Excursión a Chaves

Nuestro último día de finde en la zona de Verín lo dedicamos a explorar el cercano sitio de Chaves, en Portugal. Esta ciudad está muy relacionada con las aguas termales, al igual que Verín. De hecho, en tiempo de los romanos su nombre era "Aquae Flaviae". La verdad que esta pequeña ciudad nos sorprendió muy gratamente porque es muy agradable y porque siempre es un placer volver a Portugal.

Lo primero que visitamos fue el Castillo de Chaves, del que sólo queda en pie la torre del homenaje. Este castillo defendía la frontera con Galicia. A sus pies se extiende un bonito jardín elevado delimitado por murallas desde las que se obtiene una vista de la parte más nueva de la ciudad.

Torre del homenaje

Castillo de Chaves

Jardines

En el interior de la torre hay un pequeño museo militar, pero vale la pena entrar para subir a ver las vistas desde lo alto.

Vistas I

Vistas II con la Iglesia de Santa María Maior.

Ayuntamiento de Chaves

Nos acercamos hasta el río Támega, donde pudimos admirar el Padrón de los pueblos, la columna conmemorativa de la construcción del puente con el nombre de varios pueblos y emperadores romanos.

Padrón de los pueblos

El Támega, a su paso por Chaves.

Tuvimos tiempo de degustar de aperitivo unos pasteis de Chaves antes de ir a comer a un sitio muy recomendable (Restaurante Leonel: mi crítica en Tripadvisor aquí) y volver a casa.

Ruta de los Balnearios

Verín es una localidad ourensana muy famoso en Galicia por su Entroido (carnaval), su castillo y sus balnearios. Además es la tierra de origen de la madre de mi tío, y como no la conocíamos y siempre nos hablaba de ella decidimos hacer esa excursión en familia (con mis padres, hermana y tíos) para conocer esa zona. Empezamos el día haciendo una ruta por los distintos balnearios de la ciudad, ya que Verín es muy conocida por sus fuentes termales y sus aguas minero-medicinales. Por supuesto, nos llevamos unas botellitas para coger agua y también para catar los distintos sabores. En cada sitio informaban de las propiedades y composición de las aguas.

Balneario de Caldeliñas

La primera parada fue en el antiguo Balneario de Caldeliñas, hoy en ruinas. Las aguas que aquí brotan fueron declaradas de utilidad pública en 1859 y sus aguas están recomendadas para problemas de piel y reumatismos.

Ruinas del balneario de Caldeliñas (exterior)

Interior del balneario

Fonte do sapo

La siguiente parada fue en A Fonte do Sapo, la más popular de todas. Se encuentra en medio de un bosquecillo y no tiene infraestructura alrededor, sino que es sólo una fuente. Sus aguas son recomendadas bebidas para dolencias gastro-hepáticas y trastornos respiratorios y en aplicación externa para cuidado de la piel. Como era el sitio más "normal" y nos entretuvimos charlando en familia sólo tengo foto del bosque que tuvimos que atravesar para llegar hasta allí:

Balneario de Cabreiroá

Las aguas del Balneario de Cabreiroá se declararon minero-medicinales por Ramón y Cajal en 1906 y además de un balneario se comenzó con la actividad comercial embotelladora. Al balneario acudían gentes de todas partes y llegó a convertirse en un destino turístico para la burguesía que tuvo que cerrar con el estallido de la Guerra Civil española.

Se trata tal vez del más conocido ahora mismo fuera de la zona por ser una popular marca de agua mineral a nivel gallego tras ser comprada por el grupo cervecero Hijos de Rivera S.A. (fabricante de la cerveza Estrella Galicia). También es el que tiene el edificio mejor conservado y más bonito. En el entorno del manantial nos encontramos el antiguo balneario (hoy cerrado pero perfectamente conservado) y un pequeño edificio, el pabellón de aguas, con un curioso interior octogonal que es el único que se encuentra abierto.

Sus aguas son muy buenas para la digestión y los problemas de piel.

Exterior del pabellón del agua

Interior del pabellón

A Fontenova

Esta fuente también tiene un pequeño balneario que ahora se encuentra cerrado y un pabellón de aguas. El pabellón es bastante más cutre que el de Cabreiroá pero tiene un montón de pósters de anuncios de agua, puesto que también se dedicaban a embotellar, y son curiosos de ver. Estas también son buenas para la digestión (casi todas tienen propiedades parecidas).

