Huelva día 4: Río tinto, Aracena y Gruta de las Maravillas, Jabugo.
Minas de Río tinto
El plan de hoy era visitar Minas de Río Tinto y la Sierra de Aracena, pero al llegar al Museo de Río Tinto vimos que no iba a ser todo tan fácil. Y es que en Río Tinto se pueden visitar muchas cosas, pero no todas a la vez ni el mismo día.
El museo ofrece entre otras la visita a dos minas, el ferrocarril minero y la Corta Atalaya, entre otras. Yo quería ver la Mina Corta Atalaya, que es lo que queda de la antigua mina, pero resulta que los días de visitas se alterna y justo el día que estábamos no era. O decidíamos volver otro día -perdiendo de nuevo el tiempo de llegar hasta aquí que era casi una hora y otro día entero de ver otra cosa-o no nos quedaba más remedio que olvidarnos de esa visita y elegir otra.
Era difícil decidirse, porque no sabíamos muy bien en qué consistían las visitas ni tampoco nos lo quisieron explicar muy bien. Directamente al vernos con niños nos recomendaron el ferrocarril minero y la visita al museo.
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Museo Minero |
Museo de Río Tinto
El museo hace un recorrido de lo que fue la explotación minera de la zona desde los antiguos romanos hasta los modernos ingleses con la Rio Tinto Company Limited, precisamente los que construyeron el ferrocarril hasta el puerto y el muelle de carga mineral que tanto nos había gustado el día anterior.
El edificio del museo se encuentra en el antiguo hospital de la compañía. Empiezan contando sobre el descubrimiento de minerales en época prehistórica, hay una recreación de la mina romana (la parte que más le gustó a las niñas), instrumentos, herramientas y maquinaria, locomotoras, etc.
Luego se centran en la labor de la Rio Tinto Company. Todo desde el punto de vista de la sostenibilidad y la maravilla geológica, obviando los daños a la tierra y los posibles peligros y tóxicos vertidos y contando muy por encima las huelgas donde fallecieron trabajadores reclamando mejoras para la salud y condiciones retributivas mejores.
Ferrocaril minero
Como comentamos, al vernos con niños nos recomendaron el tren, que a mi no me hacía ninguna gracia, pero acabamos claudicando porque poco más era viable ese día. Se podía elegir entre la visita a las 13:30 horas o a las 16:30, ambas visitas matadoras en pleno agosto. Al final elegimos la primera.
Teníamos que coger el coche e ir al punto de salida del tren, a unos 10 minutos del edificio del museo. Allí esperamos bajo el sol abrasado a que nos dejaran montar en una locomotora de madera, reconstruida de las originales del siglo XIX. Hay trenes de diésel y de vapor. El de vapor sólo está disponible unos días del mes, así que nos tocó el diésel. En total haríamos unos 22 kilómetros entre ida y vuelta. Obviamente, sin aire acondicionado, sin insonorización, sin nada. Ésa es la experiencia...
Cuando por fin nos dejaron entrar ocupamos unos asientos y empezó una locución por los altavoces que nos iba explicando un poco la historia del lugar y lo que veíamos por la ventana. Esto duró 5 minutos, porque en cuanto se puso en marcha el tren era imposible oir nada con tanto ruido.
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A punto de partir |
Al principio todo nos llamaba la atención por la novedad. Durante el trayecto se pueden ver otros ferrocarriles y aldeas mineras abandonadas. En su día, esta línea férrea era una de las más transitadas de España y la compañía de Río Tinto poseía para el traslado de materiales y empleados numerosas locomotoras y vagones, sólo comparables al de Renfe.
El paisaje es seco y desolado, ya que lo que se ve es la zona de explotación minera y alrededores. Esto, unido a las aguas ácidas del río hacen difícil que creza la vegetación, salvo algún brezo o algún pino.
Abajo, pudimos ver por fin el Río Tinto, afluente del Odiel (el río que desemboca en Huelva) y que baja arrastrando todos esos minerales de los yacimientos mineros que le dan su nombre.
