Nos hacía mucha ilusión conocer Mérida, esos restos del teatro romano hace mucho que figuraban en mi lista de sitios pendientes de visitar. Esta vez se apuntaron mis suegros, porque mi suegro había hecho la mili allí y le apetecía recordar viejos tiempos.

Una breve parada en Salamanca

Nos levantamos muy temprano, y a las 8:30 de la mañana ya estábamos en la carretera. Habíamos decidido parar en Salamanca, pues mis suegros no lo conocían, y era una buena idea parar allí, que más o menos está a mitad de camino, estirar las piernas y aprovechar para comer. Llegamos allí en torno a la una de la tarde.

Esta vez pudimos admirar la bella Plaza Mayor en todo su esplendor (el año pasado cuando fuimos Mr. Knook y yo tenía unas casetas de la Feria del Libro por toda la Plaza que limitaban su visión). Además el tiempo era magnífico y las calles estaban llenas de gente.


Nos entretuvimos enseñando a mis suegros la Catedral, la portada de la Universidad y los demás encantos de Salamanca, mientras ellos se maravillaban de lo bonita, limpia y bien conservada que está la ciudad.

Para comer, fuimos a un restaurante cercano a la plaza al que Mr. Knook y yo no habíamos podido entrar la vez anterior porque estaba lleno (Mesón de Gonzalo: mi crítica en Tripadvisor aquí). Esta vez tuvimos más suerte y había mesas disponibles.
De primero nos recomendaron probar las manitas de cerdo con boniato asado, que estaban muy buenas.

De segundos variamos entre secreto y pluma ibérica y cordero asado. De postre, aprovechando la Semana Santa, torrija con helado de yogur búlgaro.

Llegada a Mérida

Después de comer pusimos rumbo de nuevo hacia Extremadura, y llegamos a Mérida en torno a las 20:00. Después de hacer el check-in en el hotel paseamos un poco por las calles cercanas. Hacía muchísimo calor, en torno a 30ºC. Pasando por delante del Museo nos abordó un chico muy majo que nos recitó la carta de su local y nos invitó a entrar en él. Le dijimos que no teníamos hambre y seguimos paseando.

Como estábamos bastante cansados decidimos cenar temprano, estilo turista, y al volver a pasar por el local del chico que nos había abordado decidimos parar (Serendipity by Charcutapas: mi crítica de Tripadvisor aquí). Nos sentamos en la terraza, aprovechando la buena noche, y dimos cuentas de algunas delicias extremeñas: queso, lomo y jamón (buenísimo), migas, berenjena frita con miel y solomillo.

El hotel del infierno

Con el estómago lleno nos volvimos al hotel (Nova Roma: mi crítica en Tripadvisor aquí). El hotel del infierno. Era el Nova Roma, justo al lado del teatro, pero nos dieron las habitaciones en el quinto piso, que era un bajocubierta. Dentro de la habitación hacía un calor horrible, aquello era una sauna. Encendimos el aire acondicionado pero no funcionaba, echaba aire sí, pero no frío. Intentamos llamar a recepción pero el teléfono de la habitación no funcionaba y tuvimos que bajar andando. En recepción nos dijeron que iban a conectar el aire, que estaría desenchufado (una mentira, como nos quedaría claro después). Media hora después seguíamos igual, así que nos volvimos a quejar y a pedir que nos cambiaran de habitación. Nos dijeron que no les quedaban habitaciones libres y que no tenían a nadie de mantenimiento para mandarnos. Ya era medianoche, y visto el panorama, nos tuvimos que dar por vencidos e intentar dormir, aunque yo apenas lo logré.