Madrugón para desayunar

Un día completito, que empezaría muy temprano. Nos levantamos a las 06:20 y salimos del hotel para desayunar. En la recepción nos dieron los buenos días y me di cuenta de que ya empezaba a entender algunas palabras: Ohayou Gozaimasu (buenos días), arigato gozaimasu (muchas gracias) y sumimasen (disculpe) ya forman parte de nuestro vocabulario.

Para desayunar repetimos el mismo café del día anterior (Pronto Café: mi crítica en Tripadvisor aquí). Para nuestra sorpresa algunos bollos habían cambiado, pero todo seguía igual de rico. Esta vez pagamos un poco menos que la vez anterior, unos 910Y (7,6€ los dos). [Tip: Es muy util aprenderse por lo menos los primeros números para pedir 1 agua, 2 cafés, etc.  El "un dos, tres" sería Ichi, ni, san]

Después de desayunar nos dirigimos al metro. No era igual que el domingo, cuando llegamos, esta vez estaba lleno de gente. ERan las 08:00 de la mañana, ¡estábamos en plena hora punta! Cada vagón venía más lleno que el anterior y cuando pensabas que no cabía ni una aguja...¡entraban otros 30!. Por algo tienen a una persona encargada de empujar a la gente para que quepan mejor y se puedan cerrar las puertas, aunque nosotros no vimos ninguno.

Gente prácticamente aplastada contra el cristal de la puerta

Así estaba el vagón cuando se abrieron las puertas

Miedo de morir por aplastamiento

Una vez subidos al metro somos como una masa, todos nos movemos al mismo ritmo y con la misma cadencia. Lo mejor es que no hace falta agarrarse, vamos tan apretados que es imposible caerse. Nos llama muchísimo la atención que el vagón está en total silencio, nadie habla, salvo nosotros. Muchos van agarrados a las barras con los ojos cerrados. Uno de ellos, una chica japonesa, se quedó recostada en la espalda de Mr. Knook. A él que no le pareció nada bien y se apartó, haciendo que la chica casi se cayese, porque era un peso muerto. Pobre mujer...

Una mañana en Tsukiji, el mercado de pescado

 Nuestra primera visita del día era Tsukiji, el mercado de pescado más grande del mundo. En los alrededores encontramos un montón de puestos de encurtidos, cuchillos, onigiri y por supuesto pescado. Mr. Knook se dedicó a probar todo lo probable en cada puesto. Así nació otra constante del viaje: los bautizados freebies.
A pesar de que la actividad del mercado empezaba a las 03:00 de la mañana, todavía había mucha actividad, y muchos puestos de ramen llenos de gente.
Entramos en la lonja en sí y nos asustamos ante la velocidad de los vehículos. Era imposible no molestar, te pusieras donde te pusieras. Un montón de gente se movía de aquí para allí con cajas enormes de pescado y a cada lado puestos y más puestos.

Mención especial merecen los característicos vehículos. Son una suerte de tubo/bombona con un volante por tapa y un asiento adosado que se movían a toda velocidad serpenteando entre las cajas y las gentes que abarrotaban el mercado. Su aspecto era un tanto cómico y parecían más bien vehículos del Mario Kart. El problema es que al no tener un motor por combustión ¡no hacían ningún ruido!. Por ello y por las señales de advertencia que se encontraban a la entrada del mercado la sensación de peligro era constante.

Uno de los vehículos

Sólo nos sentimos más tranquilos cuando caminábamos por las estrechas callejuelas interiores que formaban los distintos puestos que se articulaban a izquierda y derecha. Por estas calles anduvimos en línea recta muchísimo tiempo hasta llegar al final de la lonja.

Perdida en el medio del género

Niboshi, sardinas secas japonesas

Centolla gigante, comparad con el tamaño de mi mano O.O

¿Nécoras empanadas? ¿?¿?

A parte de mercado de pescado también hay una parte donde se venden verduras. Y aunque no entramos, sí pudimos ver algo muy típico en los puestos de fuera: el ajo negro:

El ajo negro se obtiene fermentando el ajo común y tiene propiedades antioxidantes y energéticas

No nos queríamos ir sin probar el sushi fresco, pero todos los puestos del mercado estaban abarrotados y eran super caros. Además no teníamos hambre todavía, tan sólo queríamos probarlo.

