No tuve la suerte de tener unos padres que me llevasen a conocer mundo y, aunque lo hubieran hecho, probablemente ni me acordaría. Me subí por primera vez a un avión con 14 años, en la excursión de fin de curso del colegio. Quizá por eso viajar no me llamaba demasiado la atención hasta el día en que mis padres me regalaron un viaje al acabar la Universidad. Era el año 2006 y hasta ese momento no había salido fuera de España, con la excepción de Portugal claro, pero es que en Galicia lo tenemos al lado. El destino lo tenía clarísimo: Londres. Ese viaje despertó en mi el wanderlust alemán, ese deseo de conocer nuevos países y culturas, y a partir de entonces empecé a viajar cada año y a volverme una adicta a los viajes, hasta el punto de pasarlo mal cuando me quedo en casa un puente sin plan viajero.

Me ocupo de elegir el destino, planificar la ruta y chapar la guía, y lo hago encantada de la vida. Me encantan los idiomas y me gusta aprender las expresiones básicas del sitio a dónde viajo si no es muy complicado (esta regla me la salté con el árabe y el japonés) e incluso he hecho por mi cuenta cursos de francés, alemán y ruso para poder desenvolverme una vez allí (no todo va a ser inglés, ¿no?)

En la Plaza Roja, en Moscú.

Cuando viajo me gusta patear, mucho, muchísimo. Hemos llegado a estar andando 12 horas seguidas sin pausas para comer nada más que un currywurst de pie en CheckPoint Charlie. Me han timado de lo lindo en Marruecos y en Estambul, me he caído de la bici en Amsterdam, descubrí que era adicta al café en Lisboa, he visto unas puestas de sol preciosas en Venecia y en Egipto, me he sentido una más en Nueva York, he pasado la mejor Navidad de mi vida en Berlín y he tenido que contener las lágrimas en el Orangerie parisino. Hay muchos más sitios en mi lista, y todos los recuerdos de esos viajes los atesoro como si fueran mi mejor regalo, porque no creo que haya nada que sea mejor que viajar. A veces es fustrante, porque no tengo el tiempo ni el dinero para conocer todos los rincones con los que sueño. Más de una vez se me ha pasado por la cabeza eso del año sabático recorriendo mundo, y eso que yo soy más de hotel que de mochila... Me encantaría no tener reparos para dejarlo todo y perderme por esta inmensidad de planeta, pero entonces quizá yo ya no sería yo y por supuesto mi vida ya no sería ésta... ;)

Mr. Knook

Me encargo de las fotos y de la revisión de contenidos de este blog.

Yo tampoco tuve padres viajeros y el interés por viajar comenzó precisamente en aquel viaje a Londres del que habla Mrs. Knook arriba. Era la primera vez que subía a un avión, por lo que era prácticamente todo nuevo para mí e iba con cierta reticencia. Aún recuerdo llegar a Londres y sentirme insignificante mientras una marea de gente avanzaba hacia nosotros cual zombies en sentido contrario. La gente apenas entendía nuestra pronunciación (hemos mejorado mucho desde entonces), pateamos muchísimo, acabamos derrotados y estaba deseando volver a casa. Pero tras unos cuantos días de reposo, estaba deseando repetir.

A pesar de que me encanta viajar, apenas organizo nada, esa parte se la dejo a Mrs. Knook. Es ella la que decide fechas, destinos y rutas y yo me dejo llevar encantado. Me gusta disfrutar de la gastronomía local, y suelo reproducir aquellas recetas que más me gustaron de las probadas en el viaje al llegar a casa, porque soy el cocinero de la familia. Pastelas, syrnikis, msemmen o las patrias migas o el remojón son algunos de los platos que ya he importado a nuestro repertorio. No descarto abrir mi propia sección de recetas ;) Si en el desayuno hay buffet, tengo que probarlo todo o no me quedo contento, y probablemente después iré todo el camino quejándome de que desayuné demasiado xDDD.

De paseo por el Bósforo, en Estambul.