Tailandia y Camboya día 13: Monkey Trail, Centara Beach, y masaje tailandés

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Monkey Trail y Centara Beach

Nuestro último día en Krabi decidimos tomárnoslo de relax y no contratar más excursiones. Simplemente disfrutar de la playa y de la calma. Tras desayunar fuimos andando hasta la playa de Pai Plong, o como se la conoce mejor, Centara Beach. Este nombre le viene del resort que allí se emplaza. Este hotel es básicamente lo único que hay allí. A esta playa sólo se puede acceder en barco o lancha o a pie a través del Monkey Trail, un sendero de pasarelas de madera que llega hasta el arenal. 
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Iniciando el Monkey Trail
  
Algunos tramos estaban bastante reguleros, pero no es un camino difícil. El nombre le viene de la cantidad de monos que se pueden ver durante la caminata entre los árboles, pero nosotros no vimos ninguno. Luego descubrimos que estaban en los árboles de mucho más arriba.

Al llegar a Pai Plong y bajar las escaleras de acceso a la playa te encuentras con un vigilante que te pide que anotes tu nombre, el número de personas que entra contigo y la hora de llegada en su registro, ya que es un parque natural. Al salir hay que cubrir la hora de salida.
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La playa estaba prácticamente desierta a esas horas. Estuvimos un rato bajo la sombra, nos bañamos y sacamos algunas fotos. Hacía bastante viento y no era una playa muy animada, ni tampoco tenía ningún servicio, así que tras una hora o así nos fuimos.
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Mariposas, orugas y parte al seguro de viaje

En toda Tailandia hay muchísimas mariposas, muy grandes, que llaman mucho la atención. Por culpa de eso tuvimos un pequeño susto. Mientras estábamos deshaciendo el camino hacia Ao Nang por el Monkey Trail, Mr. Knook, que iba cargado con la niña en la mochila de porteo, se apoyó en uno de los pasamanos de madera para mayor seguridad, con tal mala suerte de que había allí una oruga y se pinchó toda la mano.
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Era una oruga pequeña, pero llena de púas o pinchos y Mr. Knook empezó a quejarse de que le picaba la mano. Yo me empecé a poner nerviosa, porque aún nos quedaba un trecho hasta el hotel, y no sabíamos si la oruga podía o no ser venenosa. Mr. Knook tenía la mano llena de pinchos muy, muy finitos. Sólo se veían al trasluz. Mientras apurábamos el paso para llegar cuanto antes al hotel le sacamos una foto a la oruga por si la pudieran identificar.
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La oruga que nos fastidió medio día
Una vez en el hotel preguntamos al personal de allí pero no tenían ni idea de si era venenosa ni cómo proceder. Con una pinza de depilar primero y con celo, después, intentamos sacar todos los minúsculos pinchos que podíamos. No nos quedó más remedio que curarnos en salud y llamar al seguro de viaje. Nos tomaron nota de todo y nos dijeron que esperásemos que nos llamarían lo más tardar en 40 minutos para darnos la dirección del hospital o clínica a donde tendríamos que ir y nos pusieron a la espera. Casi me consumen toda la tarifa de la tarjeta, así que tuve que colgar. Al rato me llegó un mensaje  con el nombre y dirección del hospital y la aseguradora local.

El personal del hotel fue tan amable de escribirnos en tailandés el nombre del hotel para que los conductores locales pudieran entenderlo mejor. El desplazamiento corrió por nuestra cuenta, porque el seguro no nos dio más datos. 

Encontrar transporte en Ao Nang fue diferente al resto de nuestras experiencias. No hay casi taxis en movimiento para parar (hay que llamarlos previamente y suelen venir desde Krabi), ni autobuses, ni Grab, ni nada parecido. Lo único que conseguimos fue un tuk-tuk, y tampoco había demasiados libres. Con todo el apuro que teníamos aún tuvimos que negociar, aunque la conductora era muy maja y me gustó que fuera una chica (casi todo son hombres).

Nos llevó al hospital a la velocidad máxima que le permitía su moto, que no era mucha. De camino tuvo que parar a una distancia prudencial para dejar cruzar a una enorme serpiente que estaba en medio de la carretera. Tardamos unos 15 minutos en llegar y nos dejó allí en aquel hospital que estaba en medio de la nada. Nos preguntó si queríamos que nos esperara, pero no sabíamos cuánto íbamos a tardar, así que le dijimos que mejor que no.

El hospital nos sorprendió porque estaba absolutamente impoluto y era super nuevo. Allí nos tomaron nota de lo sucedido y nos pidieron nuestros datos. Tardaron muy poco en pasar a Mr. Knook y revisar la mano. Le tomaron las constantes vitales y le desinfectaron la mano. Le dijeron que si tenía alguna reacción como escozor o dermatitis, que volviera. Nosotras pudimos estar con él en todo momento. Les preguntamos si habría algún problema en bañarse en el mar y nos dijeron que no.
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El reluciente hospital donde nos atendieron
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El impoluto camino a la sala de espera
Después nos dieron la factura para pagar en administración. Al principio nos pidieron el pago en efectivo, a pesar de que habíamos cubierto los datos del seguro. Tuvimos que explicarle otra vez a la de administración que teníamos seguro, que lo cubría todo. Luego nos hicieron esperar mientras ellos hacían las comprobaciones y tras un rato nos pudimos ir.

