Suiza día 3: Lausanne, Montreux y Chateau de Chillon

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Lausanne

Empezamos la jornada visitando Lausanne, donde estábamos alojados. Es la capital del cantón de Vaud. Es conocida como la ciudad olímpica, porque aquí se encuentra la sede del COI y el Museo Olímpico. Se trata de una ciudad pequeñita que no llega a 150.000 habitantes. Esta fue una de las cosas que más nos sorprendió de Suiza, cómo se respiraba un ambiente muy tranquilo, casi campestre, en la gran mayoría de sus ciudades.

Se asienta sobre tres colinas y salva un desnivel de 500 metros desde su punto más bajo (el puerto) al punto más alto (el bosque de Sauvabelin). Por eso la ciudad está llena de cuestas más o menos empinadas y hasta tiene una parada de metro que nos hizo mucha gracia porque es en cuesta.

Desde las Escaliers du marché accedimos a la catedral. Estas escaleras de madera llaman bastante la atención porque parecen proceder de otro siglo (de hecho, así es) en medio de una calle más moderna. Allí encontramos una señalización del Camino de Santiago, ya que la vía Jacobi pasa por aquí.
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La Catedral de Lausanne

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El característico tejadillo de madera de las Escaliers du marché y la catedral, en lo alto.
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Señalización del Camino de Santiago

Catedral de Lausanne

La Catedral de Lausanne es una catedral del siglo XIII reformada durante el siglo XVI y, al igual que muchas otras iglesias en el cantón de Vaud, protestante tras la reforma. Es la catedral más grande de Suiza ya que fue sede del obispado, y fue toda una sorpresa porque es muy bonita.
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Puerta Montfalcon
El estilo gótico es muy marcado en su interior, es muy luminosa y muy amplia. Yo no la pude disfrutar mucho porque iba con la peque en la mochila dormida y estaban afinando el órgano, así que para no despertarla con el desagradable ruido me salí mientras Mr. Knook hacía fotos del interior.
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Lausanne se divide en varios barrios. Este de la catedral es la Cité, y nos pareció muy tranquilo y paseable, llena de casitas con contraventanas, calles medievales y museos. Y es que aunque sea una ciudad que pasa desapercibida para muchos turistas (porque Suiza tiene grandes atractivos que se anteponen), esta ciudad bien merece una visita sólo por su gran vida cultural. Nosotros nos quedamos con ganas de ver el Museo del Hermitage, entre otros.
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Calles de Lausanne
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Calles de Lausanne y la catedral, al fondo.
El Chateau Saint-Maire es la sede del gobierno cantonal de Vaud. Es de origen medieval y servía como fortaleza de los obispos.
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Chateau Saint-Maire
Uno de los edificios que más llama la atención es el Palacio de Rumine,  que acoge una biblioteca y varios museos cantonales.
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Fachada del Palacio de Rumine
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El otro barrio es el Flon, más vanguardista, antiguo lugar de almacenes ahora reconvertido en modernos edificios y galerías comerciales. Sin embargo después de subir y bajar las cuestas de la Cité yo ya estaba cansada, así que decidimos dejar el Flon para otro día (que al final no tuvimos tiempo) y nos dirigimos a la estación de tren para ir hasta Montreux.

De camino a Montreux pudimos volver a ver los viñedos de Lavaux, declarados Patrimonio de la Humanidad. Son unos viñedos que se encuentran en terrazas en la ladera de la montaña, del estilo de los de la Ribeira Sacra, escalonados.
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Montreux

Si Ginebra es el centro financiero y Lausane la ciudad tranquila, Montreux es la ciudad de la jet set. Aquí se respira otro ambiente y uno entiende porqué esto se llama la riviera suiza. Los paseos al borde de lago en forma de quais, los grandes hoteles al pie de las montañas y un aire de lujo y relax atrajo a numerosos famosos hasta este lugar. Freddy Mercury, Sissi, Lord Byron o Mary Shelley fueron algunos de sus ilustres visitantes.
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Mapa gráfico de Montreux y sus alrededores.
Montreux es además muy famoso por su festival de jazz, que tiene lugar en verano y atrae a destacados músicos todos los años. Por eso acabó aquí Freddy Mercury, y una estatua lo recuerda junto al lago. Aunque nosotros nos la perdimos porque salimos de la estación de tren por algún lugar no reglamentario porque no estaba muy bien indicado.

Nos dirigirnos al borde del lago, hacia los quai, y nos quedamos fascinados por el ambiente tan tranquilo que se respiraba. Estábamos prácticamente solos y pudimos disfrutar de las vistas y del estupendo día. Además el quai de fleurs estaba precioso, lleno de flores diversas. No se oía prácticamente nada (a pesar de que la carretera estaba a pocos metros) y teníamos la sensación de que ahí se había parado el tiempo. No nos extrañó que los famosos vinieran a pasar aquí sus días, ¡era muy relajante!
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Vistas desde Montreux
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Quai des fleurs I
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Quai des fleurs II
A lo largo del paseo se pueden ver barcos veleros y embarcaderos que me hacían pensar en un pacífico retiro espiritual en las orillas de este magnífico lago.
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Chateau de Chillon

