Costa Azul día 5: Mónaco
Mónaco
Nuestro quinto y penúltimo día de viaje lo dedicamos al pequeños país de Mónaco, un micro-estado de tan sólo 2 km, el segundo más pequeño del mundo después del Vaticano. Está enclavado entre la costa y los Alpes, en plena Riviera Francesa, y ha sido gobernado por la Casa Grimaldi desde el siglo XIII, si bien no obtuvo su independencia hasta el siglo XIX.
Sin embargo, seguro que a vosotros, como a nosotros, lo que se os viene en la cabeza al pensar en Mónaco es lujo, yates, fórmula uno y el casino de Montecarlo. Y sin embargo, nos gustó.
Recién llegados a Mónaco |
Un poco de historia
Los primeros habitantes de Mónaco fueron los ligures (de la actual Liguria, en Italia) y posteriormente se convirtió en un puerto comercial fenicio. Los foceos (si os acordáis, los fundadores también de Marsella que eran griegos pero en realidad de la actual Turquía) fueron los que fundaron la colonia de Monoikos que después conquistaron los romanos.
Visigodos, francos y lombardos dominaron el territorio tras la caída del imperio romano y hasta su incorporación al Imperio Carolingio. Los Grimaldi, una familia con mucho poder procedente de Génova, estableció allí su señorío en el siglo XIII tras una serie de disputas políticas y luchas de poder en el seno de la República genovesa. Y, muy resumidamente, allí se quedaron como príncipes hasta hoy formando un país independiente.
La Condamine
Tras un trayecto de 2 horas de coche desde Marsella llegamos a Mónaco a través de sus característicos y angostos túneles de entrada. Nos sorprendió mucho que no hay ningún tipo de control para pasar de un país a otro, se considera zona Schengen de facto.
Nuestra primera toma de contacto fue con La Condamine, es decir, la parte del puerto que fue donde aparcamos el coche. Las edificaciones apretadas unas contra otras y de varias alturas ya nos da una idea de que la densidad de población por km2 es muy alta. De hecho, es el segundo país más densamente poblado del mundo.
Puerto de Mónaco |
Edificios del puerto, mirando al mar. |
Más edificios |
Alpes, al fondo. |
Vista general de La Condamina con Montecarlo al final. |
Mónaco-Ville o Le Rocher
Nuestra visita siguió por el barrio de Mónaco-Ville pero más conocido como Le Rocher (La Roca) porque se encuentra en un promontorio rocoso y fortificado. Aquí se encuentran las principales instituciones judiciales, religiosas y políticas del país, incluido el Palacio del Príncipe y la Catedral. Nos gustó constatar que todavía conserva algo de su pasado de villa medieval, con calles peatonales y bonitos rincones. Subiendo hacia La Roca una estatua de Rainiero III nos da la bienvenida.
Una vez arriba, lo primero que nos encontramos fue el Palacio del Príncipe, la residencia oficial de los monarcas, y que nos dejó un poco ojipláticos debido a su aspecto. Y es que esperábamos algo mucho más glamuroso. El palacio es una antigua fortaleza que fue prácticamente reformada en su totalidad durante el siglo XIX No quisimos entrar, había mucha cola, hacía mucho calor y yo no me encontraba todavía bien del todo.
Preferimos pasear un poco por la zona vieja, en sombra y llena de tiendas de recuerdos y restaurantes, placitas y otros rinconcitos bonitos. El pequeño centro es peatonal, y las fachadas de las casas son de color amarillo-ocre-anarajnado, tal y como también vimos en Antibes o en Saint Tropez.
Calles de La Roca |
Plaza de San Nicolás |
Palacio de Justicia |
Tras un pequeño paseo de reconocimiento, decidimos pararnos a comer porque estábamos bastantes cansados después de las 2 horas en coche y el calor (Restaurante L'Estragon: Mi crítica en Tripadvisor aquí).
