Estambul día 1: Topkapi, Santa Sofía, Mezquita Azul, Cisterna Basílica, Gran Bazar

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Desayuno turco y cambio de habitación para empezar el día

Nos levantamos a las 8:00 habiendo dormido poco y mal. La habitación en el primer piso con paredes de papel no ayudó mucho a un buen descanso, y el durísimo colchón tampoco, así que yo estaba despierta ya a las 07:00 bastante hecha polvo por no haber descansado bien (¡y sólo era el primer día!). Bajamos a desayunar y el extraño desayuno turco no me convenció demasiado ni ayudó a mejorar mi estado anímico.

En general el desayuno turco se compone de huevo, tomate, pepino, dos tipos de queso, algún panecillo dulce y yogur. A mayores había también pan, mantequilla, mermelada, dos tipos de nocilla, varias mermeladas (para echar al yogur)  y pastas (parecidas a mantecados).
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El típico desayuno turco (en su versión salada)
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La parte dulce: yogur y pastas. El yogur turco tiene mucha fama y es realmente excelente.
Tras el desayuno pedimos un cambio de habitación, por lo menos una planta más arriba, para poder dormir mejor. Nos dijeron que no lo solían hacer, pero acabaron accediendo y nos dieron una habitación en la segunda planta, que acababa de quedar libre. Nos dijeron que ya hacían ellos el cambio de maletas, así que sólo tuvimos que asegurarnos de dejar todo recogido y metido dentro de las maletas.

Antes de salir pedimos información turística en la recepción. Nos dijeron fue que como ese día era el día del trabajo iba a haber manifestaciones, y que nos nos acercásemos a la Plaza Taksim porque podía ser peligroso. Afortunadamente no entraba en nuestros planes del día. Por fin salimos a la calle, que era lo que estábamos deseando, y pudimos comprobar cómo era el Estambul que hacía tanto tiempo que queríamos conocer. Al lado del hotel había obras y la calle tenía mucho tráfico. En ese momento nos pareció muy caótica. Las tiendas de las calles aledañas estaban ya abiertas, y eso que apenas eran las 09:30.
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Bazar de Arasta, cercano a nuestro hotel

El Palacio de Topkapi

La primera parada del día iba a ser el Palacio de Topkapi, Topkapı Sarayı en turcoLa verdad es que apenas estaba a 10 minutos andando del hotel, así que llegamos allí super rápido, sólo para darnos cuenta de que aún no teníamos dinero turco y no estábamos seguros de que cobrasen con tarjeta. Después de perder unos 20 minutos buscando un cajero, volvimos de nuevo a la entrada del Palacio.
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Visita guiada al harem de Topkapi

Una vez franqueada la entrada vimos una cola bastante grande. Mr. Knook se acercó a ver si podía ver cómo iba la cosa y yo me quedé en la cola. Mientras hacía cola se acercó un señor que anunciaba guías en español sin colas. La primera vez lo dejé pasar sin decir ni mu, pero la segunda vez no se qué se apoderó de mí que me hizo salir de la fila y presentarme para su tour. Vale, si que sé lo que fue, fue la horrible experiencia del día anterior haciendo cola durante dos horas en el aeropuerto. Por nada del mundo quería que me pasase lo mismo. El señor era un guía oficial, y ya tenía otros 4 españoles esperando para formar grupo. Mientras, yo trataba de encontrar a Mr. Knook entre la gente, y aún tardé unos 10 minutos en dar con él. Le comenté lo de la visita guiada y no le convenció mucho pero aceptó. El guía nos pidió 30TL de la entrada al palacio, 15TL por la visita al harem (estos eran los precios oficiales de las entradas) y 25€ por cabeza por la visita. En total por pareja hacían 240TL, unos 82€ y una pasta gansa, pero yo sólo veía la perspectiva de hacer cola dos horas como el día anterior y ya me agobiaba.

