Edimburgo día 0: llegada

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Good things come to those who wait

Como ya comenté en el post del viaje a la Costa Azul las ganas acumuladas de viajar lo que no se pudo en pandemia nos llevaron a repetir viaje tan sólo una semana después de volver de la Riviera Francesa. También en este caso un nuevo enlace con Ryanair desde el aeropuerto de Santiago tuvo la culpa y, así, acabamos en Edimburgo también de nuevo con mis suegros y las dos niñas de 1 y 4 años. 

Edimburgo era un destino que teníamos muchas ganas de conocer desde hacía tiempo. Nos hubiera gustado poder conocer también las Highlands pero necesitábamos más días y se nos hacía más caro -un coche para 6 se va de precio- y estresante (sobre todo para mí, que soy la que se encarga de planificar todo en solitario). Optamos sólo por conocer con calma la ciudad y acercarnos a Glasgow. Al final Edimburgo nos gustó tanto que desistimos de Glasgow y nos quedamos todos los días disfrutando de la ciudad.

Empezamos peleando con Ryanar

Por desgracia, el viaje no empezó bien. A pesar de que hacía tan sólo una semana que habíamos volado con Ryanair llevando un carrito de bebé de viaje plegable sin problemas, esta vez sí nos pusieron pegas habiéndolo pagado. En el viaje a Francia lo pudimos pasar como equipaje de mano, pero a Edimburgo ya nos advirtieron en el embarque que no podíamos. Tras argumentar con ellos que habíamos pagado para llevarlo como equipaje de mano y que en otros dos vuelos lo pudimos pasar sin problemas no hubo manera. Según ellos sólo se podía llevar como equipaje de mano el carrito de una marca específica y el nuestro no lo era, a pesar de tener exactamente las mismas medidas... Al final, por no discutir, nos dijeron que si nos dejaba el sobrecargo de pie de pista lo podíamos subir, una manera, según vimos después, de quitarnos de enmedio. 

Y es que el sobrecargo nos dijo lo mismo pero con peor tono, e incluso llegó a amenzarnos con no dejarnos embarcar por protestar. Al final tuvimos que darle el carrito, pero nos prometió que nos lo dejarían a pie de escalera al desembarcar del avión. 

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Puesta de sol desde el avión
Fue otra mentira. Al llegar el carro se había ido a la cinta de las maletas y la única respuesta que nos dieron los trabajadores del aeropuerto fue "It's Ryanair". Peor fue el caso de una pasajera tetrapléjica a la que cargaban sus padres en brazos y a los cuales les habían prometido lo mismo, su silla de ruedas a pie de pista. Al final creo que ellos sí consiguieron que se la llevasen a pista, menos mal.

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Seguimos con un eterno control  de pasaportes

Tras este incidente nos quedaba recuperar nuestro carro, pero debíamos antes pasar el control de pasaportes post-Brexit. Fue eterno. Las colas eran larguísimas. Y cansados después del vuelo y con dos niñas pequeñas más todavía. Para cuando conseguimos recuperar el carrito hacía rato que estaba solo dando vueltas por la cinta transportadora.

Por fin pudimos salir del aeropuerto y buscar transportes para poder ir al centro de la ciudad. Por el sitio donde íbamos el transporte que mejor nos convenía en ese momento era el bus Arlink 100. Fuera ya era completamente de noche y el bus iba casi vacío, así que el ambiente era un poco de Harry Potter, lo cual no nos molestó en absoluto.
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En las afueras las calles estaban un tanto desiertas y lo poco que se veía en circulación eran los típicos autobuses de dos pisos. La mayor fue encantada en al parte de arriba, viendo toda la ciudad en primera fila cual pantalla de cine.
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A mi suegra le sorprendía lo poco iluminadas que estaban las calles, algo normal en otros países donde la intensidad lumínica nocturna es mucho menor que en España y con lo que nosotros concordamos.

Y terminamos con una ciudad en huelga

El autobús no nos pudo dejar donde nostros pensábamos porque había obras. Además la ciudad estaba en huelga ¡de basuras! y no nos recibió con su mejor cara. Las bolsas de basuras se apilaban en los bordes de las calles, y papeles y otros deshechos sueltos salpicaban las aceras y las carreteras. El olor tampoco era demasiado agradable...
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But every cloud has a silver lining

Al final, tampoco nos importó demasiado nada de aquello ¡hemos venido a jugar visitar! El Monumento a Walter Scott nos daba la bienvenida, nuestro hotel era un Jury's Inn- escogido a propósito para hacer un remembering del viaje a Belfast [Jury's Inn Edimbourgh: mi crítica en Tripadvisor aquí] y terminamos en una habitación con unas vistas sobre el Hotel Balmoral -donde se terminó de escribir Harry Potter- que no estaban nada mal. Aquello sólo podía mejorar.
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Monumento a Walter Scott
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La torre iluminada del Hotel Balmoral y la estación de tren.

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