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Un día en Tivoli

El día de mi 40 cumpleaños y último día de nuestro vise aje decidimos ir a Tivoli, la atracción más visitadade Dinamarca. Se trata de un parque de atracciones  que se inaguró a mediados del siglo XIX cuando reinaba Cristia VIII. Lo habíamos planeado como un día de relax y diversión en familia pero no fue así :(

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Para empezar no sabíamos que la ascensión también se celebra en Dinamarca y que el viernes los niños no tenían cole. Así que la entrada de Tivoli estaba atestada de familias desde bien temprano. Muchos ya llevaban sus pases comprados, pero a nosotros no nos acababa de encajar lo que se podía comprar vía web con lo que nosotros queríamos. Y como las entradas son bastante caras, decidimos esperar y preguntar en la taquilla (error)
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Esperando la cola para entrar

El lío con las entradas

El tema es que en la web te ofrecen varios tipos de pases:
- Entrada anual de 60€ aproximadamente. Puedes llevar dos niños pequeños de entre 3 y 7 años. 
- Entrada del día con acceso a todas las atracciones: 46€ para adultos y 23€ para los niños de entre 3 y 7 años.
- Entrada sólo a los jardines: 24€ adultos, 12€ para niños de entre 3 y 7 años y gratis para menores de 3.
- Tickets para las atracciones (sólo pagas en los que quieres subir): A partir de 25€ para adultos y 12€ niños dependiendo de la atracción (algunas son más caras que otras). Menores de 1 año no pagan.

Como íbamos con una niña de 2 años, no teníamos muy claro qué entrada tenía que pagar ella y por eso decidimos preguntar en taquilla para que nos lo aclarasen y nos recomendasen qué era mejor. 
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Entrada de Tivoli
 
Cuando después de un rato de cola por fin nos tocó a nosotros preguntamos a un empleado bastante malhumorado y con pocas ganas de ayudar. Le dijimos que queríamos una entrada para poder acompañar a nuestra hija mayor a las atracciones, que tenía 5 años. La pequeña, de 2, podía ir a muy pocas, pero queríamos poder subir con ella si era necesario que fuera acompañada para que no se aburriese. Sin preguntar nada, nos extendió dos pulseras y nos cobró 120€. Nos dijo que las pulseras nos las pusiéramos nosotros y eso hicimos. Entendimos que al enseñar nuestra pulsera las niñas también podían ir, pero no, cada uno tiene que tener su pulsera o no te dejan subir pero no lo supimos hasta después y de la peor manera posible, después de haber hecho una media hora de cola para subir a una atracción. 

A día de hoy no entiendo muy bien todavía qué nos cobró. Entiendo que dos pases anuales, pero eso no nos cubría el acceso a las atracciones de la pequeña de 2 años. Viéndolo ahora (y me sigue pareciendo complicado de entender) entiendo que tendríamos que haber comprado un pase anual que cubría adulto + niña de 5 años, un pase de día para los adultos y a la de 2 no le quedaba más remedio que comprar para cada atracción porque no hay otra manera posible. Ojalá nos lo hubieran explicado, o al menos, no nos hubieran tratado tan mal...
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Pero sigamos, en ese momento no lo sabíamos y confiamos en lo que el empleado nos había dado. Como no se puede acceder con mochilas ni bolsos, lo dejamos todo en una taquilla por la que también hubo que pagar. Aunque de paso también aprovechamos y dejamos abrigos porque el día y la temperatura eran muy buenos.

Con la entrada también te dan un mapa en el que figuran todas las atracciones numeradas y con sus correspondientes requisitos de edad y altura para los niños. Lo estudiamos un rato y tachamos todas las atracciones a las que nuestra hija mayor no podía subir, para  no liarnos.  

Explorando Tivoli

Íbamos felices por el parque. Montamos en algunas atracciones y yo enseñaba mi pulsera y luego pasaba con la niña y nadie me dijo nada, así que no salimos de nuestro error hasta más adelante. Montamos en las cadenas, en caballitos, había juegos infantiles con cocinitas muy molones... Lo único malo era que como había tanta gente había que hacer cola para subir a todas las atracciones.
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Cocinitas varias
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Los clásicos caballitos

Traumatizando a las niñas

También pudimos montar los 4 en la montaña rusa que era de las poca atracciones a las que podíamos subir todos juntos. Como podíamos subir todos, niñas pequeñas incluidas, pensamos que iba a ser algo light, pero no. Es una de las montañas rusas más antiguas y alcanza asi 60 km/h. Las niñas salieron super asustadas, llorando... Y no me extraña porque eso era una montaña rusa normal a la que sólo le faltaba el loop ¡glups! 