A la izquierda 8 piezas de sushi 15€ (1800Y), 10 piezas 21€ (2500) y 12 piezas 29€ (3500Y)

Buscamos un sitio en las calles cercanas y escogimos uno con un precio más asequible. Compartimos una ración de 10 piezas que nos prepararon en el momento y por la que pagamos 500Y (4,20€). La verdad es que el sushi no tenía nada que ver con el que había probado en España (ya no hablo de los california rolls, que están hasta en la sopa y que en Japón apenas vi). Era, por supuesto, fresquísimo y con un sabor muy delicado, aunque cualquiera de los que habíamos probado en los bento sabían igual de bien. Eso sí, la cantidad de wasabi que algunos llevaban sobre el arroz era considerable y a más de uno le cambió la expresión de la cara al probar el primer bocado.

Sushi fresco preparado al momento y un termo de té verde para servirse a discreción

En otro puesto probamos también una especie de pincho de pescado por 130Y (1€ al cambio) que estaban muy rico: 

Los preciosos jardines Hamarikyu

La siguiente visita estaba bastante cerca. Eran los jardines Hamarikyu, en la boca del río Sumida, y todo un oasis en medio de la ciudad:

Sí, es una imagen real y no un CGI de la promoción de unas oficinas xD

Colores impresionantes

 La tranquilidad se respiraba en el ambiente, esto tenía otro ritmo:
Algunas chicas japonesas estaban de celebración (¡una boda!), sacándose fotos en estos parajes tan increíbles:

Una chica vestida con el tradicional kimono de boda posa para la cámara

Parejita de boda posa para las fotos

Justo al final estaba la casa del té. Yo quería probar, pero era bastante caro, así que pasamos. También aquí constatamos una vez más la predilección que tienen los japoneses por la naturaleza. Por todas partes había gente sacándose fotos con los cerezos en flor. Y yo, por supuesto, hice lo mismo:

Japoneses haciendo fotos a los cerezos

Chica posando para la foto bajo los cerezos

Yo misma, ajaponesándome a pasos agigantados

Como  ya era la hora de comer, decidimos ir a probar uno de esos sitios de ramen que habíamos visto en el mercado. Para llegar tuvimos que pasar por una zona en obras, con cartelitos de disculpa incluídos:

Un oso obrero nos pide perdón por las obras

Escogimos el primer puesto que encontramos donde no había mucha cola y que dispusiese de sitio para cuatro en las mesas de fuera (sin sillas). El ramen estaba buenísimo y sólo nos costó 600Y (5€ por persona).

Cocinero salteando los fideos con los que preparará el ramen

Ramen con carne de cerdo y setas varias

Sorber los fideos no sólo está bien visto sino que es lo que hay que hacer para no quemarse y de paso traerte algo de caldo junto con los fideos.

El santuario de Asakusa

La siguiente visita fue un poco duda porque no sabíamos muy bien dónde ir. Al final decidimos volver a subir a Asakusa para acabar de ver lo que no nos había dado tiempo el día anterior. De camino, en el metro, vimos varios carteles curisosos, algunos no sabíamos descifrarlos, otros sí:

¿Llevar gabardina bien, maquillarse y comer mal?

¿Al metro le gusta el fútbol?

Este sí era fácil, ¡cuidado con las puertas que le pueden hacer pupa al panda!

También paramos en un 7-Eleven a cotillear y a robar wi-fi. Pudimos ver a la venta las mascarillas (que al contrario de lo que mucha gente cree no se ponen por la contaminación, sino para evitar contagiar a los demás cuando están resfriados), comprobar lo cara que era la fruta y ver interminables pasillos de sopa instantánea:

Mascarillas de varios tipos

El precio de la fruta era prohibitivo porque la tienen que importar, ya que Japón tienen poco terreno para cultivar.

Fideos instantáneos, un clásico en los supermercados

Otra curiosidad que nos llamaba la atención eran los taxis: coches no demasiado modernos con los retrovisores colocados muy adelante y todos forrados con fundas de ganchillo.

Glamour del siglo XXI

Una vez en Asakusa entramos por la puerta principal, Kaminarimon, la puerta del trueno, que estaban pintando, donde también vimos algunas señales rarunas.