El señor esperó todavía un rato por si se unía alguien más al grupo, ya que decía que teníamos que ser 8. En vista de que no aparecía nadie, los otros chicos le dijeron que entonces le devolvieran el dinero y el guía, ante tal perspectiva, decidió seguir adelante y entró en modo explicación. Se presentó y nos dijo que se llamaba Mehmet. Primero nos contó un poco la historia del Palacio y después nos llegó directamente al Harem. A veces se trababa y decía frases sin sentido y las explicaciones realmente fueron bastante simples, me arrepentí bastante de haberme apurado tanto, seguro que con la audioguía hubiéramos ido mejor. Además habíamos encontrado unas expendedoras automáticas de entradas con una cola de unos 5-10 minutos justo cuando ya habíamos pagado. [Tip: En muchos sitios se puede sacar la entrada en unas taquillas estilo cajero automático, donde normalmente no hay que hacer cola, al contrario que en las taquillas normales.]

El Palacio de Topkapi fue construido por el Sultán Mehmed II, poco después de conquistar la ciudad, y fue el centro de poder otomano durante más de cuatro siglos. Desde 1465 hasta 1853 todas las decisiones del Imperio Otomano fueron tomadas desde aquí (a partir de esa fecha se trasladaron al Palacio de Dolmabahçe). El primer edificio que vimos es el Kubbealti, o Sala del Consejo Privado, donde se reunía el Consejo Imperial para la toma de decisiones.
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En la entrada del Kubbealti
El sultán podía seguir el consejo desde una ventana dorada sin ser visto.
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La famosa ventana, en la pared blanca del fondo.
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Techos de la sala
La entrada al harem estaba justo al lado. El harem estaba ocupado por las mujeres, hijos y concubinas del sultán, así como por su madre. A parte del sultán y sus hijos los únicos hombre que se permitían en el harem eran los eunucos negros, procedentes de Sudán y Etiopía. En estas estancias lujosamente decoradas vivían hasta 1.000 ocupantes. El harem funcionaba casi como una escuela femenina y las concubinas, que entraban en el harén a una edad de entre 5 y 12 años, recibían una completísima educación y a menudo eran casadas con importantes personas dentro del círculo del sultanato.
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El laberíntico harem, atestado de visitantes
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Detalle de los techos del harem
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Decoración del harem
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Detalle de los azulejos que decoraban las estancias
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Fuentes para garantizar la privacidad con el ruido del agua
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Dependencias del harem
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Las concubinas disponían incluso de una piscina exterior y otra interior (aunque ambas están vacías a día de hoy).
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Piscina vacía en el exterior del harem. Tras los arcos de la izquierda se dejan entrever la piscinas interiores.

Visita por libre a los patios y pabellones

Cuando el guía acabó con la visita al harem, salimos al segundo patio y nos dio un par de consejos para seguir visitando el palacio. Las cocinas (que albergan una valiosa colección de porcelanas) estaban cerradas por remodelación, así que esa parte ya no la pudimos visitar. Lo que sí visitamos fue la exhibición de armas y armaduras, con impresionantes muestras de las armas de los sultanes y armaduras lujosamente decoradas, más con función decorativa que militar. Visitamos también el Salón del Trono, donde el sultán se reunía con los gobernadores, y pasamos al tercer patio, donde se encontraban las estancias del sultán, por la Puerta de la Felicidad.
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Puerta de la Felicidad
Aquí visitamos el Guardarropa Imperial, por el que pasamos sin mucho interés, y el magnífico Tesoro. El Tesoro es impresionante, y a pesar de que había muchísima gente (especialmente una excursión de alumnos de un colegio visitando el palacio que en esta sala era especialmente incómodo) nos quedamos embobados con la cantidad de rubíes, esmeraldas, oro y demás joyas preciosas que hacen de esta colección una de las más ricas del mundo. En este patio también visitamos el Pabellón del Manto Santo, que guarda varias reliquias religiosas del profeta Mahoma (pelos de la barba, dientes, el estandarte que portaba en las campañas y su manto, entre otras). En este lugar reinaba un cierto aire sacro, ya que es un conocido lugar de peregrinación, y había muchísimos musulmanes venerando las reliquias. Había incluso un santón leyendo el Corán (supuestamente durante las 24 horas del día  pero esto no sé si es verdad o no, porque que yo sepa el Palacio cierra a determinadas horas). En ninguno de estos pabellones se podían hacer fotos (y algún fiel que venía detrás de nosotros no se pudo resistir y tuvo que aguantar que un guarda revisase su móvil y le borrase las fotos).