Encontrar algún transporte de vuelta fue complicado. Por allí no pasaba nada. Paramos el único tuk-tuk que por allí paso pero no nos quería llevar. Nos decía que cogiésemos el autobús. Pero nosotros no queríamos estar esperando bajo el sol del mediodía con la niña porque allí no tenía pinta de que fuera a pasar nada, ni taki, ni bus, ni tuk-tuk, nada. Al final negociamos con él que por 200 bath nos llevase y nos subió. Pero en vez de llevarnos él nos llevó hasta una casa donde se subió una señora mayor a la que nos dijo que nos llevase y él se quedó allí (¿su madre?). A nosotros nos daba igual con tal de que alguien nos llevase por fin. Se intercambiaron los conductores y sin más incidencias volvimos al hotel de Ao Nang, mucho más calmados y con la niña dormida entre el calor y la experiencia.
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En el tuk-tuk que nos recogió ¡menos mal!

Último día de playa y puesta de sol

Desde Ao Nang cogimos el longtail hasta la playa de Phra Nang sólo ida. El plan era volver después de las 18 pero así había que volver desde Railay porque desde Phra Nang el servicio de barcas termina a las 18. Después de esa ahora, además, la vuelta desde Railay es más cara (150 bath en vez de 100).

En Phra Nang pasamos lo que quedaba del día. Comimos, nos bañamos, vimos los preparativos para una boda en el resort aledaño, turistas con gorros de navidad y ¡muchos monos!. Sin duda fue un puente de diciembre singular.
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Preparativos de boda
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Recordatorio de que en alguna parte del mundo era navidad
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¡Monos!
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Más monos
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Puestos de comida
Para comer me tomé el último curry verde (el olor y el sabor enganchan, ojocuidao) y nos bebimos varios batidos de mango, coco y piña. Al principio los tomamos con hielo porque no nos dimos ni cuenta, los segundos fueron sin hielo por si acaso (y mucho menos refrescantes, claro). También tomamos nuestro último coco fresquito mientras veíamos la puesta de sol que, esta vez sí, se podía disfrutar en todo su esplendor.
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Ya eran las 18 y como el sol tardaba en ponerse decidimos coger el barco de vuelta a Ao Nang ya desde allí. En Ao Nang esperamos a que los últimos rayos se pusieran antes de marchar al hotel. El último día en Krabi nos regaló una puesta de sol espectacular, bonita y muy romántica. Me costó hacerme a la idea de que era nuestro último día allí y me costó dejar de mirar el precioso atardecer.
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Un masaje tailandés trascendental

Mientras Mr. Knook se quedaba en la piscina del hotel con la peque, yo me fui a probar el masaje tailandés. Justo cuando llegué no tenían sitio, pero me anotaron para un masaje completo para media hora después. Esperé en el hotel y al rato volví a bajar. 

El espacio estaba dividido en varias zonas en función de los tipos de masaje (pies, manos, cuerpo entero...). A la hora convenida me pasaron a una zona para lavarme los pies. La chica que me atendió era etérea, todos sus movimientos eran suaves y me lavó con una delicadeza increíble. Me ofrecieron unas zapatillas limpias, guardaron mis zapatos, y me condujeron a otro espacio más alejado y oscuro donde se encontraban las camillas para los masajes. Se trataba de un espacio totalmente rodeado de cortinas de color negras estampadas con estrellas de suelo a techo y una colchoneta a ras de suelo. Me señalaron la ropa para que me cambiara y me tumbara boca a abajo mientras mi masajista esperaba fuera. Una música muy relajante invitaba al descanso.
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Zona para la limpieza de los pies
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Masajes de pies
La chica me masajeó todo el cuerpo, empezando por los hombros y extremidades (manos, dedos, pies, piernas...) y siguiendo por la espalda. Creo que no quedó centímetro de mi piel que no tocara.  Primero parecía como que miraba si las articulaciones eran flexibles, si había tensiones...Si las encontraba las destensionaba haciendo movimientos a veces bruscos y algo dolorosos pero increíblemente placenteros también. Me masajeaba con sus manos, con sus dedos, con los codos, con los pies, se subió en mis espalda sin que apenas me pesase, me estiró y estalló todos los dedos de las manos y de los pies. Después me mando ponerme boca arriba y más de los mismo. De repente fue como reconciliarme con mi cuerpo y descubrir todos mis músculos y agradecer su trabajo. Salí de allí totalmente renovada y con el firme propósito de cuidar mi cuerpo mucho más. ¡Fue revelador!

Para terminar, me dieron una bebida que sabía a una mezcla entre colutorio y gominola. El masaje había durado una hora que valía su peso en oro. También hay masajes más largos, pero para probar fue la duración perfecta. 

Cuando salí Mr. Knook y la peque me estaban esperando con unas pizzas para cenar y otro helado de coco. Fue nuestra última noche en Krabi y no podía haber sido mejor.

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