Las pobres salieron traumatizadas. A mi me dio la risa. Además nos sacaron una foto justo en una de las bajadas de la atracción, y salimos todos con una cara de miedo/circunstancias graciosísima. Por supuesto las compramos de recuerdo, pero maldita la gracia que nos hizo después. La pequeña cogió tal trauma que no quería subirse al avión de vuelta, al autobús, el tren, el coche... Menos mal que le duró sólo un par de meses...

Nos echan de la atracción

Después de la montaña rusa decidimos ir a una noria. Hicimos la cola de media hora de rigor que habíamos hecho en las otras atracciones y cuando llegamos arriba y pasamos nuestras pulseras como siempre...¡nos prohibieron el paso! De muy malos modos nos dijeron que los cuatros teníamos que tener pulsera. Nosotros no entendíamos nada porque habíamos subido a atracciones varias antes y nadie nos había dicho nada y no sabíamos si era sólo para esa atracción o para todas. Después de echarnos de allí estuvimos buscando más información y por lo visto efectivamente todos necesitan pulseras, independientemente de la edad (o eso entiendo mirando las opciones de entradas, porque tampoco lo tengo 100% claro...). Como imaginaréis estábamos bastante cabreados y ya no teníamos demasiadas ganas de quedarnos allí. Después de hacer cola para las entradas, explicar lo que queríamos, que nos trataran mal y no nos explicaran nada ¿también nos habían dado mal las entradas? Aún así hicimos de tripas corazón e intentamos disfrutar algo del parque infantil, que era gratuito y por lo tanto no hacía falta pulsera. Después yo me quité mi pulsera (sin romperla porque si no ya no valdría) y se la puse a mi hija. Así al menos su padre y ella podían montar en alguna atracción, mientras que yo me quedaba con la pequeña que, por altura, apenas podía ir a ninguna.
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Montaña rusa para adultos, pagoda y botes en el lago.
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Parque infantil I (no necesita ticket)
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Parque infantil II
El parque está dividido por zonas, hay parte más de jardines y más zonas tipo "calle" con atracciones y bares a cada lado. A esas horas ya apretaba el hambre, pero todo estaba lleno de gente, inviable. Terminamos con unos fish & chips para llevar en un puestecito y unos helados, que era donde menos cola había o donde iba más rápido.
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Calles de Tivoli
Al final la mayor y su padre montaron juntos en dos tipo caída libre infantil (que te suben a una altura y luego te dejan caer), y a varios cochecitos de esos que están enganchados en una base y suben y bajan. 

Por ir los cuatro a algo juntos (aparte del horror de la montaña rusa) fuimos a "The Flying Trunk" donde te sientas en un barril y vas viendo escenas de cuentos de Hans Christian Andersen, el conocido autor danés de cuentos infantiles. El problema es que la voz estaba en inglés, mis hijas obviamente no entendieron nada, y habían quedado tan traumatizadas de la montaña rusa que no disfrutaron nada el paseo porque tenían miedo que en cualquier momento eso se convirtiese en una bajada tipo montaña rusa de nuevo. 

Tampoco la experiencia de los coches de choque salió demasiado bien. Fue la mayor sola porque no la podíamos acompañar, pero no entendía el funcionamiento de los pedales y no dejaban chocar, así que salió bastante frustrada y enfadada consigo misma porque no era capaz de dar la vuelta al circuito, chocaba sin querer (porque giraba demasiado el volante y daba la vuelta) y le reñían.
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Yo ya no podía más con tanta frustración y decepción, así que nos fuimos. Mr. Knook aún quería quedarse a ver la función de teatro, que estaba empezando, pero yo tenía hambre y estaba harta ya del maldito Tivoli. Al final el día de mi cumpleaños había salido todo bastante mal y había sido un día para olvidar. En un momento dado Mr. Knook me perdió de vista y preguntó a alguien del parque por la salida, porque no la encontraba. Le hicieron burla (repitiendo burlonamente lo que él había preguntado) y el se quedó un poco conturbado. Desde luego que fue un día para olvidar.
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Teatro de Tivoli, gratuito.
Por suerte siempre nos quedaba nuestro relax en el hotel viendo atardecer.   
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Vuelta a casa, pero siguen las frustraciones

Al día siguiente volábamos a casa. Yo la verdad estaba deseando marcharme. Nunca jamás me había pasado esto en un viaje. Había salido todo tan rematadamente mal el día anterior que estaba deseando abandonar el país. Aunque ahora, visto con perspectiva y pasado el enfado, no estuvo tan mal. Las niñas se portaron super bien  y mayormente fue un viaje agradable, especialmente la escapada a Malmö y obviando la parte del Tivoli.

