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Sin título Este es un post que intenta resumir las experiencias del viaje, esas cosas que luego se olvidan con el tiempo y que realmente constituyen casi la esencia del viaje. Éstas han sido las nuestras:

NOS HA ENCANTADO

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  • ¡La comida! Sabíamos que tenía fama pero comprobarlo in situ es otro nivel. Su dominio de las especias y los sabores es legendario y os prometo que hay ingredientes de los que no habéis oído hablar en la vida que os conquistarán desde el primer minuto. Por no hablar que el mango o el coco no saben ni parecido al mejor que os hayáis comido en occidente. 
  • El paseo por el río Chao Praya, en Bangkok. Una forma de cogerle el pulso a la ciudad que es, además, su cara más amable. El río es una de las arterias principales de esta urbe, y aunque está sucio y contaminado, Bangkok no sería lo mismo sin él. Desde aquí puedes ver pasar la vida a este lado del mundo entre barcos de transporte y turismo.
  • El norte de Tailandia, mucho más verde y calmado que la capital. Se respira otro ambiente.
  • La cultura tailandesa, así en general: el budismo y la espiritualidad, la cocina, las sonrisas por doquier...Además es muy sencillo moverse por cualquier parte, incluso yendo con bebés :)

IMPRESCINDIBLE

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El Gran Palacio de Bangkok y el Buda Esmeralda (Bangkok): Probablemente el lugar más visitado y agobiante de todo Bangkok. Es imposible disfrutar la visita con tanta gente y, al mismo tiempo, es imposible no maravillarse ante cada esquina decorada con espejos, gigantes demonios y extensos murales. Vale la pena llevarlo estudiado o ir en visita guiada, para no perderse nada.
Sin títuloTemplo del Buda reclinado (Bangkok): Quizá lo mejor de este templo no sea el Buda reclinado (que también) si no todo el resto del recinto en el que me hubiese quedado horas. Calma y tranquilidad era lo que se respiraba entre el claustro del recinto y los chedis de mosaico.
Sin títuloLa casa de Jim Thompson y el Museo Nacional (Bangkok): Si te gusta descubrir la parte más cultural del país que visitas tanto la casa como el museo aportan muchísima información sobre el modo de vida tailandés. Es una delicia caminar por los suelos de teca de la casa y descubrir las artesanías más bellas y las exhuberantes carrozas funerarias en el museo.
Sin títuloAyutthaya: Una de las antiguas capitales de Tailandia hoy medio en ruinas. Sin embargo, su aspecto es quizá una de las partes más interesantes de toda la visita. Aquí puedes descubrir cómo están construidos los templos y los budas debajo de esas capas lacadas y doradas que después le ponen por encima.
Sin títuloChiang Mai: No sabría decir qué fue lo que me gustó tanto de esta ciudad, si el hecho que estuviese rodeado de pura y verde naturaleza, sus cientos y coloridos templos a cada cual más dispar, su aparente calma en oposición a la ruidosa Bangkok... En cualquier caso es otra Tailandia que no tiene nada que ver con la capital.
Sin títuloMar de Andamán - Krabi- Ao Nang: Playas de ensueño con agua calentita y rodeadas de acantilados y formaciones kársticas. Creo que no tengo que decir nada más. ¡Ah, si! Las inolvidables puestas de sol.

NOS HA DECEPCIONADO

  • Bangkok: Aunque realmente creo que es más bien amor-odio. Tiene sitios chulísimos e importantísimos, pero el clima en conjunción con el asfalto es morir, hay zonas en las que no hay aceras, hay muchísima contaminación, las distancias son infinitas...

Los #tailandiafacts

  • Al contrario de lo que podáis pensar no comen con palillos.
  • La humedad y el calor. Al punto de que no sabías que era peor, ponerte el gorro porque sudabas más pero no te quemaba el sol o no ponértelo porque no sudabas tanto pero te quemaba el sol. Llegábamos cada día con la ropa empapada en sudor, ropa interior incluida. Exagerado.
  • Ese color turquesa del agua y sus impresionantes fondos marinos.