Obligatorio que los niños vayan de la mano de alienígenas

 Esta vez sí teníamos sitio para un Taiyaki. Yo probé el relleno de chocolate y R. el de anko (pasta de judía roja). Nos costaron 180Y (1,50€ al cambio).

¿Quién está haciendo cola en segundo plano? :P

Había mucha más gente que el día anterior:

Nakamise dori atestada de gente

Esta vez sí entramos en el edificio principal y vimos el interior tranquilamente, así como las pinturas del techo:

El santuario principal alberga la imagen de Kannon.

Omikuji: la lotería sagrada

En el interior del santuario, vimos como la gente usaba los puestos de Omikuji: Después de hacer el donativo cogías un botecito, lo agitabas y sacabas un palito con un número escrito en él (números en japonés, claro). Después tenías que abrir el cajón correspondiente a tu número y sacar el papelito correspondiente, el omikuji, que te indicará tu fortuna.

Puesto de omikuji con los botecitos para agitar delante.

Si el omikuji es de buena suerte la gente se lo suele quedar, pero si es de mala suerte el papel se enrolla y se ata en un sitio específico para que la mala suerte se quede allí:

Omikujis de mala fortuna atados fuera del santuario

Omikuji significa literlamente "lotería sagrada". Los fieles van más a pedir deseos (con los ema) y ver las suerte (con los omikuji) más que a rezar o hacer sacrificios como en otras religiones.

Emas y omikujis colgados en el exterior del templo

Aquí también nos fijamos que, como en Ueno, las calles están llenas de cables:  De camino a la estación de tren de Asakusa, para cambiar de destino, vimos la Tokyo SkyTree y el edificio de la cerveza de Asahi:

Ginza: un barrio muy moderno

Como no teníamos ya mucho más que ver en Asakusa dedicimos irnos a Ginza, el barrio de moda por excelencia. La salida del metro ya era de lo más llamativa: El teatro Kabuki-za fue uno de los primeros edificios que vimos: Las calles eran amplias avenidas con grandes almacenes y edificios de grandes marcas:
Nos llamó la atención la tienda de Chanel, que tenía a una sola persona trajeada y con guante para cerrar la puerta despacito en vez de que se cerrara sola, que no pudimos evitar grabar. Ésta era como la quinta vez que lo veíamos, así que el chico se cortó un poco y lo hizo más rápido de lo normal xD

Visitando Odaiba

Como ninguno tenía intención de ir de tiendas, dimos por finalizada nuestra visita por Ginza para acercarnos a cenar a Odaiba, la isla artificial en la bahía de Tokio. Para llegar allí teníamos que coger la línea Yurikamome, que nos ofrecería bonitas vistas de Tokyo y de la bahía. No había problema, con nuestra Suica (Super Urban Inteligence Card), ya que también valía para esta línea de monorraíl.

El pingüino mascota de la Suica montado en un oso. Todo muy lógico.

Dependiendo del volumen de pasajeros los tornos iban alternando entre entrada y salida

Al llegar a Odaiba nos fuimos a uno de los centros comerciales que había cerca y desde la terraza admiramos las vistas:

Rainbow bridge a la izquierda. En el medio la Torre de Tokio.

Vistas de Tokio desde Odaiba

Para cenar había un montón de restaurantes, pero queríamos uno con vistas, así que acabamos cenando en un italiano (Restaurante Marumo: mi crítica en Tripadvisor aquí). Toda la comida estaba muy rica, si ya os digo que lo que copian, lo copian bien. Como el resto de sitios donde estuvimos, el agua era gratuita.
Antes de irnos del centro comercial hicimos escala técnica en los baños y Mr. Knook volvió emocionado del baño de los hombres, había un juego -¡y de Sega, nada menos!- de "apuntar":

Nos quedó la duda de si podía jugar uno contra otro

En el centro comercial también había un museo de cera, y esta estatua nos llamó la atención poderosamente:

No, no es Falete, lo preguntamos. Es Matsuko Deluxe

Eran las 21:00 y el centro comercial estaba cerrando, así que después de unas fotos de la noria nos volvimos al hotel. Estábamos cansadísimos.