Seguimos en el hotel del infierno

Nos despertamos temprano y fuimos a desayunar. El único aspecto positivo fue que había torrijas, pero el café sabía a rayos (era de polvos). Al volver a quejarnos sobre el calor de la habitación nos dijeron que no nos preocupásemos, que ya no iba a hacer tanta calor. ¿Qué clase de respuesta era esa? En fin, no nos íbamos a amargar ya de primera mañana, así que rezando para que fuera así nos fuimos a conocer Mérida.

El teatro y el anfiteatro romano

La primera parada fue en el teatro romano, donde cogimos una visita guiada. La primera visita, que era a las 10:00, ya estaba llena, así que nos tocó la de las 10:30. Mientras tanto, hicimos tiempo en una cafetería cercana, para desquitarnos del horrible café del hotel.

A las 10:30 estábamos ya en la entrada del teatro con nuestra pegatinas bien visibles. La guía, Juana, una arqueóloga, nos contó con mucha gracia toda la historia de Mérida, valiéndose de un niño que estaba allí con sus padres.

Mérida se llamaba en época romana Agusta Emérita, y fue fundada en el 25 a.C. como una colonia por veteranos legionarios licenciados (llamados eméritos), a los que se les regaló estas tierras como premio por sus buenos servicios. Más tarde se convirtió en la capital de la provincia de Lusitania, una de las 3 en las que quedaba dividida la Península Ibérica.

División provincial romana en el 27 a. C. Fuente: Wikipedia

Hoy en día todavía se pueden apreciar muchos restos de este pasado romano en toda la ciudad. El primero de ellos que pudimos ver fue el anfiteatro.

Anfiteatro romano

Para explicarnos mejor la utilidad del anfiteatro, la guía nos dividió en ciudadanos romanos. Uno de nosotros era el editor, es decir, el que financiaba el espectáculo. Por ley estaban obligados a financiar un determinado número de juegos al año, y en función del dinero y el poder que tuviera se estiraría más o menos con los festejos.  En Roma el editor siempre era el Emperador, y por tanto los juegos eran mucho más espectaculares, con fieras de mil sitios diferentes (para demostrar hasta dónde llegaba la extensión del imperio) y con combates a muerte entre los gladiadores, cosa que no solía pasar en provincias.

Otra persona del grupo se convirtió en una rica señora que fundaba un ludus, una escuela de gladiadores. Otros fuimos gladiadores. El negocio consistía en entrenar gladiadores para los juegos. Normalmente estas luchas no eran a muerte, puesto que si morían se moría también la inversión que se había hecho en ellos y no compensaba. Las escuelas de gladiadores, al final, pasaron a estar controladas directamente por el Emperador, para evitar sublevaciones (véase el caso Espartaco).

Los juegos que acogía el anfiteatro eran, pues, luchas entre gladiadores, fieras o entre fieras y hombres. Tras la caída del Imperio Romano el recinto fue abandonado y algunos de los materiales fueron extraídos para hacer otras obras y como material de relleno en obras recientes.

Parte inferior: restos de las gradas originales. Al fondo, gradas reconstruidas.

La arena del medio eran donde tenían lugar propiamente los juegos. El hueco que se ve hoy en día estaba probablemente cubierto, y bajo la tarima estarían las jaulas de las fieras.
Los espectadores tenían sus sitios en las gradas alrededor de la arena, distribuidas en tres niveles (hoy en día sólo se conservan dos). Los de las clases altas tendrían su sitio en el primer nivel, más cerca del espectáculo y estarían protegidos por diversos sistemas para evitar que las fieras saltaran de la arena a las gradas. Los más pobres se sentarían el tercer nivel, más lejos de la arena. Había también un toldo que se iría moviendo para garantizar sombra o cubrir de la lluvia.

Vomiteras por donde los espectadores accedían a las gradas

Dejamos el anfiteatro por la parte de atrás y nos dirigimos hacia el teatro.

