Monasterio de la Cartuja

Ese día habíamos alquilado un coche para acercarnos a la costa. Tras el desayuno lo fuimos a buscar, la oficina apenas estaba a 10 minutos andando del hotel. Nos dejaron un flamante Ford Focus la mar de cómodo, con el que estuvimos dos días de periplo descubriendo los alrededores de Granada. Además los trabajadores de la agencia fueron muy majos y nos dieron muchos consejos de sitios que ver y dónde comer.

Ese primer día empezamos usando el coche para llegar hasta el Monasterio de la Cartuja, antes de nada. El Monasterio fue fundado por Gonzalo Fernández de Córdoba, más conocido como El Gran Capitán, héroe militar decisivo en la conquista de Granada entre otras muchas batallas.

Ya nos habían dicho que era una maravilla, pero no estábamos preparados para aquello, ¡era impresionante!. Eso sí, por fuera, y la primera parte de la visita, parecía que iba a ser el típico Monasterio que a pesar de que todas las guías recomiendan su visita, cuando llegas no te dice nada.

Exterior del Monasterio de la Cartuja

Claustro del Monasterio.

Claustro.

Pero la cosa cambia y mucho cuando entras en la Iglesia, en la Sacristía y en el Sagrario. La Iglesia tiene una decoración increíblemente bonita y luminosa y está dividida en tres partes, lo que sería la propia iglesia, el coro de monjes y el coro de legos.

Altar mayor

Primer coro

Detalle de la bóveda sobre el coro.

Retablo de Separación entre los dos coros.

Al lado del Altar Mayor se encuentra la Sacristía, con una delirante -por lo suntuosa- decoración barroca hecha en mármol de Lanjarón. Destacaban también las cajoneras, preciosas, la propia puerta de entrada y por supuesto la cúpula.

Vista general de la Sacristía y el retablo.

Detalle de la decoración de la Sacristía.

Pinturas de la bóveda.

Detrás del Altar mayor, separado por un cristal, se encuentra el Sancta Sanctorum o sagrario, con un impresionante baldaquino profusamente decorado. Las fotos no le hacen justicia, porque el espacio era muy pequeño y era imposible tener angular suficiente para captar toda la grandiosidad del mismo.

Baldaquino del Sancta Sanctorum

Salobreña

Tras la visita al Monasterio pusimos rumbo a Salobreña, un pequeño pueblo en la Costa Tropical, llamada así porque se dan frutas tropicales durante todo el año. El pueblo está formado por casitas blancas enclavadas en lo alto y rematado por un castillo.

Vista de Salobreña.

La parte de abajo del pueblo no tiene demasiado que ver, la gracia es visitar la parte alta con las estrechas callejuelas, que son bastante bonitas, porque las casas de abajo son más normales y hasta diría que la vista es un poco agobiante.

Vistas de el Mirador de la vega baja.

Calles de Salobreña.

Calles de Salobreña.

El Castillo era una antigua fortaleza militar para uso defensivo, pero no lo pudimos visitar porque se encontraba en obras.

Entrada al Castillo.

En general las calles más antiguas eran bastante bonitas, pero el resto era demasiado turístico y poco acogedor. Al imaginar cómo estará eso en pleno agosto me entra agobio, tiene que ser bastante horrible entre el calor, la gente, la falta de sitios de aparcamiento, etc.

Vistas de la vega desde el Mirador Enrique Morente.

Vistas de la playa desde le Mirador Enrique Morente.

El calor que hacía a esas horas era ya insufrible y el ver la playa tan cerca nos tentó bastante. Además íbamos preparados con bañadores y toallas para ello, pero decidimos irnos porque nos habían recomendado ir a la Playa de la Herradura.

Playa del a Herradura

Tuvimos ocasión de visitar Almuñécar, pero como la visita a Salobreña tampoco nos gustó tanto y suponíamos que iba a ser más de lo mismo, pasamos de largo y lo dejamos para la vuelta (aunque al final nos olvidamos y tampoco paramos). Al llegar a la Playa de la Herradura lo que primero hicimos fue comer en el chiringuito que nos habían recomendado, pues estábamos ya muertos de hambre. El sitio donde comimos (El Chambao de Joaquín: mi crítica en Tripadvisor aquí) era un chiringuito muy bien montado y muy agradable.

Además debía de ser bastante conocido, porque tenía cientos de fotos con diferentes famosos. Lo que más impresionó a Mr. Knook fue la foto con Chuck Norris xDDD

Nos pusimos las botas con la paella a la brasa, la espetada de sardinas, las migas y el variado de pescadito frito.

Pulpo y espetada de sardinas

Pescadito frito variado

Migas a la brasa

Paella a la brasa

Para bajar la comida quisimos dar un paseo por la playa, pero entre lo que quemaba la arena y que no era arena, que eran piedras por las que era muy difícil caminar, desistimos y nos fuimos. No nos quedó nada claro por qué tenía fama la playa si no se puede andar por ella. ¡¡¡¡Con lo que yo adoro la arena!!!!

La playa, a primera vista, no tenía mala pinta.

Pero caminar por la arena era una auténtica tortura. ¡Fui incapaz!

Nerja

Nos quedamos un poco frustrados por no poder ir a la playa y, como Nerja estaba muy cerca y todo el mundo nos lo recomendaba, allá nos fuimos. La verdad es que habíamos estado ya todos menos Mr. Knook. Yo apenas lo recordaba, así que era una buena idea volver. Mis suegros ejercieron de guías, ya que ellos se acordaban bastante bien de su última vez allí.
Nos llevaron primero al Balcón de Europa, el mirador más conocido de Nerja.


Después deambulamos por las calles, que eran muy agradables para pasear.


Y por supuesto tuvimos que acercarnos hasta donde se encuentra "el barco de Chanquete", de Verano Azul. La verdad es que está en un sitio horrible en el medio de un parking, no vale nada la pena acercarse, salvo por la gracia de hacer la foto.

El horrible emplazamiento del barco.

"Del barco de Chanquete, ¡no nos moverán!"

Acabamos llegando hasta la playa de "El Playazo" y yo ya no pude más y dije que me tenía que bañar sí o sí. Estaba sudando tanto del calor que hacía que el agua me llamaba.

Playa de El Playazo

Otra arena llena de piedras. Grrrrrrrrr

Tras el baño era otra, y tenía fuerzas renovadas para seguir paseando por la costa.


La verdad es que daba pena marcharse de Nerja, porque a esa hora empezaba a haber ambiente. Casi toda la gente que había era extranjera, y los restaurantes se empezaban a llenar porque era su hora de la cena (las ocho de la tarde).

De vuelta en Granada, cenamos en un sitio que nos habían recomendado en el hotel y que estaba prácticamente al lado (El Amarre: mi crítica en Tripadvisor aquí).

Gambas blancas frescas y calamares.

Como curiosidad pedimos unas ortiguillas, que son anémonas de mar fritas que no sabíamos que se comían. La verdad es que estaban ricas, aunque tenían un sabor bastante fuerte.