Estos 11 kilómetros de ferrocarril minero ahora recuperado para uso turístico transcurre paralelo al río en su mayor parte. Realmente para mi fue lo mejor del viaje, ver ese característico color rojo tan brillante y oscuro, que difícilmente se encuentra en otra parte y lo único que valió algo la pena de la visita.El viaje termina en una estación, donde te puedes bajar y acercarte a ver el río cruzando un pequeño puente para salvar las vías del tren. El agua no se puede beber, y para mayor seguridad tampoco tocar porque es muy ácida y está llena de metales pesados. Sobre todo es muy importante no tocar el agua y después tocarse los ojos o las mucosas, para evitar posibles problemas.
Luego iniciamos el viaje de regreso, ya muy, muy pesado porque estábamos cansados del calor y era el mismo paisaje que a la ida. El tren iba totalmente en silencio, algunos iban adormilados, todos deseando bajarnos. Se hizo muy largo.
En general, no recomiendo mucho la visita. Las dos actividades son bastante poco interesantes. Si se quiere ver el río, quizá es mejor, si llevas coche, acercarte a verlo en algún punto sin tener que sufrir el tren. Y el museo tampoco me aportó nada que no supiese. O tal vez tenía otras expectativas.
Aracena
Bajamos del tren y totalmente acalorados nos metimos en el coche rumbo a Aracena. Para cuando llegamos eran casi las cuatro de la tarde. No habíamos comido y estábamos deshidratados. La idea era visitar nada más llegar la Gruta de las Maravillas, pero estábamos tan cansados que necesitábamos un pequeño descanso. Así que cambiamos las entradas que ya habíamos cogido por otras para más tarde e intentamos buscar un sitio donde tomar algo y revivir.
Nos hicieron el favor de acogernos en un restaurante y darnos de comer(Restaurante Jesús Carrión: mi crítica en Tripadvisor aquí) y con fuerzas renovadas pudimos visitar la Gruta.
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Entrada a la gruta |
La Gruta de las Maravillas es la primera cueva de este tipo abierta a las visitas turísticas en España. Se trata de una gruta llena de formaciones rocosas formadas por la acción del agua subterránea. La entrada está en el medio del pueblo y nada te preparada para sospechar que bajo la plaza donde habíamos comido se encontraba todo eso.
La visita se hace guiada, porque es peligroso y hay que seguir un camino marcado o te puedes perder, tal es su inmensidad. Además de estalagmitas, estalactitas y diversas formaciones que han bautizado con nombres también hay lagos.
Tras salir de la gruta dimos una pequeña vuelta por Aracena. Aracena es un pequeño pueblo en la Sierra de Aracena, donde se encuadra el Parque Natural de Sierra de Aracena y Picos de Aroche. Además la Sierra de Aracena pertenece a Sierra Morena. Tiene unos 8.000 habitantes y es un punto de interés turístico precisamente por la sorprendente Gruta de las Maravillas.
Su caso histórico es bien de interés cultural (BIC) y conserva un castillo y una iglesia prioral interesantes para visitar en lo alto del cerro. Nosotros no las visitamos porque estábamos cansadísimos y con el calor que hacía subir por el cerro a pleno sol no nos motivaba mucho. Preferimos pasear por la zona baja de la ciudad.
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Castillo, al fondo, en lo alto, y plaza de aracena. |
En una de las plazas de Aracena los bancos cuentan con azulejos que reproducen algunas de las formaciones de la gruta.
En esa misma plaza nos llamó la atención un lavadero que data de 1923. Consta de 10 lavaderos a cada lado y fue usado hasta los años 70 aproximadamente.Jabugo
Para terminar nuestra visita por la Sierra de Aracena paramos en Jabugo, bien conocido por su jamón denominación de origen, como consta en el letrero de entrada al pueblo.
En esta cierra, parque natural como comentamos, hay dehesas, encinas y demás que lo hacen muy apto para la cría de cerdos ibéricos de los que después se obtiene ese jamón de renombre gracias a su curación en este clima característico. Y ciertamente, el olor por aquellas calles a jamón era increíble. Las referencias a los cerdos también estaban muy presentes.
Y, por supuestos, las fábricas de jamones, que también había unas cuantas.
Paseamos por las estrechas calles del pueblo jalonadas de blancas casas, donde apenas nos cruzamos con nadie.
Terminamos el día volviendo al hotel y viendo una preciosa puesta de sol en la carretera de la Sierra de Aracena.
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