COMIDAS TÍPICAS PROBADAS

Tantos días allí nos dio tiempo a probar bastantes cosas, estos fueron algunas de ellas (fueron más pero no me acuerdo del nombre de muchas ni de lo que llevaban): 

Sin títuloPad Thai: Quizá el plato más famoso de todos. Son fideos fritos acompañados con tamarindo, soja, tofu, cacahuetes y algún tipo de proteína como pollo o gambas.
Sin títuloAgua de coco: El agua de coco es reconstituyente y tiene propiedades isotónicas. Creo que no hay mejor remedio para el calor y la deshidratación ¡comprobado de primera mano!
Sin títuloKaeng tai pla: Una sopa de pescado con sabor muy fuerte, hecha a base de vísceras de pescado fermentado y que fuimos incapaces de comer ninguno de los dos por su nauseabundo olor.
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Som tam o ensalada de papaya verde: Una ensalada muy original que se hace con la papaya aún verde. Está muy rica pero es muy picante.
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Ensalada de arroz: Una ensalada de arroz con diversos ingredientes como pescado ahumado casi en polvo y hierbas y verduritas picadas.
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Khao Pad Saparod o arroz frito con piña y cacahuetes: Lo que llama la atención del plato es comérselo en la piña, porque tampoco es que tuviera tanto sabor.
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Durian: Ah, ¡el durian! La fruta más controvertida del mundo. Tiene auténticos fans y viscerales detractores. Su sabor a cebolla podrida no deja indiferente a nadie.
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Salteados de arroz y tallarines: No sé los nombres en concreto pero probamos varios salteados bien de arroz, bien de tallarines que normalmente ponían en el desayuno. Siempre estaban buenísimos.
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Rotee o tortitas tailandesas: Un clásico en los food-boats de las playas de Ao Nang. Estaban deliciosos solos o rellenos de lo que más te gustara, dulce o salado.
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Mango sticky rice: Una suerte de arroz con leche pero con leche de coco y mango para acompañar.
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Khao soi: Sopa típica del norte de tailandia con fideos fritos, leche de coco y pollo. Muy rica, pero para mi una bomba calórica. Me sentó pesadísima.
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Frutas exóticas: Me alegraba la vista ver estas frutas en su ambiente de origen. Fruta del dragón o pittahaya, mango, cocos, bananas... Y ni punto de comparación como saben allí, claro.
Curry verde: No hay nada que me gustase más que el curry verde. Tiene un sabor tan diferente que me hice adicta desde el segundo bocado (el primero me dejó extasiada intentado procesar tantos sabores nuevos). Fuente imagen: wikipedia
Sin título Helado de coco: Probablemente el helado más rico que haya comido. De toppings le poníamos cacahuetes y aquello estaba de-li-cio-so.
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Último día en Bangkok

¡Último día de viaje! Habíamos visto tantas cosas ya que nos daba un poco de pena marcharnos, aunque a la vez también queríamos un poco de tranquilidad porque ir con la peque a cuestas también es bastante cansado. Mr. Knook decía que estaba deseando llegar a casa, pero luego cuando aterrizó en Galicia con el tiempo lluvioso y frío y las caras largas del personal (en Tailandia parece que todo el mundo está feliz) se arrepintió mucho xD

Este último día iba a ser muy largo, ya que nuestro vuelo salía casi a medianoche. Teníamos por delante más de 12 horas para tratar de aprovechar lo máximo posible. En Bangkok nos quedaba alguna cosa que ver, pero con los tiempos de desplazamiento tan grandes entre barrios tuvimos que elegir muy bien para no perder mucho tiempo en metro. 
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Último desayuno en Bangkok
Nos gustaría haber ido al mercado al aire libre de Chatuchak, pero nos quedaba muy a desmano del hotel y del aeropuerto, y, además, es una zona donde hay poco resguardo del sol, así que con la niña tampoco lo veíamos claro. Al final decidimos que nos dedicaríamos a visitar el Museo Nacional de Bangkok y después el centro comercial MBK para buscar algún regalo para la familia y porque tiene consigna para maletas y quedaba de camino al aeropuerto.
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Tras hacer el check-out y dejar las maletas en la consigna del hotel nos dirigimos a la parada Oriental del Chao Praya Express. El barco no tardó en venir, y como ya conocíamos todo el sistema, no tuvimos ningún problema para llegar hasta Tha Chang, la misma parada del Palacio Real donde también se encuentra el Museo Nacional. Por desgracia, esa parada es la más caótica y agobiante porque es donde se junta más gente.
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Esperando el barco
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El puesto del conductor del barco
Nada más bajar en Tha Chang nos abordaron cientos de vendedores que nos decíamos que así vestidos no podíamos entrar al palacio (íbamos de corto, a sabiendas). Nosotros no íbamos a entrar al palacio pero como ellos no lo sabían nos perseguían, nos llamaban, nos decían...Todo para intentar venderte uno de sus pantalones largos. Una vez más confirmamos que esa parte de la ciudad era la menos agradable y la más agobiante. Prácticamente no hay sombra y es todo asfalto, con lo que el calor es mucho peor y es todo mucho más caro.