Pabellón de aguas de A Fontenova

Sousas

El último sitio que visitamos en la ruta fue el pabellón de aguas de Sousas, quizá el más sencillo de todos. Sus aguas están recomendadas para trastornos del aparato urinario y el riñón, y por supuesto también del aparato digestivo. También contaban con balneario y planta embotelladora. La actividad comercial persiste hasta el día de hoy.

Pabellón de Sousas

Paramos a comer en Verín (Restaurante Lugano: mi crítica en Tripadvisor aquí). Después dimos una vuelta por Verín muy rápida, y nos topamos con una escultura dedicada a su entroido (carnaval). Se trata de un cigarrón, el personaje típico del carnaval.

Homenaje al carnaval de Verín, en forma de cigarrón.

Castillo de Monterrey

La tarde se la dedicamos a otra de las maravillas de la zona: El Castillo de Monterrey. Se trata de un castillo fortaleza que domina el Valle del Támega que formaban parte del monasterio de Celanova. Debido a su ubicación, en la frontera con tierras portuguesas, fue fortaleza defensiva de los límites del reino de España. Aquí se asentaron también algunas de las familias de mayor linaje de Galicia como los Ulloa, los Fonseca o los Zúñiga.

También se instaló aquí la primera imprenta gallega y se imprimió el primer libro, el misal auriense.

El castillo se encuentra formado por tres recintos amurallados. En el primer recinto se encuentra el castillo (hoy Parador Nacional), la Torre del Homenaje, la Torre de las Damas, la iglesia de Santa María de Gracia y el Palacio de los Condes de Monterrey.

Patio de armas con la iglesia al fondo

El Palacio de los Condes y la Torre de las Damas

Otra vista del Palacio de los Condes (fachada sur)

Patio del palacio y vistas

El palacio se puede visitar en visita guiada, pero a esas horas ya no había ninguna, así que nos tuvimos que conformar con verlo por fuera. Sí pudimos visitar la Torre del Homenaje, de 22 metros de altura. Hoy en día se accede a través de unas escaleras de metal, pero en origen eran unas escaleras de madera que se quitaban, para evitar inflitraciones. Llama la atención también la claridad en el interior, a pesar de que apenas tiene ventanas.

Torre del homenaje (izquierda)

Interior de la torre

Grabados en la piedra

 Las vistas de lo alto de la torre alcanzan muchos metros. Soplaba mucho viento allí arriba y daba un poco de vértigo, porque te podía tirar.

Vistas desde la torre

En el segundo de los recintos se encuentran diversas construcciones rodeando al primer recinto, unos en mejores condiciones que otros. Se pueden apreciar restos de hornos y otras edificaciones dedicadas a dar servicio  al castillo.

Murallas del Castillo desde el segundo nivel.

Una de las edificaciones que mejor se conservan en este nivel es el Hospital de Peregrinos, construido para dar servicio a los peregrinos a Santiago cuando se puso de moda esta ruta.

Puerta del Hospital

Museo Claustro Mercedario

Después volvimos a Verín y visitamos el Museo Claustro Mercedario. El museo nos lo explicó un guía y fue muy interesante. Se cuenta la historia de los primeros pobladores de Verín, procedentes de distintas partes y que terminó de consolidarse con la llegada de la Legión VII de Roma. El nombre de Támega, que da nombre al río y al valle, de origen latino, es el mismo vocablo del que deriva el río Támesis, en Londres.

También hay muestras sobre la importancia del vino en esta zona desde muy antiguo, y representaciones de diferentes herramientas para elaborarlo.

Claustro del museo

Terminada la visita Mr. Knook y yo nos fuimos con la peque a descansar, mientras que el resto de la familia se fue a cenar por ahí y se entretuvieron por ahí un poco más (A Morada do Cigarrón: mi crítica en Tripadvisor aquí).

Este es un post que intenta resumir las experiencias del viaje, esas cosas que luego se olvidan con el tiempo y que realmente constituyen casi la esencia del viaje. Éstas han sido las nuestras:

NOS HA ENCANTADO

• La amabilidad de los húngaros: ya lo sabíamos pues eran muchos los viajeros que lo comentan en sus diarios pero es totalmente cierto ¡son adorables!
• Budapest en otoño: Los parques y los árboles teñidos de amarillo, verde y marrón pusieron un bonito decorado a nuestros paseos por la ciudad.
• Las estatuas que decoran toda la ciudad y en los sitios más insospechados.
• La tranquilidad que se respira en la ciudad. A pesar de ser una ciudad muy grande no es nada agobiante para el turista y tiene muchos rinconcitos para relajarte y pasar una tarde tranquila y agradable, como el parque de la Isla Margarita.
• Los dos ambientes de la ciudad: Tanto Buda como Pest tienen su propia alma, cada una es diferente y tiene su propio encanto.