Una de las cosas que más nos llamó la atención fue la cantidad de gente que había por todas partes. Las turcas, además, iban casi todas ataviadas con el pañuelo en la cabeza, a pesar de que Turquía es un estado laico.
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Y por fin accedimos al cuarto patio, desde donde había unas magníficas vistas del Bósforo por un lado y del Cuerno de Oro por otro. También había más pabellones como el Pabellón de la Circuncisión o el Pabellón de Bagdag, que también visitamos.
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Vistas al Bósforo desde el Cuarto Patio
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Vistas al Cuerno de Oro desde el Cuarto Patio
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Pabellones del cuarto patio
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Delante del pabellón Revan
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Interior del Pabellón del Zagúan
Cuando nos quisimos dar cuenta llevábamos ya más de tres horas en el Palacio y yo estaba muerta de hambre, así que decidimos parar y comer allí, en la terraza, al sol (Konyali Lokantasi Topkapi Palace: mi crítica en Tripadvisor). El restaurante era bastante caro pero por lo menos las vistas eran buenas. Tuvimos que hacer cola para pedir (era buffet), y acabamos comiendo un kebab y una especie de empanadilla rellena de espinacas mientras disfrutábamos de las vistas.
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Kebab y especie de börek
 
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Barco de mercancías cruzando el Bósforo
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El primer puente del Bósforo, a lo lejos.

Tras salir de Topkapi intentamos entrar en el Museo Arqueológico, pero después de 15 minutos en la cola y ver que aquello no se movía desistimos y nos fuimos a otra parte.

Visitando Santa Sofía

Fuimos hasta Santa Sofía y para ello pasamos por delante de la Cisterna Basílica, donde había una cola bestial que nos llamó la atención, ya que a primera hora apenas habíamos visto a nadie. En Santa Sofía no había tanta gente como nos habíamos imaginado y apenas hicimos 10-15 minutos de cola. Para entrar hay que pagar 30TL cada uno y fue una pena no comprar la Museum Pass İstanbul, que permitía entrar en las principales atracciones de la ciudad sin hacer cola (después de haber pagado por entrar en Topkapi ya no nos compensaba comprarla). [Tip: siempre suele compensar comprar una de estas tarjetas, ya que sale más barato que pagar todas las entradas por separado y a veces también te ahorra colas]
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Santa Sofía por fuera. No dice mucho ¿verdad?

Una vez dentro la verdad es que me decepcionó. Un enorme andamio cubría toda la parte izquierda del templo y estaba todo bastante sucio. Tal vez fueran mis altas expectativas (no en vano llevaba AÑOS queriendo visitar Estambul), el cansancio o yo que sé, pero me esperaba algo que me dejara sin aliento y no fue el caso. Aunque he de reconocer que es muy chula (y vista en perspectiva, ahora me fascina) y lo que más llama la atención es su historia y su antigüedad.

