Burdeos día 4: Cité du Vin

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 Cité du Vin

El último día en Burdeos lo pasamos en la Cité du Vin. Queríamos haber ido a Saint Émilion, la ciudad del vino, pero era incompatible con la salida del vuelo. Mi suegro quería ir sí o sí a la Cité du Vin, como gran amante del vino que es, y allá nos fuimos para darle el capricho, porque el resto de la comitiva ni bebe vino ni tenía mayor interés. Primero tuvimos que negociar con el hotel para que nos guardara las maletas, porque en un principio no ofrecían el servicio y no teníamos la estación ni consignas cerca. Al final accedieron, lo cual también complicaba un poco nuestro trayecto, ya que debíamos ir y volver del hotel al museo, recoger las maletas, tomar tranvía, bus y volver al aeropuerto.

Para llegar hasta el museo tomamos el Bat3, el transporte marítimo que mejor nos venía y que se inlcuye dentro de la red metropolitana de transporte  de Burdeos, la TBM. El día no acompañaba mucho y mi suegro no se sentía demasiado bien, no sabemos si por efecto de las ostras que se había tomado el día anterior. 
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En cualquier caso, intentamos disfrutar del trayecto hasta el museo siguiendo la fachada fluvial de Burdeos, de estilo Haussmann, y guardando en la retina el preciso puente de piedra y el caudaloso río Garona.
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Vimos el Puente Jacques-Chaban-Delman, puetne levadizo construido en 2012
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Y por supuesto, el moderno edificio de la Ciudad del Vino, que se construyó en 2015 en el antiguo puerto. Su diseño quiere recordar a una copa de vino.
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En su interior acoge una exposición permanente relacionada, evidentemente, con el mundo del vino. Hay parte histórica que recoge las primeras relaciones humandas con la vid y la producción del vino, el terreno, la exportación y el comercio. También hay actividades interactivas sobre los olores del vino, el color, las tendencias... También hay fragmentos de películas con el vino como protagonista, mesas puestas para un festión, etc. En general, no nos gustó mucho, había una parte de historia, sí, pero otra totalmente inventada para darle más caché al vino y rodearlo de una aura de elegancia y clase que no compartimos para nada.
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La parte final de la exposición tiene lugar en el último piso del museo, donde tienes derecho a degustar un par de vinos de entre los disponibles ese día gratuitamente con la entrada. Cada día ofrecen 15 vinos diferentes de varias regiones diferentes de todo el mundo. A los peques o abstemios les ofrecen zumo de uva ecológico.
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Zona de degustación, donde destaca el techo decorado con botellas
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Personal descorchando las botellas
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Mientras degustas el vino puedes pasar a la zona del mirador 360º
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Cuando salimos del museo estaba diluviando y decidimos buscar algún sitio donde comer. No tuvimos suerte y no había nada abierto en los alrededores. Preguntamos y nos recomendaron uno de los pocos sitios abiertos cercanos y allá fuimos. Llegamos totalmente empapados porque aún quedaba algo lejos. Al final pudimos comer mientras pasaba lo peor de la lluvia (Restaurante Le Riva) y al salir ya estaba despejado. 

Deshicimos el camino de nuevo hasta el museo y, como teníamos tiempo, volvimos al hotel andando por la orilla disfrutando el Quai des Chartrons. El ambiente era muy animado en ese momento, y había muchas tiendecitas originales para curiosear. 

Finalmente llegamos al hotel, recogimos las maletas y pusimos rumbo al aeropuerto primero en tranvía y después en autobús. Como a la ida, se hizo bastante pesado y lento el trayecto, pero llegamos sin problemas a nuestro avión con un muy buen sabor de boca de esta ciudad.

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