IMPRESCINDIBLE

	Basílica de San Esteban: La catedral de Budapest y un edificio imponente, la iglesia católica más grande del país. Desde lo alto de las torres se puede hacer uno a la idea de lo inmensa que es Budapest.
	Barrio Judío y Gran Sinagoga: La historia de Budapest, los judíos y el nazismo es escalofriante. Una visita por el barrio judío nos da una idea de la gran cantidad de población semita que acogía la ciudad. La Gran Sinagoga es una muestra representativa de la importancia de esta religión, tanto por su especial decoración como por ser una de las más grandes del mundo.
	Iglesia de Matías: Sin duda la joya de Buda, una iglesia profusamente decorada con frescos y vidrieras, testigo de bodas y coronaciones reales.
	Bastión de los pescadores: Sin duda el mirador más especial sobre el Danubio. De un lado el Parlamento y detrás la Iglesia de Matías. Cuenta además con varios pisos y torres para explorar que harán las delicias de los más pequeños (y algunos mayores entre los que me incluyo).
	Parlamento: La estampa más famosa de Budapest y la tercera sede de gobierno más grande del mundo. Construido a semejanza del Parlamento de Westminster, en Londres, se ha ganado su fama por méritos propios.

NOS HA DECEPCIONADO

• El Parlamento. Vale, sí, es un imprescindible sin duda, pero no estuvo a la altura de nuestras expectativas. Nos lo imaginábamos más impresionante por dentro y nos llevamos un poco de chasco.
• Algunas partes que estaban pocos cuidadas (tal vez si no hubiésemos estado en Praga antes no nos hubiéramos ni fijado).

Los #budapestfacts

COMIDAS TÍPICAS PROBADAS

	Goulash: El plato más famoso de la nación. Se trata de un guiso con carne y mucho pimentón. Dependiendo del sitio pueden añadir otro tipo de verduras como patatas, puerros, cebolla, más o menos carne, hacerlo más tipo guiso o sopa. Está por todas partes.
	Schnitzhel: Un plato que realmente es austríaco pero que se expandió por los dominios del imperio. Se trata de una milanesa que normalmente va a acompañada de patatas.
	Salami: Este embutido tiene origen italiano pero se expandió por Hungría cuando un húngaro que quedó prendado de el tras un viaje a Italia empezó a fabricarlos y distribuirlos por el país.
	Kürtőskalács: Este postre tan empalagoso ya lo habíamos probado en Praga, aunque es típico de Hungría. Volviéndolo a probar confirmamos lo que ya sabíamos: no nos gusta, ¡es pesadísimo! Fuente de la foto: wikipedia

Museo Nacional de Hungría

Nuestro último día amaneció lluvioso y aprovechamos para visitar el Museo Nacional de Hungría. El edificio es de estilo neoclásico, aunque estaba en obras y no se podía apreciar bien. En él se expone la historia del país desde la prehistoria hasta la actualidad. No es un museo excesivamente grande, por lo que si se tiene interés es bastante recomendable.

La exposición comienza por la prehistoria, mostrando los primeros asentamientos en estas tierras. Se expone, por ejemplo, la reconstrucción de una cueva del paleolítico, una cabaña de la época neolítica, artefactos de la edad de bronce y de la edad de hierro, de los romanos, etc.
En esta parte de la exposición se exponen también objetos de oro encontrados del periodo de las grandes migraciones. Se trata de un período que nosotros conocemos más por el de las "invasiones bárbaras", en las  que pueblos tanto del este (como hunos y avaros) como del oeste (boyos de procedencia germánica) se asentaron en territorio húngaro. Hay piezas verdaderamente espectaculares como la diadema huna o los broches en forma de cigarra.

Detalle de la diadema de oro y pideras preciosas

Detalle de los broches de cigarra

La exhibición continúa con la historia del asentamiento de los magiares y la fundación del reino cristiano de Hungría a través de diferentes objetos. También se nos acerca a los diferentes reyes y dinastías, la edad media con sus vestimentas, orfebrería y la ampliación de las tierras que lindaban ya con el Imperio Otomano. Posteriormente la invasión turca, la expulsión, el Imperio Habsburgo, la ocupación rusa y el comunismo... En resumen un recorrido didáctico por toda la historia de la tierra magiar.

Respecto a la arquitectura interior del edificio lo más llamativo es la enorme escalera decorada con frescos y tonos dorados:

En los sótanos del edificio se encuentran mosaicos y un lapidario romano de la época de Panonia, el nombre de la provincia con el que se conocían estas tierras cuando pertenecían al Imperio Romano.