Santa Sofía, Haghia Sophia o Ayasofya se construyó en el año 537 (¡¡¡tiene casi 1.500 años!!!), y era la tercera iglesia que se construía en el lugar tras destruirse y/o quemarse las dos primeras. Con la llegada al poder de los otomanos, en 1453, fue convertida en Mezquita y desde 1934 es un museo. La impresionante cúpula está considerada un milagro de la ingeniería, ya que se sostiene sobre otras medias cúpulas y reparte su peso hacia los contrafuertes, careciendo de tambor.
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Hoy en día se pueden ver elementos de su pasado islámico como los medallones de caligrafía, el mihrab y el almimbar.
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Medallones con los nombres de Alá, Mahoma y los cuatro primeros califas, entre otros.
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Almimbar
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Mihrab, que indica la dirección de la Meca
En la planta de abajo se encuentra el Pilar del Llanto, Columna de los Deseos o de los Lamentos. Cuentan que si metemos el dedo en ella y éste sale húmedo se nos cumplirá el deseo. Nosotros no probamos porque había que hacer cola (sí, estábamos muy quemados de gente y colas, ¡y sólo era el primer día!).

La galería de la planta de arriba era usada por las mujeres para rezar, y en ellas se pueden encontrar espléndidos mosaicos. Algunos de ellos están siendo restaurados, ya que fueron cubiertos de escayola al convertirse en mezquita y no se descubrieron hasta los años treinta. 052 - Ayasofya 053 - Ayasofya 054 - Ayasofya
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Mezquita azul vista desde Santa Sofía

Parque de Sultanahmet

Al salir de Santa Sofía nos acercamos hasta el parque situado justo enfrente. El Parque de Sultanahmet es un enorme parque con jardines y fuentes que comunica Santa Sofía y La Mezquita Azul.

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La Mezquita azul desde Sultanahmet Parki
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Santa Sofía desde Sultanahmet Parki
Todo estaría bien si no fuera por las hordas de gente que había por todas partes, que hacían las visitas mucho más agobiantes. Era día festivo también allí, y se notaba mucho.
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Gente y más gente en los alrededores de la Mezquita Azul

Mezquita azul o Sultanahmet Camii

Desde el parque nos acercamos hasta la Mezquita azul o Sultanahmet Camii, mucho más imponente por fuera que Santa Sofía.
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La Mezquita Azul fue mandada construir por el sultán Ahmed I (de ahí el nombre de Sultanahmet Camii) y su objetivo era convertirla en la primera mezquita del Imperio, sobrepasando a la Mezquita de Suleymán y a Santa Sofía. Además tiene seis minaretes, algo muy controvertido en la época, puesto que la única mezquita que tenía entonces seis minaretes era la de la Meca (esto se solucionó añadiendo un séptimo minarete en la Meca).

Lo primero que vimos fue el enorme patio, desde donde se puede ver una impresionante vista de las cúpulas en cascada y la fuente de las abluciones.
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El acceso para los turistas es diferente al de los fieles, y para entrar hay que descalzarse (los zapatos se pueden meter en las bolsas que hay y llevarlos contigo al entrar) y las mujeres deben cubrirse la cabeza. Si tu ropa no es apropiada (escotes, piernas u hombros descubiertos) deberás ponerte un pañuelo largo. Aquí primero desfilas por una especia de pasillo en donde revisan si estabas decorosamente vestido para poder entrar. En mi caso no pusieron pegas, pero otra gente tuvo que parar a cubrirse con uno de los muchos pañuelos que tenían en armarios a ambos lados del pasillo. [Tip: En las Mezquitas más grandes te prestaban los pañuelos, pero en las pequeñas no, así que siempre es mejor llevar uno por si acaso, que además también es más higiénico].