 Por desgracia nos quedaba un último enfado antes de marchar. Para empezar otra vez teníamos que enfrentarnos al sistema de trenes daneses que no nos tenía el más mínimo sentido. Mira que hemos viajado por el mundo y la mayoría de las veces es fácil orientarse, pero aquí teníamos que tirar de Google Maps para que nos chivase hora, vía y andén.

Cogimos los billetes de tren en las máquinas de la estación central al aeropuerto, miramos en las pantallas de la estación la vía y horario de nuestro tren para confirmar y bajamos a las vías. Y una vez en las vías ¡ni rastro del tren! No salía en ningún panel. ¡Puf! ¡Esfumado! ¿Cómo es posible que saliera en las pantallas de arriba y en las de abajo (las de las vías) no? Éramos muchos esperando este tren con las maletas, todos descolocados. Me decidí a preguntarle a un revisor, que después de hacerme burla (I swear, pero ya le había pasado a Mr. Knook an Tivoli así que ya andaba sobre aviso y no me lo tomé a mal, debe ser su forma de ser) me dijo que efectivamente el tren se había cancelado ¡5 minutos antes de salir!. Tuvimos que esperar al siguiente. Menos mal que íbamos con tiempo -y que Google nos chivaba cuál era-.
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Nos quedaba un rato largo de espera en Barajas hasta coger el avión de vuelta a Santiago, así que otro día de parque en parque de la T4 hasta aterrizar en casa.
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Excursión a Malmö

Malmö está apenas a 40 minutos en tren de Copenhague, así que no podíamos dejar pasar la oportunidad de visitarla, y más sabiendo que la conexión, tanto en coche como en tren, se hace a través del espectacular Puente de Øresund desde el año 2000. Su fama también le viene de la magnífica serie Bron/Broen, una serie del año 2011 muy recomendable.

Nosotros optamos por ir en tren, así que nos dirigimos al Estación Central de Copenhague. Los alrededores de la estación nos decepcionaron porque estaban bastante sucios y llenos de cristales rotos. Aunque no nos dio la sensación de peligro, pensábamos que en estas latitudes iba a ser todo un poco más civilizado en cuanto a limpieza se refiere comparado con España. Pero parece que no. Tampoco nos gustó el sistema de trenes, porque no lo entendíamos muy bien. Teníamos que tirar de Google Maps para ver qué tren, hora y vía teníamos que coger.
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Estación central de Copenhague
 
El trayecto en tren es una parte en túnel y otro por la parte de abajo del puente (los coches circulan por la parte de arriba). Fuera del túnel la vista era un mar infinito, veleros y aerogeneradores plantados en el medio del mar.
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Un poco de historia

Malmö es la tercera ciudad en población de Suecia. Se fundó en el siglo XII y pertenecía al Reino de Dinamarca, siendo la segunda ciudad más importante. No fue hasta el siglo XVII que pasó a manos suecas tras la firma del Tratado de Roskilde en el que los daneses perdían casi un tercio de su territorio para poner fin a las guerras por el control de las tierras escandinavias. La pobloación comenzó a crecer con la construcción de un moderno puerto y sus astilleros y poco a poco la ciudad se fue industrializando. La crisis de1970 le afectó gravemente y perdió mucha población, así que desde entonces se han volcado en hacer de la ciudad un centro de I+D y en reconvertir las actividades industriales.

A nosotros nada más bajar del tren lo primero que nos llamó la atención fue el clima, y es que hacía bastante buen tiempo. Malmö tiene un clima templado que pensaríamos impropio para su latitud y que nos sorprendió y agradó. La zona de la estación de tren era moderna y tranquila y nos aventuramos a recorrer la ciudad a pie aprovechando el magnífico día. Y sí, Malmö nos encandiló nada más poner el pie en ella.
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Estación de tren de Malmö
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Edificio central de la estación, a pie de canal

