Primer vuelo con bebé

Nos moríamos de ganas por hacer un viaje al extranjero con la peque, y después de darle muchas vueltas al destino decidimos que Budapest sería el viaje ideal. Era la última de las "capitales imperiales" que nos quedaba por ver después de Viena (2015) y Praga (2018).  Teníamos su pasaporte listo desde hace meses y por fin llegaba el día de lanzarnos a la aventura y viajar los tres solos como familia. Para transportar al bebé tan sólo llevamos nuestra mochila de porteo y nuestra mochila de siempre con un cambiador de viaje, pañales y toallitas ¡no se necesita mucho más! La peque tenía 6 meses y todavía tomaba lactancia materna a demanda.

Nuestro primer vuelo en familia

Al ir con un bebé se tiene, por norma general, prioridad de embarque, así que tuvimos un tiempo para familiarizarnos con los protocolos de vuelo adicionales. Los TCP te dan un cinturón para el bebé que se engancha al tuyo, y un chaleco de su talla. Hasta los dos años puede viajar en tu regazo. Si hay suerte se quedará dormido, pero si no habrá que tirar de los recursos que se os ocurran [Tip: a nosotros nos dio buen resultado la revista de vuelo, un chupete que no usa pero se entretiene con él y mucha, mucha paciencia]. Habíamos reservado asientos, pero en todos los vuelos nos tocó cambiarnos porque no todas las filas tienen 4 mascarillas (3 por cada pasajero, más una para el bebé).

El vuelo era con escala. Hasta Madrid no hubo problemas, ya que es un vuelo corto. La escala fue justa de tiempo así que nos tocó correr un poco por la T4 para no perder el siguiente vuelo y que nos diera tiempo a cambiar a la niña y llegar a nuestra puerta que estaba casi en la otra punta.

Corriendo por la T4 para no perder el siguiente vuelo

El vuelo Madrid-Budapest también transcurrió sin incidentes destacables. El único "problema" fue que nos tocó cambiarla en zona de turbulencias y luego iniciamos descenso, así que no pudimos hacerlo hasta que llegamos a destino.

Llegada a Budapest

Al aterrizar en Budapest lo primero que hicimos fue cambiar a la niña, obviamente. No hubo problema porque hay baños con cambiadores bastante espaciosos. Después estuvimos muchísimo tiempo esperando las maletas porque coincidimos en el avión con el equipo húngaro de los Juegos Olímpicos Juveniles, y sólo salían maletas y maletas con sus insignias, kayaks, bicicletas... Mientras esperamos aprovechamos para sacar algo de dinero en un cajero cercano, ya que Budapest aún no se encuentra en la zona euro. Luego nos arrepentimos bastante, porque casi todo se podía pagar con tarjeta y nos sobró bastante efectivo, con lo que perdimos dinero al cambiar de nuevo el último día.

El equipo olímpico juvenil húngaro, nuestros compañeros de vuelo

Nuestro hotel se encontraba en la zona de Pest, que nos pareció la más práctica para alojarnos por el tema de transportes y amenidades y porque es más llana que en la zona de Buda. Para llegar cogimos un autobús desde el aeropuerto, que tarda más o menos una hora. Iba bastante lleno e íbamos de pie hasta que una chica se apiadó de mi y me cedió su asiento al ver que iba con la peque en la mochila y pude descansar un poco. El autobús nos dejó prácticamente a las puertas del hotel, porque estaba súper céntrico (Hotel Carat Boutique: mi crítica en Tripadvisor aquí).

Al llegar y hace el check-in constatamos que todo lo que habíamos leído sobre los húngaros era verdad:¡son super amables! Todo el personal del hotel nos recibió con una sonrisa, le hablaban a la niña, etc. Pero esto no fue sólo en el hotel, todo el mundo nos trató super bien, se les veía poco estresados (o al menos, lo parecían), felices y acogedores ¡qué gustazo!

Conociendo Budapest

Tras dejar las maletas y aligerar la carga un poco fuimos a pasear por los alrededores. Aunque estábamos bastante cansados (nos habíamos levantado a las 6 de la mañana) nos apetecía tomar el aire, ya que llevábamos más de 10 horas en aeropuertos. Como estábamos tan céntricos enseguida llegamos al Puente de las Cadenas, el primer puente sobre el Danubio que unió las dos orillas de Buda y Pest y todo un símbolo de la ciudad.

Budapest tiene mucha historia. Los primeros asentamientos fueron de tribus celtas, posteriormente el territorio lo ocuparon los romanos y en el siglo IX vinieron por el este los magiares, que se acabaron quedando y formando la identidad actual de los húngaros al fundar el Reino de Hungría un centenar de años más tarde. El territorio al ser tan central fue proclive a las invasiones de uno y otro lado. Fue invadida por tártaros en el siglo XIII y por los turcos en el XVI. Formó parte del Imperio Austrohúngaro dominado por la casa Habsburgo y finalmente se convirtió en un país independiente.

Posando en el puente con carita de cansada.

Las dos orillas: Buda (izquierda) y Pest (derecha) con el Parlamento al fondo

Seguimos paseando hasta que llegamos a la cercana Basílica de San Esteban, el otro símbolo de la ciudad y la construcción religiosa más grande de Hungría. Es majestuosa, pero está algo encajonada entre edificios, lo que le resta grandiosidad. El interior sólo lo pudimos vislumbrar, ya que estaban en misa y no se permitían las visitas. La veríamos con más detenimiento -y mucha menos gente- al día siguiente por la mañana.

Exterior de la Basílica de San Esteban

Interior de la basílica

Detalle de la decoración de la cúpula

Pronto nos recogimos al hotel, no sin antes pedir algo de comida para llevar en un sitio al que nos aficionaríamos durante nuestra estancia, un mexicano que estaba justo al lado del hotel y que nos encantó (Gringos amigos: mi crítica en Tripadvisor aquí). Lo mejor, que era todo super barato dado el nivel de vida del país (había cosas que eran más baratas en el minibar del hotel que en el super de España :O)

Mexicano para llevar: sí, por favor.

Poniéndonos las botas con burritos, tacos y enchiladas