |
Escultura del robot de Laputa: un castillo en el cielo. |
Recorrido el museo y con poco que hacer ya allí, abandonamos el museo. Como no había ningún restaurante cerca para comer compramos unos sandwiches y otras cositas en un Lawson cercano (¡benditos Lawson!). Como siempre Mr. Knook se pidió lo más raro que pudo encontrar:
Batata frita y dulce |
Especie de empanadilla rellena de algo que parecía carne |
Especie de bollo relleno de algo que podría ser queso o mantequilla |
Guardia dedicado exclusivamente a dirigir el proceso de subida y bajada del bus turístico. |
Parejita japonesa, ¿no son adorables? |
Más cerezos en flor |
Este monje bajó la cabeza en cuanto Mr. Knook le apuntó con la cámara |
Shinjuku y las Torres del Gobierno
Para terminar la jornada decidimos volver a Shinjuku y visitar el Tocho, el edificio del Gobierno metropolitano de Tokio, que tiene unas vistas impresionantes desde lo alto y además es gratuito. Llegar a las torres desde al estación fue un poco pesadilla porque tuvimos que andar bajo tierra mucho tiempo y nuestros pies ya no podían más. Pedíamos papas. A eso se unió que no hay papeleras en ningún lado y el paseo hasta las torres se nos hizo más atroz porque los chicles a esas alturas nos había anestesiado lengua y paladar. Lo de la falta de papeleras fue una constante y nos dio más de un quebradero de cabeza...Torres del Tocho, la norte y la sur |
Primero subimos a la torre sur que era la que antes cerraba, a las 17:00. La otra cerraba a las 23:00. El ascensor por supuesto subía a la velocidad del rayo hasta arriba y a más de uno se le taponaron los oídos varias veces. Las vistas están bien, pero las de Nueva York son mucho más impresionantes sin duda. Además no tuvimos suerte y el día estaba nubladillo, con lo que era imposible poder ver el Fuji. Lo que sí impresionaba era la vasta extensión de la ciudad, que parecía expandirse hasta el infinito:
Cuando nos cansamos de las vistas nos entretuvimos en la tienda, donde vendían muchas cosas chulas: abanicos, telas, etc. Nosotros compramos varias postales que eran reproducciones de ukiyo-e. También aquí, como en Kamakura, había un sello y por supuesto lo estampé en mi diario de viaje.
Para acceder a la otra torre tuvimos que hacer otro trayecto subterráneo, con dolor de pies incluido.
En el medio del hall del edificio había un amuleto que nos llamó mucho la atención:
Cuando llegamos a lo alto de la segunda torre ya se estaba poniendo el sol:
Aquí también había una tienda que vendía todo tipo de peluches y recuerdos, después de entretenernos en ella deshicimos otra vez el camino horroroso bajo tierra y entramos de nuevo en la estación de Shinjuku para volver al hotel. Por todas partes había tiendas de dulces que nos llamaban la atención por lo vistoso de sus colores y sus formas:
Lo más gracioso era que todos los embalajes tenían una réplica en plástico con la cubierta transparente, para que pudieses ver perfectamente cómo eran los pastelitos de dentro de la caja, cuántos traía y cómo venían envueltos (¡super práctico!):
El ambiente de Ameyoko
Cuando llegamos a la estación de Ueno fuimos a reservar los billetes para coger el Shinkansen (tren bala) al día siguiente para no quedarnos sin sitio. Para cenar, decidimos acercarnos a la zona de Ameyoko, el antiguo mercado negro en tiempos de la IIGM y hoy un mercadillo donde venden pescado, verduras y hay un montón de bares baratos. La zona tenía mucho ambiente a esas horas:En todas partes había locales de Pachinko, un juego muy famoso allí similar al pinball. Cada vez que se abrían las puertas de un local de pachinko el ruido procedente de las musiquitas de las máquinas era ensordecedor.
El ambiente dentro de los pachinkos era de megasala de tragaperras |
Cenamos en un izakaya cualquiera (del que no recuerdo el nombre) lleno de ejecutivos "contentillos", que serían otra constante de nuestras cenas japonesas. Pedimos entre otras cosas yakitoris y edamame. Mr. Knook, obsesionado con probar de todo, se pidió una sopa de tripas. Dijo que sabía como a callos con alguna que otra especia diferente.
Yakitoris: brochetas de pollo y cerdo a la parrila |
Edamame, vainas de soja hervidas. |
La sopa de Mr. Knook no tenía buena pinta, aunque a él le gusto |
La decoracón del local era de dudoso gusto |
La TV japonesa era peor que telecinco, ¡pero la calidad de la imagen era bestial! |
Y hasta aquí agotamos el día, al día siguiente partiríamos rumbo a Kyoto, a conocer una ciudad muy diferente y a seguir conociendo y enamorándonos de Japón.
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