New York Day 10: Leaving New York never easy
Desayunando en el Rock Center Café
¡¡¡Último día en Nueva York!! A las 17:00 salía nuestro vuelo de vuelta a casa desde el JFK. Habíamos decidido desayunar en el Rock Center Café para después subir al Top of the Rock y verlo de día. Además el día amaneció soleado, lo que fue perfecto.
Las maletas ya estaban hechas, todo recogido, así que a las 8:30 abandonamos la habitación e hicimos el check-out para ir ganando tiempo. Dejamos las maletas en la consigna del hotel y fuimos andando hasta el Rockefeller Center. Aún no habían acabado de desmontar el toldo, pero a mí me valía perfectamente. Nos montamos en el ascensor y bajamos al concourse, la parte subterránea que conecta todos los edificios y que está lleno de tiendas y cafés, y entramos en el Rock Center Café.
Allí nos atendieron dos chicas, bastante secas la verdad, que nos dijeron que teníamos que esperar. Ya nos estábamos temiendo lo peor viendo a la gente vestidísima y el ambiente que tenía el café, y nosotros vestido de lo más informal y con tenis. Pero no, al cabo de unos minutos nos sentaron en una mesa justo al lado del ventanal. Perfecto.
Nada más sentarnos nos pusieron un smothie de frambuesa y unos bizcochitos a cada uno. En la mesa también había varias mermeladas.
Yo pedí french toast y Mr. Knook tortitas. Ambos platos eran gigantes. Las french toast venían con frutas rojas tamaño gigante y las tortitas con mantequilla de naranja. Por supuesto todo con sirope de arce, ¡que no falte! Todo estaba riquísimo. También pedimos zumo de naranja, pero eso sí que no estaba nada bueno. Las raciones eran enormes y yo no fui capaz de acabar lo mío, se lo acabó tomando Mr. Knook.
El sitio es un poco caro, nos salió al cambio a 18€ cada uno por desayuno, pero tampoco es prohibitivo.
El Top of the Rock de día
Después de desayunar queríamos subir de nuevo al Top of the Rock, así que quitamos las entradas y nos dieron vez para las 10:30. También compramos un mapa donde aparecía el skyline tanto de día como de noche para que una vez arriba supieses qué edificios veías y hacia dónde estás mirando. El día que subimos de noche la taquilla de fuera estaba cerrada así que no sabíamos que había mapa ni nada. Como aún era temprano para subir hicimos tiempo en la plaza y en las tiendas de alrededor buscando regalitos para la familia.
Cuando faltaban 10 minutos nos acercamos hasta la entrada, pero no era como la vez que fuimos de noche, que no había nadie. Esta vez había muchísima gente y una chica se encargaba de dejarte pasar en función de tu hora. Miró mi ticket y nos dejó pasar. Pasamos el arco de seguridad y nos pusimos a la cola, que avanzaba rápido. En realidad la cola era para que te sacaran una foto en la que usaban de fondo la famosa foto de los obreros en el andamio. Como no nos interesaba lo más mínimo la foto, nos saltamos la cola y seguimos el camino hacia lo alto. Nos metimos en el ascensor y al llegar arriba y salir del mismo la gente que hacía cola para bajar nos empezó a aplaudir a los que llegábamos.
Y así volvimos al magnífico mirador del primer piso.
Primer piso |
Último piso |
Último piso |
El edificio del Bank of Americano salía en el plano, por lo que tuvimos que preguntar qué era. Una vez más era imposible bajar, estuvimos allí bastante rato, intentando fijar en nuestra memoria todo lo que habíamos vivido, las vistas, los edificios...
Hicimos una breve parada en el segundo mirador antes de bajar...
Segundo piso |
De Manhattan al JFK en metro
Habíamos decidido ir al aeropuerto cogiendo el metro y después el AirTrain, porque en taxi es mucho más caro. Por lo visto no suele ser normal, porque la chica del hotel se quiso asegurar que llegábamos bien y que sabíamos las direcciones. Ya os dije que eran muy majos, pero nosotros lo teníamos bien estudiado.
Ya en la estación de metro tuvimos que comprar dos billetes sencillos, porque la MetroCard de 7 días había expirado. Primero teníamos que coger el metro línea E dirección Jamaica Bay y bajarnos en Sutphin Bulevard. El trayecto es bastante largo pero no se hace muy pesado. Serían unos 40-50 minutos.
Una vez en Sutphin te bajas y en la propia parada ya está todo indicado para coger el AirTrain que lleva al JFK. Al final llegas a una entrada en la que tienes que volver a sacar otro ticket para el AirTrain que vale 5$ por persona. Ese día las máquinas funcionaban mal, porque no nos cogía ninguna tarjeta, menos mal que probando varios al final una de las máquinas sí tragó.