Después de comer nos acercamos hasta la Catedral de Mónaco, cuyo aspecto actual neorrománico data de finales del siglo XIX. Aquí están enterrados Rainiero III y Gracia de Mónaco (Grace Kelly, antigua actriz norteamericana reconvertida en princesa), habituales del papel couché y de las exclusivas en Hola. Nos quedamos con las ganas de ver su interior, su trono episcopal de mármol de carrara y su órgano, porque nos la encontramos cerrada a cal y canto.
Catedral de Mónaco |
Un poco más lejos el enorme y renombrado Museo Oceanográfico descansa mirando al Mediterráneo. El museo es museo y acuario, y estuvo dirigido durante muchos años por el afamado Jacques Cousteau. Sin embargo, por ética, decidimos no entrar, ya que no nos gustan las atracciones en las que hay animales en cautividad y, si podemos, las evitamos. Sin embargo, es uno de los sitios más visitados del principado a juzgar por las colas que vimos.
Museo Oceanográfico |
Vista lateral del museo |
Paseamos por los Jardines de San Martín, que nos gustaron mucho. Se fundaron en el siglo XIX (sí, también, parece que durante este siglo renovaron todo) y es un frondoso y muy cuidado jardín con unas increíbles vistas del barrio de la Fontvieille y el mar Mediterráneo. Además está decorado con estanques y estatuas y en conjunto es un lugar muy agradable y fresco.
Estatua en los jardines |
Estatua de Alberto I como un pescador |
Vistas de la Fontvieille |
Ministerio de Estado, sede del primer ministro. |
Después volvimos a bajar a La Condomine, dirección Montecarlo.
La enésima vista de La Condomine, hipnótica. |
Recorrimos La Condomine de punta a punto, a través de su enorme explanada aledaña al puerto. Un pequeño tiovivo marca el punto intermedio.
Montecarlo
Montecarlo sea quizá el barrio más conocido de Mónaco debido a que la mayor parte del circuito de fórmula 1 transcurre por aquí. Pero aquí está también a su casino y la mayor concentración de hoteles y coches lujosos, estrellas de cine y millonarios del territorio. La consigna, en estos casos, es destacar lo máximo posible, así que los coches cuanto más lujosamente extravagantes, mejor. No en vano Mónaco es el país con el PIB per cápita más alto del mundo.
El Casino de Montecarlo es quizá el monumento más conocido de esta zona. Fue construido en el siglo (adivináis?) XIX por Charles Garnier, el mismo que realizó la Ópera Garnier de París.
Casino de Montecarlo |
Detalle de la fachada |
Plaza del Casino |
El casino reflejado en la esfera de la fuente |
Habiendo visto lo principal pusimos fin a la visita para intentar ver algún pueblo de alrededor. Sin embargo, a mi me quedó la sensación de que Mónaco todavía tenía algo más que ofrecer, y me hubiera gustado ver algún jardín más como El Jardín Exótico o el Jardín Japonés o pasear otro de los barrios más emblemáticos, La Fontvieille.
Los atascos de la Costa Azul en agosto
A la vuelta, y saliendo de Mónaco, se encuentra la pequeña ciudad de Éze en lo alto de un escarpado al borde del mar -otra village perché de las que tanto abundan por ahí. Queríamos para a verlo pero por mucho que buscamos fue imposible encontrar sitio donde aparcar, estaba todo lleno de coches por todas partes. Llegamos a meternos en un parking de pago, pero ahí nos quedamos atrapados porque era minúsculo y no podíamos maniobrar para salir debido a la cantidad de coches que había buscando sitio. Al final desistimos y tras un rato salimos del parking y pusimos rumbo a Saint-Paul-de-Vence.
Lo único que pudimos ve de Éze. |
Por desgracia, el tramo de Niza a Cannes estaba atestado de coches, así que tuvimos también que desistir de visitar nada porque ya vimos que íbamos a tardar muchísimo en llegar con semejante atasco.
Pusimos rumbo a Marsella y de vuelta al hotel nos relajamos un rato en la habitación y cenamos allí después de pedir al servicio de habitaciones una riquísima ensalada de figatelli, higos y queso de cabra.
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