El teatro romano

El teatro asombra nada más verlo. Está reconstruido y hoy en día se sabe que algunas piezas no están en el sitio que les corresponde, pero es impresionante. Tal y como nos contó la guía el Teatro fue construido más bien por razones político-propagandísticas, ya que lo que de verdad gustaba al público eran las carreras en el circo y las peleas en el anfiteatro. Más o menos como hoy en día ;)

Desde la fachada del teatro estatuas divinizadas del emperador le recordaban al pueblo que eran ciudadanos romanos, y que todo lo que tenían se lo debían al él. En el escenario se representaban funciones a menudo vulgares, y si en la obra había de morir alguien, se solía usar a condenados, para que se murieran de verdad.

El sistema de gradas, con tres niveles como el anfiteatro, hoy en día tampoco se conserva completo. Los asientos alrededor de la orquesta eran los reservados para las clases más pudientes, mientras que las mujeres estaban relegadas al tercer nivel, lo más lejos posible de la escena, puesto que no se consideraba de buen gusto que las mujeres acudieran al teatro.

Las gradas del teatro también están reconstruidas, pero en este caso con un material especial que imita la piedra y al mismo tiempo se puede levantar en caso de que sea necesario llevar a cabo alguna actuación arqueológica.

Al lado del teatro se encuentran los restos de una casa, que se cree que fue de alguien importante, dada su ubicación. Todavía se conserva una de las habitaciones, decorada con mosaicos en el suelo y una gran pintura mural.


Tras el teatro hay un pequeño jardín rodeado de columnas, que se usaba como lugar de esparcimiento, mentidero o para dejarse ver.

Por todas partes había restos arqueológicos todavía sin reconstruir.

El Museo Nacional de Arte Romano

La siguiente parada, al lado del teatro, fue el Museo de Arte Romano. Al ser el día internacional de los museos la entrada era gratuita. Preguntamos por si había visita guiada, que siempre suele ser más interesante, pero nos dijeron que no.

El MNAR, o Museo Nacional de Arte Romano de Mérida fue diseñado por Rafael Moneo haciendo un guiño a la arquitectura romana. En su interior se exponen restos arqueológicos de la antigua ciudad: piezas del teatro y del anfiteatro, esculturas, mosaicos, monedas, etc.

El museo tiene bastantes cosas, pero sin audioguía (que no nos ofrecieron al entrar aunque después vimos varias indicaciones de que sí había) o visita guiada no tenía tanta gracia.

Restos del foro municipal de Mérida

Tras salir del museo nos metidos de lleno en el centro de Mérida para ver algunos de los restos arqueológicos que están diseminados por la ciudad.

Lo primero que nos encontramos fueron los restos del Pórtico del Foro. Mérida tenía dos foros: el foro municipal y el foro romano provincial, que le correspondía por ser capital de provincia. Esta estructura daba entrada al foro municipal, y se construyó a semejanza del Foro de Augusto en Roma.

Muy cerca se encuentra el Templo de Diana, que también formaba parte del foro municipal. A pesar de su nombre, estaba dedicado al culto imperial.

Al ser Semana Santa también nos encontramos con algunas procesiones de camino.

Para comer nos acercamos a un restaurante que nos habían recomendado donde seguimos probando la cocina local (La Taberna de Sole: mi crítica de Tripadvisor aquí). Las aceitunas que nos pusieron para picar estaban muy buenas, pero es que eran caseras. Por lo visto es lo normal por la zona, porque no fue el único sitio donde pudimos degustarlas.
De primero probamos el cojondongo, que nos gustó muchísimo a todos. Simplificando, vendría a ser como un gazpacho pero sin pasar por la batidora. Estaba delicioso.

De postre probamos la tarta de bellota, típica también, aunque el sabor no me convenció demasiado.

El puente romano y la alcazaba

El restaurante se encontraba muy cerca de la rivera del río Guadiana. El puente romano que lo cruza es el más largo de la antigüedad y forma parte también del conjunto arqueológico de la ciudad. Tras la construcción del Puente de Lusitania, obra de Calatrava, en 1991 pasó a convertirse en peatonal.

