En Semana Santa de 2023 decidimos hacer un viaje al norte para conocer Vitoria, la única ciudad que nos faltaba por conocer de País Vasco, y además acercarnos hasta Logroño y Pamplona que tampoco conocíamos. Iniciamos el viaje un sábado con la intención de pasar unos 6 días por la zona y a la ida paramos a medio camino para conocer Astorga.

No era la primera vez que estábamos en Astorga (de hecho, era la segunda) pero la anterior visita fue un poco frustrada porque no pudimos visitar la catedral ni el Palacio Episcopal porque no nos cuadró el horario. 

Llegamos a mediodía y hacía frío, así que tras aparcar el coche llamamos a algunos de los sitios recomendados en internet para comer cocido maragato. Tuvimos suerte y encontramos sitio en un restaurante típico que, al ser sábado, el cocido maragato era lo único que servía, así que fueron muy rápidos. Aunque a priori no era lo que nos apetecería la verdad es que estaba todo exquisito. Los garbanzos eran pura mantequilla y todo tenía un sabor buenísimo (Restaurante Las Termas: mi crítica en Tripadvisor aquí).

Después de comer hicimos fuimos a visitar la catedral, que se alza imponente en el centro de la antigua Asturica Augusta. La Catedral de Astorga es la sede episcopal de la diócesis, una de las más antiguas de españa. Comenzó a construirse en el siglo XV en estilo gótico, pero la fachada principal es barroca del siglo XVIII. Está compuesta por un cuerpo central ricamente ornamentado y dos torres cuadradas unidas por arbotantes al cuerpo central. Llama la atención su mezcla de colores. La torre izquiera es de arenisca gris, la de la derecha, arenisca roja y el cuerpo central es de piedra de Boñar color ocre. 

Pagamos la entrada, que incluía una larga audioguía a la que no hicimos demasiado caso porque no teníamos mucho tiempo. Aunque la cogimos porque nos la ofrecían, realmente la visita la hicimos por libre.

En el interior destaca la altísima bóveda de crucería estrellada, las vidrieras, capilla mayor, el coro, el trascoro... Vaya, que es igual de imponente por dentro que por fuera.

Como digo, tampoco nos paramos demasiado para no alargar el viaje y nos fastidió un poco porque daba para detenerse con calma. Lo que sí hicimos fue ir a la sala de las gafas de realidad virtual que nos lo habían recomendado encarecidamente en la taquilla. Pensamos que iba a ser una chorrada pero luego nos gustó mucho. Se hace un recorrido a vista de pájaro por dentro y por fuera de la catedral y es bastante impresionate. La primera vez parece que te vas a caer (por supuesto lo tuvimos que repetir más de una vez jajajaja). Se puede ver parte de la experiencia aquí.

Después nos acercamos al Palacio Episcopal o Palacio de Gaudí, aledaño a la catedral y pegado a la muralla. Se trata de un edificio neogótico -uno de los pocos que Gaudí realizó fuera de Cataluña- construido entre los siglos XIX y XX para substituir al antiguo y ruinoso palacio anterior. El obispo del momento era amigo de Gaudí, de ahí el encargo. Las obras estuvieron paradas varios años después de la muerte del obispo, por desacuerdos entre Gaudí y el nuevo cabildo. Al final el palacio nunca llegó a usarse como tal, sino que tras hacer las funciones de museo arqueológico primero y cuartel de la Guerra Civil después, se terminó convirtiendo en el museo que es hoy. 

La planta baja tiene un gran vestíbulo central y habitaciones de trabajo mientras que la planta noble acoge las dependencias obispales: capilla, salón del trono, comedor y despacho, todo magníficamente dispuesto y con decoración de cerámica. En ambas hay piezas religiosas que forman parte de la colección del museo dedicado al Camino de Santiago.

Planta baja,con detalle de vidrieras y decoración en cerámica de los nervios de las bóvedas

Capilla

Salón del Trono

Detalle de la bóveda del Salón del Trono

La capilla desde la segunda planta