Desayuno típico camboyano
Nuestro último día en Siem Reap nos lo tomamos con calma. No íbamos a madrugar pero yo ya me había acostumbrado al horario de esta parte del mundo y me despierto a las 6, cuando empieza a haber claridad. Desayunamos Kuyteav, una sopa típica a base de fideos de arroz a la que se le echan diferentes cosas como salsa picante, pez seco, etc. El día anterior habíamos probado el bobor, otro plato típico de desayuno que son gachas de arroz.Después de desayunar nos untamos bien de crema solar y antimosquitos como hacíamos todos los días y salimos hacia el Museo Nacional de Angkor. El calor apretaba mucho a pesar de que sólo eran las 10 de la mañana. Yo que iba cargando con la peque en la mochila me tuve que ayudar de un pequeño paraguas plegable para poder soportar mejor el sol. Aún así a los 10 minutos ya estabas empapado en sudor.
El camino hasta allí no era muy largo, pero para llegar tuvimos que seguir la carretera porque en esa zona no había aceras o, si las había, eran arcenes de tierra muchas veces impracticables o invadidos por puestos de comida o vehículos aparcados. Durante todo el trayecto se nos ofrecen tuk-tuks, que rechazamos amablemente. Algunos son más pesados que otros.
Aceras de tierra |
Puestos de comida y cosas varias en los arcenes |
Aceras de tierra llenas de basura |
Museo Nacional de Angkor
El Museo Nacional de Angkor expone la historia del Imperio Jemer a lo largo de sus distintos periodos, junto con esculturas y otros objetos encontrados en los templos de Angkor. En su exterior nos llamaron la atención dos cosas: una zona de parada de Grab y el gran árbol de navidad de la entrada. Las decoraciones de navidad ya las habíamos visto en todos los hoteles y los supermercados, pero nos seguía pareciendo extraño porque nos hacía pensar en frío y en la cultura occidental y, ambas cosas, nos parecían lejanísimas. Teníamos la impresión de estar viviendo en verano.Museo Nacional de Angkor con árbol de navidad occidental |
Entrada al Museo |
Parada de Grab, el Uber de Asia |
Interior del museo |
Aunque la entrada es cara (12$), es una visita interesante para intentar comprender mejor todo lo que rodea Angkor, entender su simbolismo y la cultura y las creencias bajo las que se construyó. A mi me dejó un sabor bastante agridulce porque aunque me encantó la parte donde explicaban cada dios hindú y su representación, me entristeció comprobar que efectivamente se conoce todavía muy poco de esta antigua civilización, de cómo se estableció el imperio, de por qué se abandonó, etc. Y sobre todo me dio pena que un país con un pasado tan importante y que lideró todo un imperio que influyó culturalmente en todos sus vecinos hoy luche por sobrevivir y por tener un futuro digno para sus habitantes.
Tras visitar el museo volvimos al hotel. Teníamos que dejar nuestra habitación a las 12 pero pudimos seguir haciendo uso de las instalaciones mientras no llegaba la hora de ir al aeropuerto. Para entretener a la peque nos estuvimos bañando en la piscina porque le encanta el agua. El dueño del hotel fue a hablar con nostros personalmente, se interesó por nuestra estancia y de si habíamos estado cómodos. Cuando nos íbamos a marchar, volvió a aparecer el dueño y nos dijo que a pesar de que habíamos contratado con ellos el tuk-tuk de vuelta al aeropuerto, nos llevarían en un coche con aire acondicionado por el mismo precio (5$) porque era más cómodo para el bebé. También nos regaló una krama, la bufanda típica camboyana, a cada uno.
Jugando en la piscina del hotel |
Aeropuerto de Siem Reap y vuelo a Chiang Mai
Los trámites de embarque y salida del país fueron un poco lentos. A pesar de que el aeropuerto es peequeño se formó una gran cola para pasar el control de seguridad porque sólo había una cinta. Fueron muy estrictos y a nosotros, por ejemplo, nos requisaron unas tijeras de manicura de metal pequeñitas que habían volado por medio mundo sin mayor problema.La zona de embarque también es bastante pequeña y tiene cuatro sitios contados para poder comer. Uno de comida china que estaba literalmente copado por los turistas chinos, dos franquicias estadounidense y un restaurante local pero de comida internacional que fue donde comimos (FCC Angkor Airport Cafe). Después hicimos tiempo en la terminal, curioseamos en la librería y mandamos unas postales a la familia.
Libros en la tienda del aeropuerto |
El vuelo no era directo a Chiang Mai, si no que hacíamos escala en Bangkok de nuevo. Hubo que cambiar de terminal, porque veníamos de la parte de vuelos internacionales. Teníamos tres horas entre el aterrizaje de un vuelo y la salida del otro, pero nos hacían buena falta porque teníamos que volver a pasar el control de pasaportes, rellenar el formulario y sellar el pasaporte, buscar nuestra maleta y volver a facturarla. Esta vez no nos ayudaron ni nos dieron preferencia en ninguna parte, pero nos buscamos la vida y nos metimos en una cola preferente para personal de vuelo y diplomático para acelerar la cosa en la cola de emigración, ya que había muchísima gente y la cosa iba muy lenta. Posteriormente recogimos la maleta y facturamos de nuevo. Un trabajador de AirAsia nos hizo ir a facturar con las máquinas de self-check-in que yo personalmente odio (prefiero tratar con personas). Menos mal que al ir con un bebé no se puede (cosa que le tuvimos que explicar porque no sabía aunque lo pone en las propias máquinas) y pudimos hacer el check-in en mostrador.
Pasamos el control de seguridad una vez más y accedimos a la zona de embarque que ya conocíamos. Allí nos entretuvimos comiendo algo ya que aterrizaríamos en Chiang Mai tarde (Bread Talk: mi crítica en Tripadvisor aquí).
La zona de embarque desde la que salía nuestro avión estaba muy alejada. El vuelo se retrasó bastante y yo ya me temía que nos lo cancelaran. Mientras tanto, intentamos distraer a la peque haciendo videollamada con los abuelos, porque la pobre estaba tan cansada que estaba ya fuera de sí. Poco después por fin pudimos embarcar y aterrizamos en Chiang Mai a las 22:30.
La ciudad de Chiang Mai desde el avión |