Por dentro está decorada con azulejos de Iznik, que dan a la mezquita el nombre de "azul" aunque están demasiado lejos para poder admirarlos. Del techo cuelgan miles de cuerdas que sostienen las enormes lámparas, típicas de las mezquitas.
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Yo me quedé un poco frustrada porque sólo podías contemplar el interior desde la barrera, literalmente. A los turistas no nos dejaban acceder al centro, al contrario que en la Mezquita de Alabastro de El Cairo, lo que hacía la visita mucho menos auténtica.
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Vistas desde la barrera
A pesar de que para entrar, esta vez no tuvimos que hacer colas, el interior estaba lleno de gente, y te pusieras donde te pusieras molestabas.
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Zona de la Mezquita reservada a turistas ¡a tope!
Al salir encontré un trébol de cuatro hojas en el jardín que rodeaba la mezquita (os juro que era de cuatro hojas a pesar de que en la foto no se aprecie muy bien). Además coincidimos con los de un equipo de baloncesto (¿alguien sabe cuál?).
066 - Sultanahmed Camii (Mezquita Azul) 067 - Sultanahmed Camii (Mezquita Azul)

Hipódromo de Constantinopla

Justo al lado de la Mezquita azul se encuentra el Hipódromo. Aquí podemos encontrar dos obeliscos, el obelisco de Constantino y el obelisco de Teodosio. Este último fue traído desde Egipto, concretamente desde el Templo de Karnak. También está aquí la Columna Serpentina, traída desde Delfos por Constantino.
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Obelisco de Teodosio en primer plano y el de Constantino al fondo

Yerebatan Sarnici o La cisterna Basílica 

Tras la visita a la Mezquita Azul nos acercamos hasta la la Cisterna Basílica, conocida en turco como Yerebatan Sarnici. Aquí también había mucha cola, pero si te apuntabas a una visita guiada por 10TL (aproximadamente 3€), te saltabas la cola. Accedimos sin pensarlo, por 3€ al cambio no valía la pena hacer cola, así que cogimos la visita guiada en inglés (no la había en español). En 10 minutos el guía nos contó la historia de la cisterna y nos dejó el tiempo libre para sacar fotos.

Estambul carece de fuentes naturales de agua dulce, así que era necesaria transportarla mediante acueductos desde los alrededores.Para asegurarse el abastecimiento de agua y resistir el asedio, los bizantinos construyeron varias cisternas subterráneas. Ésta en concreto se construyó en el año 532, ocupa una extensión de 9.800 m2 y tenía capacidad para 80 millones de litros de agua. El nivel del agua llegaba hasta casi cubrir las columnas, y estaba llena de peces porque era una buena forma de ver si el agua estaba envenenada (si lo estaba los peces morirían).
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El guía nos dijo que aquí también había una Columna de los deseos, y en ésta si que probamos suerte porque no había casi gente.
069 - Yerebatan Sarnici
La verdad es que éste fue uno de los sitios que más nos gustó de Estambul. Se respiraba un ambiente mágico, y la construcción es igual de antigua que Santa Sofía. Pensar que estábamos ante un monumento tan antiguo y con tanta historia era increíble.
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Era normal en aquella época reutilizar materiales de construcción procedentes de otros templos, como por ejemplo las famosas cabezas de medusas, que según se cree proceden de antiguos edificios griegos. Como según la mitología la mirada de medusa te convierte en piedra, las cabezas se pusieron boca abajo y de lado.
073 - Yerebatan Sarnici

El Gran Bazar

Tras salir de la cisterna nos acercamos hasta el Gran Bazar, que estaba un poco alejado de donde estábamos, pero aún teníamos horas de luz por delante. De camino hacia allí probamos el zumo de granada, aunque se pasaron exprimiendo y sabía bastante amargo. Yo no fui capaz de acabármelo... El zumo nos costó 5TL, pero por lo visto se puede conseguir a 1TL en sitios menos turísticos.
079 - Kapalıçarşı (Gran Bazar)
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Los restos de la piel amarilla de la granada eran demasiado amargos y apagaban todo el dulzor del zumo

Hicimos la entrada al Gran Bazar por una de las 22 puertas que tiene, pero no por la más conocida, Beyazit, que tiene el sello imperial.
081 - Kapalıçarşı (Gran Bazar)
El Gran Bazar (Kapalıçarşı en turco) fue fundado en 1461 por Mehmet II para convertirse en el centro comercial del imperio y es a día de hoy el mercado cubierto más antiguo del mundo.  En origen disponía de hoteles para los viajeros, una casa de baños y hasta una escuela. Hoy entre sus calles sólo hay comercios y más comercios de todo tipo (cuenta con más de 4.500 tiendas y ocupa unos 300.000 m2).