El AirTrain es un tren que te lleva al aeropuerto y va parando en todas las terminales. Como ya comenté el JFK es un aeropuerto enorme en el que no hay un edificio central por el que entres, salgas, hagas el control y luego vayas en función de tu destino a los sitios, sino que cada terminal tiene su propia entrada, control de seguridad y salida. Por ello en el tren había un letrero con información de a qué terminal ir según la compañía con la que vueles. La nuestra era la nº 8, la última parada, y el trayecto resultó ser un tostón. Debíamos de ir a 15 km/h, con lo que se hizo infinito. Tardamos otros 45 minutos en llegar hasta la terminal, insufrible.
Facturación por tu cuenta en el aeropuerto
Una vez en la terminal nos bajamos y buscamos los mostradores de facturación. Sin embargo un encargado nos dijo que no teníamos que ir a los mostradores, sino a una máquina para hacer la facturación nosotros mismos. Así que fuimos a la máquina, introducimos el código de reserva, pasamos el pasaporte por la banda magnética y marcamos la opción de facturar todos los pasajeros y maletas. Se imprimieron cuatro tarjetas de embarque (dos hasta Madrid y las otras dos de Madrid a Santiago). Después aún teníamos que hacer otra cola para dejar las maletas en unos puestos extraños en medio del aeropuerto. Podías elegir entre hacerlo tú mismo también (ponerle la pegatina a la maleta, pesarla y demás) o ir a unos puestos donde había personal que lo hacia. Fuimos a los segundos. Allí nos pesaron las maletas en libras, claro, no en kilos. No nos habíamos pasado, menos mal. Después cada uno tenía que recoger su maleta y dejarla en la cinta transportadora, porque el puesto no estaba conectado a la cinta. Así que así hicimos, cada uno colocó la maleta en la cinta transportadora que estaba detrás del puesto y nos pusimos a la cola para pasar el control de seguridad que estaba en el lado opuesto.
El personal te iba dirigiendo en función de si había más o menos gente a los distintos puentos de control y por tanto a las distintas colas. Antes de nada tenías que hacer cola para que un oficial te revisase el pasaporte. Esto lo hacía tomándose su tiempo, miraba el pasaporte, te miraba a ti, volvía a mirar el pasaporte, te volvía a mirar. Luego firmaba en tu tarjeta de embarque y te dejaba pasar. Acto seguido estabas ya en la cola para el control, donde varias pantallas te informan de que tienes que descalzarte y de cómo debes colocarte en el escáner corporal. También hay varios carteles informando de cómo se va ver una persona en el escáner y que tienes la opción de no pasarlo y que te hagan un cacheo manual. Nosotros no pusimos objeciones, así que nos descalzamos, colocamos metales, maletas y demás en las bandejitas y pasamos al escáner. Yo pasé la primera. Había que estar de pie y con los brazos por encima de la cabeza con los codos doblados. Después de unos segundos me mandaron salir del escáner y esperar del lado de un policía un minuto o así hasta que me abrió la cinta para poder entrar ya en el área de embarque. Al fin dentro, descalza y con los pies helados, después de tanto rollo.
Lo primero que hicimos fue ir a ver la puerta desde la que salía nuestro vuelo, que estaba prácticamente al fondo de todo. Por el camino le fuimos echando un vistazo a las tiendas, pero no es que fuesen gran cosa ni tampoco había muchas. Lo que sí me llamó la atención fue un puesto donde por 10$ te hacían la manicura en 10 minutos. Estuve tentada a probar, pero al final no me dio tiempo.
Buscamos un sitio donde comer, las opciones no eran demasiado apetecibles. Al final yo pedí un bocadillo de albóndigas que estaba bastante bueno y Mr. Knook no tomó nada (aún estaba lleno del desayuno). La comida en el aeropuerto era bastante barata, no como en los aeropuertos de aquí, que todo es un timo.
Le había prometido a un amigo traerle una Coca Cola estadounidense, así que para no llevarla en la maleta a riesgo de que estallara o algo, decidí comprarla en el aeropuerto. Pero no había ninguna que fuese en lata, todas eran en botella. Después de mirar en todas las tiendas acabé comprando una botella de Coca Cola y otra de Ginger Ale.
Sobre las 16 ya estábamos en la zona de embarque y nos habían dicho el orden por el que debíamos embarcar. Media hora después dijeron que se suspendía el embarque porque había aterrizado otro avión que tenía prioridad, y que teníamos que esperar hasta que acabasen para poder embarcar nosotros. Finalmente embarcamos en el avión.
Haciendo amigos en el vuelo de vuelta
Yo normalmente no suelo hacer lo de elegir sitio antes de llegar al aeropuerto, pero esta vez si lo había hecho para poder ir juntos. Por desgracia aunque en el vuelo de ida no hubo ningún problema, en el de vuelta estaba tan lleno que fue imposible reservas dos asientos juntos. Al final tuve que reservar uno delante y otro detrás en dos filas distintas, en ventanilla. A mi lado se sentó una señora americana muy maja a la que le pedimos si nos podía cambiar el sitio para poder ir juntos. Nos dijo que lo haría encantada si no fuera porque volaba con su marido que aún no había subido. La señora me preguntó por mi viaje y me dio detalles del suyo, iba con un grupo muy numeroso a hacer un crucero por el Danubio. Sentí envidia, su viaje comenzaba y el mío estaba terminando. Me preguntó de dónde era pero obviamente no tenía ni idea de dónde era Santiago de Compostela ni jamás había oído hablar del St. James way. Fuera empezaba a llover. Los últimos pasajeros llegaron y cerraron las puertas.