Tuvimos que evitar a los cientos de turistas que se dirigían en masa al Palacio Real (tal y como habíamos hecho nosotros el primer día) y rodearlos para poder seguir nuestro camino. Tampoco podíamos cruzar la calle aún sabiendo que el museoestaba del otro lado porque estaba todo vallado y preparado para los visitantes del palacio. Más adelante nos encontramos con aceras cortadas por otro evento (una especie de feria) y, al final, el trayecto hasta el museo se nos hizo largo con tanta vuelta.

Museo Nacional de Bangkok

La entrada al museo era otro caos. Había colas sin sentido, grupos enormes esperando que parecía que estaban a la cola pero no, gente que no se sabía qué esperaba de pie y sentada que entorpecía el acceso... Más o menos pudimos avanzar hasta la taquilla y comprar el pase, pero nos advirtieron de que no podíamos pasar con mochilas. Tuvimos que dejarlas en consigna, así que nos quedamos sin prácticamente nada porque era todo lo que llevábamos.

El Museo Nacional de Bangkok es un museo que aúna arte e historia. Da a conocer la cultura tailandesa desde sus primeros pobladores hasta el último rey a través de objetos decorativos, trajes, tronos, carrozas, edificios...Es una visita muy interesante y complementaria y el punto final perfecto a nuestro viaje. Sin duda merece mucho la pena, aunque para mi gusto podría estar mejor organizado.

Exposición temporal imposible de visitar

Empezamos la visita por la exposición temporal, que iba sobre el imperio chino y estaba lleno de visitantes chinos. Había cientos de chinos en grupo que no dejaban pasar, interrumpían para sacarse fotos, si se paraban delante de algo ya no podías ver nada, etc. Era imposible poder ver algo. Al final no nos quedó más remedio que saltarnos ese edificio por completo. 
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Perdida entre los grupos chinos
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Un grupo bloqueando el paso
Al salir de ese edificio recuperamos mi mochila, por lo menos para poder tener a mano los pañales de la niña, los móviles, los pasaportes, las cámaras de fotos... (que antes habíamos estado llevando en la mano o los bolsillos). Ya vimos que los controles eran aleatorios y a algunos les dejaban pasar con mochila y a otros no. Yo la llevé al frente en vez de la espalda y no me dijeron nada.

El museo es un poco caótico en sí. En vez de estar todo en un mismo edificio hay varios edificios según el periodo histórico que trata. Otros están en medio y son templos o antiguas casa palaciegas y otros estaban en reformas, así que algunas salas no se podían ver ni estaba señalizado.

Capilla Buddhaisawan

A la entrada del museo llama la atención el edificio de la Capilla Buddhaisawan, un edificio de 1795 que aloja el Phra Buddha Sihing, una venerada imagen segunda en importancia por detrás del Buda Esmeralda. Sus paredes están decoradas con pinturas que representan la vida de Buda y son los más antiguos de la ciudad. Para poder entrar, hay que descalzarse, como en todos los templos, pero aquí los suelos de teca son bien agradables y están impecables.
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Exterior de la Capilla
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Interior de la capilla
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Zona para descalzarse

Exposición principal

La principal exposición del museo se divide en varias alas y edificios, intentando seguir un orden más o menos cronológico. Del museo podemos destacar varias de las salas que más nos gustaron, que nos ayudaron a hacernos una mejor idea de la historia de Tailandia y nos acercaron algunas de sus costumbres y sus artes más tradicionales.

