Costa Azul día 4: Tolón y Marsella

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Le temps est à l'orage

Como ya habíamos vivido el primer día de viaje, es muy frecuente que haya tormentas en esta zona en esta época del año. A las 6:30 del día 17 de agosto de 2022 una impresionante tormenta nos despertó a todos. Vientos huracanados y muchísimos relámpagos unido a una lluvia torrencial (de lo que dieron cuenta las noticias aquí, aquí y aquí) nos hicieron posponer nuestros planes hasta que cesase la alerta.
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Por la mañana seguía lloviendo mucho, pero las tormenta parecían haberse alejado. Al final decidimos salir a desayunar fuera en algún sitio que pusieran bien. 
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Parques cerrados por las condiciones meteorológicas adversas

Tolón bajo la lluvia

Casi todos los lugares de desayuno o brunch habían cerrado por o durante la pandemia, pero esta búsqueda infructuosa nos importó poco porque nos brindó la ocasión de caminar bajo la lluvia en un preciosísimo y mojado Tolón al que cada vez le teníamos más cariño.
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De esta manera fue que terminanos en Les Halles, un mercado gastronómico que fue un delicioso descubrimiento. Les Halles son un concepto del grupo vasco Biltoki, que ha reconvertido estas antiguas salas municipales en un mercado gastronómico modernísimo con puestos de pescado, carne, pasteles, cafés, queso, vino... Y todo con una pinta deliciosa. 
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Hicimos un brunch magnífico con gofres de batata (deliciosos), tortitas de espinaca, café, cannelés...
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Cuando salimos el cielo había despejado, así que decidimos aprovechar la tarde conociendo Marsella.

Marsella

En Marsella encontramos un poco de atasco para entrar, pero conseguimos aparcar en un parking al lado del Puerto Viejo. Ya nos habíamos dado cuenta de algo: Marsella es diferente. La ciudad que le dio el nombre al himno del país galo (porque aquí se cantó por primera vez) es la ciudad más antigua de Francia (siglo IV, a.C., aunque conserva pocos vestigios de ello), además de la segunda ciudad más poblada después de París -tiene casi un millón de habitantes- y es un auténtico crisol de culturas. He de confensar que me habían hablado fatal de Marsella y me encontré una ciudad que, si bien no enamora, merece mucho la pena porque tiene un carácter único.

Vieux Port

Nuestra visita comenzó por el Puerto Viejo. La ciudad es el puerto más importante de Francia y uno de los más importantes del Mediterráneo. El Puerto Viejo, del que antaño partían las embarcaciones de pesca, sigue siendo hoy el corazón de la ciudad, aunque ahora está repleto de modernas embarcaciones de recreo y bien resguardado en el corazón de la metrópoli.
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El puerto se divide en tres quais,  los laterales son Quai du Port y Quai de Rive Neve y ambos confluyen en el Quai de la fraternité en el cual se encuentra un gran espejo diseñado por Norman Foster con ocasión del nombramiento de Marsella como Ciudad Europea de la Cultura en el año 2013. También aquí hay unas letras muy fotogénicas del festival estival anual de la villa o la blanca fachada de la antigua Capilla templaria, ahora Iglesia de Saint-Ferréol. Desde aquí se puede seguir por la Canebière, la arteria del centro de la ciudad y ver comercios y edificios elegantes, pero a nosotros nos tenía tan maravillados el puerto que preferimos seguir bordeándolo.
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Nuestro èté marseillais
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Église Saint-Ferréol les Augustins
 Ya desde el puerto nos empieza a llamar la atención la omnipresente Basílica de Notre-Dame de la Garde.
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Notre-Dame de la Garde, guardando Marsella.
En los quais del puerto se pueden encontrar  puestos de jabón de marsella, los barcos para excursiones al Castillo de If (donde estuvo preso Edmundo Dantés en la muy recomendable novela de El Conde de Montecristo) o la conexión entre los muelles laterales a través del ferry más corto de Europa por 0.50€.
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Puestos de jabón
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Ferry entre quais
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Ayuntamiento de Marsella
Sin duda el Puerto Viejo es un buen punto de partida para empezar a tomarle el pulso a la ciudad y es una de las zonas más animadas. Llegado casi hasta el final del Quai du Port decidimos ir a ver la catedral.
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Vista del Qua de Rive Neve desde el Quai du Port