Ayuntamiento y alrededores

La primera parada fue en la Stortorget o la Plaza del Ayuntamiento con sus características casitas y edificios históricos y el singular edificio del ayuntamiento que la preside.
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Stortorget
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Edificio del Ayuntamiento
Desde Stortorget parte la calle comercial Södergatan, aunque ese día no estaba nada animada y había muchas tiendas cerradas.
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Optimistorkester, escultura en Södergatan.
La calle desemboca en la gran plaza de Gustavo Adolfo, también muy vacía a esas horas.
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Estatua de un grifo, símbolo de la ciudad.
Siguiendo la zona verde desde la plaza llegamos a un pequeño cementerio y a un paseo con un canal y un pequeño muelle con unos bancos de madera, o más bien unas tumbonas. Paramos allí un rato a maravillarnos de la paz y tranquilidad que allí se respiraba y a tomar un poco el sol. ¡Se estaba tan bien!
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También en esa zona hay un casino, aunque actualmente no está en funcionamiento.
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Jardines del Castillo

Y siguiendo los jardines nos encontramos en el Slottsträdgården, el jardín del castillo.  Fue un lugar que nos encantó. Se trata de un jardín ecológico ideado por unos aficionados a la jardinería que en 1994 querían crear algo de verde para todos. Su idea se hizo realidad en 1997 y es un auténtico placer pasear por entre los huertos, los parterres y los jardines de hierba. También hay un pequeño café donde picar algo, por supuesto también ecológico y de producción local. Intentamos comer algo ahí, pero la verdad es que estaba llenísimo y decidimos seguir caminando porque aún era temprano.
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Fuera del jardín ecológico se siguen extendiendo los jardines del castillo, incluyendo un molino de viento de tipo holandés que se construyó en 1851.
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Y ahora sí, por fin, topamos con el Castillo de Malmö. Se construyó en el siglo XVI como fortificación para imponer peajes en la zona controlada de Øresund y también fue usado como prisión. Actualmente es parte del Museo de Malmö.
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Castillo de Malmö
Fuimos deshaciendo el camino hasta Lilla Torg, la Plaza del Mercado de Malmö, que con tanto sol estaba animadísima. Por ello resultó complicado encontrar un sitio libre, especialmente en un sitio al sol como también nosotros queríamos (Victors: mi crítica en Tripadvisor aquí). Probamos las albóndigas suecas, la Skagenröra (una tosta con gambas) y algo más para compartir.
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Paseo por el canal hasta el mar

Tras la comida fuimos por los canales en un agradabilísimo paseo hasta la playa.
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Durante el paseo se va divisando el moderno edificio del Turning Torso, un rascacielos retorcido, como bien indica su nombre y que fue diseñado por Calatrava. Se construyó en el año 20021, no se terminó hasta el 2002 y como casi siempre en estos casos el presupuesto final se disparó. La idea era que sirviera de símbolo de la ciudad (ya sabéis, los dosmiles fueron muy duros, había muchas ciudad haciendo esto mismo y era difícil no subirse al carro).
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A nosotros lo que nos gustaba eran los barcos vivienda, tan idílicos, casi en la desembocadura del canal.
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También en la desembocadura hay una escuela naútica o acúatica, donde entre otras se practicaban actividades como Kitesurf pero agarrado a una polea y no a una cometa de verdad, para entrenar.
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Y finalmente llegamos al Mar Báltico y visualizamos el Puente de Øresund, corrimos por la hierba y hasta metimos los pies en el agua.
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Mojando los pies en el Báltico

Entre esculturas

Deshicimos el camino por el mismo sitio por el que habíamos ido, pues nos había gustado mucho. Estaba  cuajado de esculturas, algunas más abstractas que otras.
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Obra "Adiós a los siete mares" en honor a los trabajadores del astillero, en la costa.

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Escultura  "Rubato-free flow"
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Escultura "Utblick/Insikt", una especia de mirador hacia el faro y el mar.
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Escultura "Knotted gun/Non violence"
Luego, cogimos el tren de vuelta, de nuevo contemplando el estrecho de  Øresund que parecía infinito y llegamos a nuestro hotel a tiempo para otro precioso atardecer desde nuestra ventana.   Sin título  
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Rosenborg Slot

Comenzamos el día en Ørstedsparken, un tranquilo parque que se formó tras el desmantelamiento de los antiguos anillos de fortificaciones defensivas de la ciudad. Una parte del antiguo foso es ahora un lago. Sin título
Llegamos hasta la bonita plaza de Kultorvet, una zona de cafés y tiendas muy popular y que sirve de escenario para conciertos en verano.