Lapidario romano

También aquí se encuentra la emblemática bandera con un agujero en medio, símbolo de la Revolución de 1956. En un acto de libertad y ruptura con las presiones rusas, los revolucionarios le arrancaron el escudo del centro. Hoy en día una reproducción de la misma ondea frente al Parlamento de Budapest en recuerdo de los muertos durante las revueltas.

Mercado Central

Cerca del Museo se encuentra el Mercado Central, construido a finales del siglo XIX. Se trata de un mercado donde se pueden encontrar productos frescos como carnes, pescados y verduras y también mucha oferta de productos típicos orientada al turista como salamis, vinos tokaji y especias para el goulash como el pimentón. Además también se venden productos típicos no comestibles como textiles, juguetes, etc.

Mercado central

Interior del mercado

Productos típicos a la derecha, principalmente, pimentón.

Café New York

Los otros días habíamos pasado las comidas en cafeterías y con tentempiés donde nos cuadrase porque sentarse a comer implicaba perder más tiempo y las atracciones turísticas solían cerrar pronto, de esa manera aprovechábamos mejor el día y las horas de luz. Pero en este caso era nuestro último día, ya no nos quedaba mucho por ver y lo que nos quedaba no estaba sujeto a horarios, así que hicimos una comida más formal en el Café New York

Se trata de un café muy frecuentado por los escritos de la época decorada en estilo renacentista italiano. Mr. Knook se sentía un poco fuera de lugar entre tanta pompa, pero luego los que estábamos allí éramos casi todo turistas, así que no era para tanto. Es verdad que la peque no paraba quieta, quería coger todo lo que había en la mesa y hubo que comer por turnos, pero el personal era muy majo y se acercaban a hacerle carantoñas y decirle cosas y los otros clientes también, así que por esa parte la cosa fue muy agradable (New York Cafe: mi crítica en Tripadvisor aquí).

Salón del café

Detalle de la decoración

Goulash y snitchel para comer

Música en directo

Decoración de la planta baja

El Café se encuentra anexo al hotel del mismo nombre, un hotel de lujo a través del cual se sale pasando por uno de sus patios.

Instalaciones del hotel anexo

Cerramiento del patio

Balneario de Gellért

Tras la comida cogimos el metro para llegar hasta la Colina de Gellért. Según sales de la parada ya te encuentras el hotel mirando al Danubio, no tiene pérdida. El Balneario Gellért es, junto con el Szchenyi, el más famoso de Budapest y está anexo al hotel del mismo nombre. Su estilo es secesionista, por lo que llama la atención entre los demás edificios de corte más clásico.

Fachada del hotel

Para acceder al balneario hay que acceder a la entrada lateral del complejo. Aquí nos encontraremos con su decoración original, que sigue el estilo modernista de la fachada. Como en Szechenyi, no se podía visitar si no sólo acceder al balneario, pero no con un bebé que aún use pañales, así que de nuevo nos tuvimos que conformar con ver la piscina del otro lado y ver el hall de entrada. Quedará para otra ocasión el disfrutar de las aguas de la "ciudad spa".

Entrada al balneario

Suelo de mosaico

Detalle del techo y las vidrieras

Puente de la Libertad

Nuestro último destino fue el Puente de la Libertad. Lo cruzamos a pie para volver a la orilla de Pest desde Gellért, en Buda. Es un puente del finales del siglo XIX, que se encuentra al lado del Puente de Elizabeth (Sisi). Antiguamente se llamaba Puente de Francisco José (el emperador austro-húngaro). Es de estilo art nouveau y fue construido con motivo de las celebraciones del milenio. De todos los que cruzamos es el puente con más tráfico. De hecho, vimos un accidente justo a la entrada.

El intenso tráfico del puente

Las vistas desde aquí también son muy bonitas, pero en el medio del puente y sobre el río el viento era muy fuerte, así que lo cruzamos rápido porque nos estábamos quedando heladitos.

Con la niña bien a resguardo del viento

Vistas

Volvimos al hotel de nuevo por la calle Váci Utca, esta vez recorriéndola en su totalidad, y disfrutando nuestros últimos momentos en la ciudad.

Epílogo

El regreso fue bastante cansado. Llegamos con retraso a Madrid y por poco perdemos la conexión. La peque estaba muy cansada pero no era capaz de dormirse, así que tuvimos que pasearla por el pasillo del avión para intentar dormirla. No olvidaré la cara de Mr. Knook matándome con la mirada mientras paseaba por el pasillo esperando a que se durmiese xDDDD