La calle por la que entramos era la de los joyeros y alucinamos con la cantidad de gente que había y las carísimas joyas expuestas en los escaparates. Piezas de oro, plata, diamantes y miles de brillantes calle tras calle.
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Para salir del mogollón nos fuimos metiendo por las calles menos transitadas. Pronto la gente empezó a marcharse, ya que se acercaban las 19:00, hora en la que cierra el bazar.
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Puestos del bazar
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Letreros de información y banderas turcas adornando

Primera cena en Estambul

Para cenar decidimos acercarnos hasta un sitio que habíamos visto a mediodía que nos había llamado la atención (Restaurante The Han: Mi crítica en Tripadvisor). El sitio era muy chulo y en el escaparate había unas señoras haciendo una especie de crepes turcas llamadas gözleme que tenían muy buena pinta. Por desgracia los sitios más guays (los que tenían cojines para sentarse) estaban todos ocupados, así que nos tuvimos que conformar con una mesa normal y corriente.
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Para cenar pedimos de primero mezze (entremeses) variados, que estaban muy buenos. Entre ellos había yogur con ajo, ensalada de berenjenas, hummus, rollitos de parra (yaprak), queso feta, una especie de ensaladilla rusa, algo parecido al baba ganoush y otros más de los que no me sé los nombres pero que estaban muy ricos.
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Plato de mezze variado
De segundo pedimos un kebab que venía en una sartén del que no recuerdo el nombre y otra carne acompañada con bulgur de la que tampoco recuerdo el nombre del plato.
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Kebabs
Por supuesto no pudimos resisitirnos a probar el gözleme, que a mi me gustó mucho aunque es bastante seco. El hecho de que lo pidiéramos relleno de patata y espinacas tampoco ayudó a que estuviese más jugoso, pero en general suelen ser todos así.
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Gözleme
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Interior del gözleme
Al salir del restaurante la ciudad presentaba otro aspecto más tranquilo, los turistas ya se habían ido y no había tanta gente por la calle, aunque el ambiente seguía siendo animado.
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Durante todo el día habíamos visto unos pasteles enormes con pintaza y por eso para tomar el postre fuimos a una cafetería-pastelería (Cafetería Edebiyat Kıraathanesi: Mi crítica en Tripadvisor). La carta era impresionante, jamás había visto una carta tan extensa. Postres y más postres turcos, impresionantes tartas, batidos...
097 - Edebiyat Kiraathanesi
098 - Edebiyat Kiraathanesi
Había decenas y decenas de variedades de baklava

Al final nos decidimos por un trozo de tarta de fresas y 4 piezas de baklava. La tarta ni fu ni fa, pero el baklava estaba espectacular, sabía intensamente a mantequilla y se deshacía en la boca. A mi no me gustan demasiado los pasteles turcos porque son demasiado dulces, pero recomiendo probarlos, porque estaban impresionantes (eso sí, no muchos que empalagan).
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101 - Edebiyat Kiraathanesi
¿Dije decenas?
Después pusimos rumbo al hotel, no sin antes contemplar la Mezquita azul de noche y los cánticos que de ella salían:
102 - Mezquita azul
Al llegar al hotel comprobamos que nos habían cambiado la habitación a la de la planta de arriba, esta vez nos tocaba una habitación azul en vez de una rosa, aunque seguía teniendo la misma decoración rococó que la otra.
103 - En el hotel 104 - En el hotel
Por suerte el colchón era un poco más blando que el de la otra habitación (sólo un  poco, un nada, en realidad) pero estábamos tan cansados que caímos rendidos.

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