El Puente Romano en primer plano con el Puente de Calatrava en segundo

Desde el puente se divisa perfectamente la Alcazaba de Mérida, una fortaleza musulmana construida por Abderramán II y la primera fortaleza árabe construida en la península.

Dentro de la misma se puede encontrar un aljibe, un depósito de agua potable, al que se puede acceder.

Yacimiento arqueológico de Morerías

Muy cerca, siguiendo el curso del río, se encuentra el Yacimiento arequeológico de Morerías. Estos restos pertenecen a un barrio romano y todavía se pueden apreciar restos de varias habitaciones con diferentes azulejos. Lo que nos llamó la atención es que se encuentran bajo un edificio recientemente construido. Es el edificio de Morerías, sede de varias consejerías de la Junta y que nos horrorizó bastante porque le quita protagonismo al yacimiento. Será que no somos demasiado modernos...

Casa del Mitreo y columbarios

La siguiente parada, esta vez un pelín más lejos, fue la Casa del Mitreo. Al principio se pensó que era un templo dedicado a Mitra, pero hoy se cree que fue la casa de algún personaje ilustre emeritense, dado el lujo de la edificación, que cuenta con tres patios alrededor del cual se articulan los distintos espacios, y la decoración, con ricos mosaicos. Muy cerca se encuentran los Columbarios, donde se depositaban las urnas de los muertos, y que quedaban fuera de las murallas de la ciudad. También hay dos mausoleos semisubterráneos con idéntica función.

Circo romano

También fuera de las murallas, aunque un poco más lejos, está el circo romano. Aquí tenían lugar, entre otros espectáculos, las carreras de carros, bigas (2 caballos) y cuádrigas (4 caballos), que eran conducidos por los aurigas. La extensión del recinto es enorme, mide 400 metros de largo y 100 metros de ancho, es decir, como 4 campos de fútbol puestos en fila. Tenía, además, capacidad para 30.000 personas, que se dividían según clases sociales, y era uno de los espectáculos más populares, junto con las luchas de gladiadores del anfiteatro.
Por allí se encuentra también el Acueducto de Rabo de Buey-San Lázaro, uno de los tres que abastecía la ciudad. Volvimos callejeando por el centro de Mérida hasta llegar a la Plaza Mayor, llena de gente porque estaba saliendo una procesión de la iglesia.
Para llegar a la Plaza pasamos por el Arco de Trajano, que delimitaba la entrada al foro romano provincial de Mérida y estaba ubicado en el Cardo Maximus, la calle principal que comunicaba el foro provincial y el municipal.
 

Cena y siguen los problemas con el hotel

Como habíamos dormido poco esa noche por culpa del calor, decidimos recogernos pronto y descansar, así que otro día más que fuimos a cenar bastante temprano para lo que estamos acostumbrados. Lo bueno fue que pudimos escoger sitio, y nos decantamos por el restaurante en el que nos pusimos las botas (La Bodeguilla: mi critica de Tripadvisor aquí). Pedimos ensalada de perdiz y una tabla de ibéricos, y degustamos también salmorejo y patatas el rebujón (una especie de revuelto de patatas con jamón). También pedimos un solomillo buenísimo que no sale en la foto porque nos lo trajeron después.

Al terminar de comer estábamos tan llenos que no nos cabía nada, pero tuvieron el detalle de invitarnos al postre, y al final nos comimos bien a gusto el delicioso tiramisú de chocolate especialidad de la casa.

A media tarde habíamos hecho una parada en el hotel y visto que la situación no había mejorado (seguía haciendo un calor espantoso dentro de la habitación y no lo arreglaban) decidí llamar a la agencia con la que había contratado el hotel para cancelar la última noche y que me reservaran en otro sitio, preferentemente en Cáceres, para así ir adelantando el camino de vuelta. Esa noche volvería a dormir poco y mal por culpa del calor asfixiante, pero aliviada sabiendo que sería la última.