Una de las cosas que más nos gustó fue la Casa Roja, una casa de teca que perteneció a una de las hermanas del Rey Rama I. No se podían sacar fotos del interior, pero pudimos disfrutar de nuevo de la sensación de andar descalzo por los maravillosos suelos de teca típicos tailandeses y admirar de nuevo la construcción más característica de esta zona del mundo. Por ejemplo, a mi me maravillaba que la mayoría de estas casas no tuviera cristales.

En la galería de arte lanna, sukhotai, ayuthaya u rattanokosin hay objetos de las primeras épocas del reino, procedentes de sus antiguas capitales. Hay muchas esculturas y Budas del periodo Ayutthaya, así como exquisitas piezas de artesanía como objetos lacados o dorados, piezas de madera grabada, etc.  
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Sellos de madera grabada
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Objetos relacionados con la medicina tradicional tailandesa
Se puede comprobar cómo según la época la representación de Buda iba cambiando, siendo más o menos anguloso.
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En la galería de armas hay recreaciones del ejército de la época, con los elefantes y la infantería. Se recrea la armadura y demás objetos que portaban los elefantes a tamaño real y resultan bastante impresionantes.
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Artes decorativas y otros objetos

En esta parte se exponen maravillosos objetos de madreperla o nácar, junto con un video explicativo de las diferentes técnicas usadas: cómo machacar las conchas, recortar los motivos, pegarlos...
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En otra de las salas se exponían objetos ceremoniales tanto de la monarquía como de los monjes. Nos llamó especialmente la atención los paipais celebratorios que servían de recuerdo de un acontecimiento concreto.
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También había cerámica de diferentes estilos.
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Una de mis partes favoritas fue la colección de sillas de montar para elefantes, algo que era totalmente nuevo para mis ojos.
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También había objetos relacionados con la danza tailandesa, el teatro, la música, la vestimenta tradicional, etc.
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Pabellón Samrammukhamat
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La penúltima visita fue el salón Issaretracha Nusorn, en un edificio y distribución ya más occidentalizada. Se trata de los aposentos reales del rey Rama IV y están amueblados al estilo europeo.
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Salón del trono
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Dormitorio real
 
Por último visitamos la colección de carrozas funerarias reales, realizadas en teca dorada. Se usan para transportar las cenizas de los reyes o reinas hasta la pira funeraria. Están decorados con nagas y devas y debido al peso se requieren más de 100 personas para moverla.

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Por último cotilleamos un poco el restaurante del museo pero no nos gustó nada de lo que tenían. Sí nos llamó la atención el símbolo de Frigo en unos helados, aunque no entendíamos ni papa de lo que estaba escrito.
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Helados Frigo tailandeses
En los alrededores había pocos restaurantes y daba el mucho el sol, y como es de las zonas más turísticas Mr. Knook prefería no comer allí. A mi ya me daba igual porque tenía hambre y estaba cansada de llevar a la peque en la mochila de porteo, que se había quedado dormida a media visita. Terminamos yendo al embarcadero y como justo pasaba un barco lo cogimos y acabamos volviendo a comer a la zona del hotel. Aunque en la web ponía que los domingos no había barco de bandera naranja (el local y el de más frecuencias) sí que pasó. Había tanta gente que no fueron ni capaces de controlar los tickets. Nosotros ya los habíamos comprado antes de subir, pero en otras ocasiones los habíamos comprado en el barco. 

Tras una breve pausa para comer volvimos al hotel y recuperamos las maletas. Tuvimos que andar un ratito entre las calles de un mercado al aire libre dimos con la parada de BTS dirección Siam para ir hasta el centro comercial MBK.
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Centro comercial MBK

Bangkok tiene muchos centros comerciales para perderse horas. El MBK es uno de los más famosos. La parada de metro está prácticamente al lado y resulta cómodo porque tiene consigna de maletas gratuita. 
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Exterior del MBK
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Interior con la señalización de consigna en amarillo
El centro comercial es enorme y nos costó un rato dar con a zona de consigna (nosotros encontramos la de las 6ª planta, zona B pero creo que hay alguna más). Dimos unas cuantas vueltas por la zona de restauración e hicimos algunas compras, pero no nos atrevimos a alejarnos mucho de la consigna porque temíamos perdernos. Está dividido en secciones con letras, pero son muy parecidas.

La  sección por la que estuvimos tenía dos zonas de restauración en diferentes plantas. La primera estaba pensada para comprar comida en los puertos de alrededor y comer en las mesas comunitarias del centro. La segunda, en la última planta, eran cafeterías y restaurantes cada una con su local más sorprendente. 