Catedral

La Catedral de Marsella se asoma al borde del mar y sorprende su arquitectura bizantina a este lado del mediterráneo. Por dentro y por fuera resulta imponente y bellísima, por algo se le llama La Major. Es monumento histórico en Francia, a pesar de que no es demasiado antigua (se construyó en el siglo XIX). Sin embargo, su construcción supuso un gran hito, primero por sus dimensiones -comparable a la Basílica de San Pedro en el Vaticano-, después por sus materiales (mármol blanco de Carrara, pórfido y ónix de Italia y Túnez, mosaicos de Venecia y piedras verdes de Florencia) y porque no se habían construido catedrales en Francia desde hacía más de dos siglos. El estilo bizantino, por tanto, es totalmente impostado pero apropiado, ya que Marsella es la Porte de l'Orient.
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En la fachada los volúmenes, arcos, cúpulas y campanarios se alzan desafiantes proclamando la importancia de la ciudad, cosa que se hace también patente en su interior, con capacidad para 3.000 fieles.
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El interior se compone de una nave principal y sendas naves laterales recubiertas de bóvedas de crucería sostenidas por pilares de mármol rojo y blanco, capillas con cúpulas y una gran cúpula central octogonal, entre otros, que te dejan un tanto extasiado. Y es que está claro que está hecha para impresionar y demostrar el poder de la ciudad y que aún retiene a día de hoy.
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Nave central
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Detalle del interior
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Altar mayor con el baldaquino
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Juego de volúmenes y arcos
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Suelo de mosaico
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Cúpula octogonal
Cerca de la catedral se encuentra el famoso MUCEM (Museo de las Civilicaciones Europeas y del Mediterráneo) en un singular edificio en forma de cubo. Nos quedamos con ganas de visitarlo, porque preferimos pasear un poco por el barrio de Le Panier.

Le Panier

Le Panier es el barrio más antiguo y germen de Marsella. Los antiguos griegos (foceos realmente, de la actual Turquía) se establecieron aquí en el siglo IV. Primero fue hogar de pescadores y después de emigrantes venidos sobre todo de las colonias africanas francesas. Hoy en día se compone de calles estrechas y fachadas llenas de grafittis, con tiendas alternativas y un ambiente muy bohemio, aunque a veces puede dar la impresión de cierto peligro por la decadencia de algunas zonas. No obstante, esa sensación parece ser más una impresión, porque sus calles son animadas, llenas de ateliers de artistas, cafés que sirven comida orgánica o murales reivindicativos. 
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Calles de Le Panier
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Callejuelas de Le Panier I
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Callejuelas de Le Panier II
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Grafittis I

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Grafittis II

Notre-Dame de la Garde

Después volvimos al coche e intentamos llegar hasta Notre-Dame de la Garde, la basílica que tanto nos había llamado la atención porque se divisa desde prácticamente cualquier parte de la ciudad. Se encuentra en lo alto de una antigua fortaleza y está coronada por una estatua dorada de la Virgen María. Al igual que la catedral, también data del siglo XIX y su estilo arquitectónico es prácticamente idéntico (neobizantino).  
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Basílica de Notre-Dame de la Garde
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Restos de la antigua muralla de la fortaleza
Por desgracia no pudimos entrar al interior porque llegamos justo cuando estaban cerrando. Nos conformamos con las magníficas vistas desde lo alto, en la que se divisaba la dilatada extensión de la ciudad, amén de  Les Îles, es decir, el Archipiélago de Frioul.
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La inmensidad de Marsella
El Archipiélago de Frioul son cuatro pequeñas y rocosas islas antiguamente usadas como base militar o penal. Aquí se encuentra el Castillo de If, que sirvió de fuerte para defender las costas primero y prisión para todos los indeseables marselleses, después. A cada preso se le asignaba una celda en función de su categoría: los más pobres en la planta baja, sin luz y en condiciones tan insalubres que apenas sobrevivían 9 meses. Los más ricos, en la planta de arriba, en celdas más espaciosas con ventana y chimenea previo pago de ello. También era aquí donde el personaje protagonista de la novela de Alexandre Dumas, El Conde de Montecristo, se encontraba encarcelado al principio de su relato. Hoy en día es una de las atracciones turísticas más visitadas de Marsella.
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Archipiélago de Frioul
  Así dimos por concluido nuestro día que, contra nuestras previsiones iniciales, había sido muy provechoso.

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