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Desde allí seguimos hasta Rosenborg Slot. El Castillo de Rosenborg servía de residencia veraniega para la monarquía danesa y, al igual que cuando vimos Amalienborg, nos pareció curioso su emplazamiento y lo fácil que era entrar. O sea, nada de vallas, colinas, fortificaciones... ahí estaba plantado en medio del jardín, pudiendo entrar hasta la cocina, como quien dice. 

Kongens Have son los jardines que lo rodean, lugar de esparcimiento de los daneses sobre todo en verano y lugar de diversas actividades culturales también. 
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Castillo de Rosenborg
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Jardines de Rosenborg
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Estatua de Carolina Amalia, esposa de Christian VIII, en los jardines de Rosenborg.
La verdad es que el castillo lucía impresionante así en el medio del jardín, así que a este sí nos decidimos a entrar para poder admirar su original decoración renacentista, y la verdad es que no nos defraudó. Lo que sí nos defraudó un poco fue que hubo que dejar el carrito fuera, porque era inviable entrar con el (pensábamos que iban a estar un poco más adaptados, como en otros palacios en los que hemos estado, que siempre te ofrecen alguna alternativa). 

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El castillo fuer construido a principios del siglo XVII por orden de Christian IV. Se accede al interior por el Salón de Invierno, una de las tres salas privadas del rey, totalmente paneladas de suelo a techo con pintura de Amberes. Sin duda, impresionante.

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El resto de estancias no se quedan atrás. 
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Habitación de Federico IV
Y sin duda el Salón Real del último piso, concebido al principio como salón de baile, es la joya del castillo donde se guardan los tronos de coronación de los reyes tras tres leones de plata.

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El techo, de estuco, y los tapices que cuelgan de las paredes le dan un aspecto imponente.

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En dos pequeñas habitaciones aledañas encontramos las colecciones de porcelana y cristal. El gabinete de cristal contiele una colección de este material que la ciudad de Venecia le regaló al rey tras su visita a principios del siglo XVIII. Aunque era normal tener un gabinete de porcelana, como hay en el Palacio de Charlotenborg en Berlín, este de cristal es más singular.

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Por último en la planta sótano está el tesoro y las coronas reales. Aquí se exhiben las insignias reales que son la espada, el cetro, el orbe y las coronas, además de ciertas órdenes y demás parafernalia.
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Corona de Christian IV
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Corona de Cristian V y la reina consorte
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Insignias reales

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En los jardines encontramos un parque infantil muy natural, con arena, madera y piedras que las enanas disfrutaron un montón y a los padres también nos encantó. 

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Paramos a comer en un sitio muy top donde estaba todo delicioso, pero espacialmente una ensalada de kale con quinoa, falafel y hummus que era una auténtica delicia (The Union Kitchen: mi crítica en Tripadvisor aquí).

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Luego bajamos hasta la zona de Inderhavn donde nos gustaron las casitas con el techo verde y el ambiente distendido al cruzar el puente hacia Christianshavn.


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Cómo no, íbamos en dirección Christiania, o cómo ellos se denominan, la Ciudad Libre de Christiania, una suerte de utópica autogestión vecinal que se remonta a los años 70 del último siglo. Y si bien en la teoría todo parece correcto, la experiencia en la práctica a nosotros nos dio miedo. Ya nada más entrar el ambiente estaba enrarecido, tenso, lo que nos puso tensos a nosotros también yendo con dos niñas pequeñas. Pero es que a los 5 minutos de haber entrado empezamos a ver gente corriendo como loca y escondiendo alijos de drogas donde podían, mientras sonaban sirenas de policías que venían a hacer una redada y luego los propios policías persiguiendo a los traficantes. No parecía que hubiera un ambiente de tolerancia a las drogas precisamente. Por lo visto en los últimos años ha habido asesinatos y conflictos entre bandas, así que el gobierno danés ha aumentado la vigilancia en esta zona, y también los propios vecinos quieren recuperar el antiguo ambiente libre que era el germen del barrio. En suma, nosotros dimos un paseo de 10 minutos de una salida a otra y no nos quedaron ganas de volver visto lo visto.Sin títuloSin título Sin título
Los alrededores de Christiania sí que son un poco más tranquilos. Paseamos por ellos admirando la torre de la Iglesia de San Salvador que se divisaba desde casi todos los puntos y pusimos rumbo al hotel para dar por terminado nuestro día pasando por el Ayuntamiento, como todos los días.

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Y desde nuestra habitación del hotel despedimos el día con una bonita puesta de sol desde nuestra ventana.
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