Como la comida nos había dejado bastante insatisfechos terminamos tomando unas tortitas en un local dedicado a Snoopy pero también había Maiden Café, cocina hindú, japonesa...
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Después compramos algún regalo para la familia, recuperamos las maletas y pusimos rumbo al aeropuerto con 4 horas de margen que nos hicieron mucha falta.

Vuelo de vuelta

El aeropuerto es enorme, así que había gente por todas partes, tanto llegando como saliendo. Aunque no es uno de los que más tráfico tiene, la sensación era la contraria. En otros aeropuertos como el de Frankfurt, que tiene más tráfico, la zona donde transitas es más reducida así que no te da tanta sensación de agobio. Sin embargo aquí hay muchas zonas comunes, lo que hace que se junte mucha gente que después es desviada a diferentes alas del aeropuerto. 

Llegamos a las 8 de la tarde y al llegar nos cambiamos de ropa (íbamos en ropa veraniega total y aterrizaríamos en Frankfurt y en Santiago en pleno invierno), reorganizamos la maleta, guardamos lo que habíamos comprado, etc. El check-in lo hicimos muy rápido pero luego el control de seguridad y pasaportes fue bastante lento.

A las 9 y pico ya estábamos en la zona de salida que nos correspondía por destino. Al ser el avión tan grande (un A380), el embarque empezaba una hora antes, a las 11, aunque el vuelo no despegaba hasta las 12 de la noche.
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Vista desde arriba de la zona de embarque
En el aeropuerto hicimos algunas compras para librarnos del efectivo que nos sobraba y tuvimos nuestra última cena tailandesa. Así, en seguida llegó la hora del embarque. En cuanto llegamos ya nos pasaron a una zona prioritaria para viajeros con bebés y niños pequeños y después subimos al avión los primeros de todos.

Esta vez nos había tocado en la fila del medio, muy lejos de las ventanas pero en pasillo y con otra familia con otro peque cerca, así que algo se entretuvieron juntos. Acomodados en nuestros asientos el vuelo de vuelta no difirió mucho del de ida. Al poco de despegar nos dieron un snack, luego repartieron la cena y sobre las dos de la mañana apagaron las luces para que pudiéramos dormir un poco. A la peque le trajeron la cuna, aunque de nuevo la usó testimonialmente y se pasó casi toda la noche encima de mi.

Un poco antes de aterrizar en Frankfurt nos repartieron el desayuno que para mi gusto fue la peor comida y la más parca (un sandwich cutre y un yogur). Aterrizamos a las 6 de la mañana hora local, 11 horas después de haber partido de Bangkok.

En Frankfurt a todos los pasajeros sin distinción nos hicieron pasar por un control de seguridad super exhaustivo, en el que tuvimos que poner cada bulto de forma separada en una bandeja, un escáner corporal, e inspección ocular de casi todos los bultos porque siempre se veía algo raro en el escáner. Perdimos casi una hora allí. Después tuvimos que hacer otra pequeña cola de control de pasaportes de entrada.

Tuvimos tiempo de jugar un rato en un parque mientras no salía el siguiente avión con destino a Santiago y comer algo mientras hacíamos tiempo hasta las 9:30 de la mañana que salía el último de nuestros vuelos dirección Santiago. 
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El embarque de este último vuelo fue a pie y la pobre peque con tanto trajín vomitó dos veces en el autobús que nos llevó y otras dos veces más en el avión. Llegó un momento en que no teníamos más mudas limpias para cambiarla e hicimos ese último trayecto apestando a vómito y bastante incomódos. Menos mal que el vuelo iba semi vacío y no incomodamos mucho a nadie, aunque a nosotros el vuelo se nos hizo infinito.

Al llegar a casa parecía que estaba todo bien, no volvió a vomitar y lo achacamos al cansancio y al jet lag (habíamos leído que en niños pequeños puede suceder). La única consecuencia fue que los dos días siguientes durmió de las 6 de la tarde a las 6 de la mañana del día siguiente como para sincronizarse otra vez xD. En definitiva, un viaje que me alegro mucho de haber hecho y de habernos atrevido a ir todos juntos con una niña de 18 meses, porque guardamos recuerdos únicos y preciosos. 
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