Nuestro destino tras cruzar los muelles era el Castillo de Chillon, un castillo medieval que se encuentra también al borde del lago. Desde mitad de camino ya se empieza a divisar muy bien. Las entradas son sorprendentemente baratas para ser Suiza y ser uno de los monumentos más visitados del país. Se encuentra construido en una roca que se adentra en el lago, en un punto estratégico para el control de las rutas comerciales y militares entre el norte y el sur de Europa.
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Según confirman las excavaciones arqueológicas, el sitio ha estado ocupado desde la Edad de Bronce, aunque la historia del castillo comienza con la Casa de Saboya, en el siglo XII. Servía de fortaleza militar y de residencia condal.
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Junto con la entrada cogimos la audiguía en español, pero como nos suele pasar enseguida nos aburrimos de ella (¿por qué las hacen tan largas en general?) y exploramos el castillo a nuestro aire siguiendo el mapa que nos habían dado.
Sin título La visita comienza por los húmedos sótanos donde se puede apreciar la roca original donde está excavado el castillo y que hacía las veces de almacén y prisión.
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Almacenes con media pared de roca original (derecha)
Uno de sus más famosos reclusos fue Bonivard, en cuya historia se inspiró Lord Byron para uno de sus poemas.
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"Pintada" de Lord Byron cuando visitó el castillo unos siglos más tarde
El castillo cuenta con numerosos patios, cada uno con una función y que separaban las estancias entre la residencia de los condes, el servicio y la milicia. También cuenta con grandes salas con vistas al lago donde los Saboya celebraban banquetes.
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Comedor de los Saboya
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Habitación de la época bernesa
Con el paso de los años la Casa de Saboya favoreció otros palacios y este cayó en desgracia hasta que los berneses lo conquistaron. Los Saboya venían de Italia y los berneses de la ciudad-estado de Berna. El castillo quedó reducido básicamente a funciones defensivas. Unos 300 años después, en el marco de la revolución de Vaud por la que este cantón obtiene su independencia, el castillo perdió su función defensiva y tuvo diversos usos como almacén militar, prisión o archivo hasta que en el siglo XIX se convierte en monumento histórico y punto de atracción turística.

El castillo es enorme y tiene muchísimas salas. Hay más de 100 puntos de interés durante el recorrido, así que es una visita que mínimo lleva unas 3 horas si se quiere ver todo. Nosotros a mitad de recorrido empezamos a aligerar o no nos daría tiempo ni a comer.

Una de las cosas que personalmente más disfruté fue el recorrido por las torres de defensa del castillo y el pasaje que las une, el camino de ronda, de madera. Me pareció uno de los lugares más auténticos de todo el castillo (y a mi me encantan las alturas porque tengo alto de cabra xD)
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Camino de ronda (interior)
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Camino de ronda (exterior)
A través de unas empinadas escaleras vas subiendo a las diversas torres hasta llegar a la Torre del Homenaje, la mejor guardada y la que tiene mejores vistas.
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Vistas de los Alpes
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Vista de Montreux desde el castillo
Tras la visita paramos a comer en el primer sitio que vimos - literalmente-. Un chino-italiano matahambres que nos sirvió para descansar un poco. (Taverne du Chateau de Chillon: mi crítica en Tripadvisor aquí).

Después quisimos volver en tren a Montreux pero tuvimos la mala suerte de ver pasar el tren mientras sacábamos los billetes del otro lado de la vía y no volvía a pasar ninguno hasta una hora más tarde. Por tanto, como tampoco vimos más alternativas, deshicimos el camino andando de vuelta a Montreux.  Después me enteraría que también hay un bus del otro lado pero tampoco estaba señalizado.

En Montreux visitamos el viex Montreux (nada destacable) y aunque teníamos planes como subir a Les Avants o a les Diablerets estábamos ya muy cansados y se nos había hecho tarde para hacer cualquiera de esos dos planes con la peque, así que volvimos a Lausanne a relajarnos al borde del lago.

De vuelta en Ouchy-Olimpique en Lausanne

Al igual que el día anterior esta parte de la ciudad nos pareció encantadora. Esta vez decidimos ir un poco más lejos, hasta el pabellón tailandés, siguiendo el borde del lago.
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El Pabellón tailandés es un regalo de Tailandia a Suiza para conmemorar el 60 aniversario del ascenso del rey al trono y el establecimiento de relaciones diplomáticas, además de agradecimiento a la ciudad de Lausanne donde el rey Bhumibol estuvo exiliado durante 18 años.
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Para terminar con buen sabor de boca nuestro periplo por tierras suizas decidimos ir a cenar una fondue que, aunque no nos encantó porque no somos demasiado fans del queso, disfrutamos mucho de la experiencia y de un sitio muy auténtico (Cafe du Grütli: mi crítica en Tripadvisor aquí).

Sin título Epílogo

Al día siguiente tomamos el tren de vuelta a Ginebra y desde el avión pudimos dar el último adios al omnipresente lago que tanto nos había gustado. Desde la ventanilla pudimos ver hasta el famoso Jet d'Eau ginebrino y en nuestra mente, un pensamiento: volver a Suiza cuanto antes.
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