Al cabo de un rato el marido de la señora me avisó de que un poco más adelante había dos sitios libres y que fuera corriendo a cogerlos antes de que los cogiese otra persona. Le di las gracias y salí corriendo, tan apurada que me dejé el bolso detrás y la pobre señora se lo tuvo que dar a Mr. Knook que venía detrás de mi. Como nunca me había cambiado de asiento en el avión, y menos en uno que fuera tan lleno, no estuve tranquila hasta que el avión no empezó a rodar. Como siempre en el vuelo de ida cada asiento tenía una manta, una almohada y unos auriculares.
Hojeando la revista del avión aparecía un mapa, así que ni corta ni perezosa se lo llevé a la señora para enseñarle dónde estaba mi ciudad. La señora se puso muy contenta e intentaron decir el nombre en español, lo que hicieron bastante bien. Eran muy majos
El tiempo pasaba y no despegábamos. Había aviso de tormenta y el capitán nos avisó de que esperaríamos a que se moviera la tormenta para poder despegar. Ahora llovía más fuerte. Después de unos tres cuartos de hora, yo ya estaba medio adormilada en el asiento, el avión se puso a rodar de nuevo y al fin despegamos.
A la hora de despegar nos repartieron la cena, como en el vuelo de ida había que elegir pollo o pasta. Pedimos uno de cada, al menos el pollo esta vez era diferente. La pasta era al pesto.
Después intenté dormir, y lo conseguí a ratitos, pero no fui capaz de dormir más de 20 minutos seguidos, me dormía y me despertaba. Me dolían las rodillas de estar sentada. Conecté los auriculares y puse música suave (jazz) que me relajó y me medio dormí otra vez. Así pasaron las 6 horas. Una hora antes de aterrizar nos repartieron el desayuno: Una magdalena, un bollo, mantequilla y mermelada y un yogur. Cuando las azafatas pasaron con el carrito repartiendo bebidas (gratís, como en el viaje de ida), les pedímos una Coca Cola y un Ginger Ale. Sólo tenían Coca Cola y me dieron una lata. ¡Objetivo cumplido!
Aterrizaje en Madrid
A las 9 de la mañana aterrizamos en el aeropuerto, con retraso pero a nosotros nos vino bien porque así no tuvimos después que esperar tanto tiempo en el aeropuerto. Salimos a la T4s y tuvimos que pasar un control de pasaportes. Aquí el guardia ni miró nada, le dijomos hola y poco menos que nos dejó pasar sin más.
Después para entrar en al T4 tuvimos que pasar otro control de seguridad, lo que yo veo absurdo porque estábamos en una escala, ya había pasado un control y no había tenido tiempo de salir del aeropuerto, mucho menos volver a entrar... El caso es que en el control yo pasé sin problemas, pasé mi bolso y demás y no hubo ningún problema. Pero cuando le tocó pasar a Mr. Knook que llevaba todo el equipaje de mano, le detectaron las dos botellas de Coca Cola y Ginger Ale que habíamos comprado en el JFK. El chico nos dijo que no podíamos pasar líquidos, a lo que protestamos que eran un regalo y que habían sido comprados en la terminal, una vez pasado el control de seguridad. Nos dijo que daba igual, que las normas eran diferentes al entrar en otro país y que nos las teníamos que beber o tirar. Las tuvimos que tirar. Mientras tanto otros pasajeros pasaban sus botellas de whisky -y de cristal- del dutty free bien metiditas en bolsas y sin ningún problema. Porque claro, una botella de alcohol de cristal no es ningún problema pero una simple botella de plástico con refresco dentro, ¡es un peligro mortal! En fin...
Yo estaba super cabreada pero al mismo tiempo no quería decir nada porque en mi bolso todavía tenía la lata de Coca Cola del avión y no se habían dado cuenta. Cuando entramos en la T4 pude respirar, tenía la lata en mi bolso y ya no me la podían quitar!!
Una vez en la T4 empezó el bajón. Otra vez precios carísimos en la comida y en las tiendas. Bocadillos ridículos por los que te cobran 5€, zapatos y ropa a precios desorbitados, etc. A media mañana nos pedimos un bocata y un yogur helado para compartir a modo de comida. A las 13:00 aterrizábamos en Santiago sin novedad. Llevábamos 24 horas despiertos y aún nos quedaba toda la tarde. Ese día nos acostamos a la 01:00 de la mañana, habíamos estado despiertos 36 horas y yo seguía sin ser plenamente consciente de que había vuelto. Hacía unas horas estába en el Top of the Rock... Sigue soñando...
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