Pazos de Arenteiro día 1: Castro de San Cibrao de Las y Pena Corneira

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Castro de San Cibrao de Las

Los primeros meses de la segunda peque no nos trajeron viajes internacionales por culpa de la pandemia, pero sí, como hemos comentado anteriormente, un montón de viajes cercanos. En enero, a propuesta de nuestros amigos C. y F. nos fuimos a pasar un finde conociendo algunos sitios de la provincia de Ourense con ellos y nuestras respectivas proles (nuestras peques tenían 7 meses y 3 años en ese momento).

La primera parada del viaje fue el Castro de San Cibrao de Las, que nos pareció espectacular. Aledaño al castro se encuentra un centro de interpretación para profundizar en lo que era la vida castrexa o PACC (Parque Arqueolóxico da Cultura Castrexa). El PACC se puede ver antes o después de visitar el castro. Nosotros decidimos hacerlo después para poder aprovechar los rayos de sol de mediodía, porque aunque el día estaba despejado hacía bastante frío. De hecho, la parte del castro donde daba la sombra estaba todavía helada. 
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Avenida principal del castro con el centro de interpretación al fondo a la derecha

El Castro de San Cibrao de Las es uno de los más grandes de Galicia que estuvo ocupado entre los siglos II a.C al siglo II d.C. Sus habitantes pertenecían a la cultura castrexa, aunque contaban con un alto grado de romanización. Lo primero que llama la atención es la ancha avenida principal y la muralla que rodea todo el recinto, además de algunas casas de planta rectangular, más grandes que las típicas pequeñas y circulares originarias de esta cultura. Y es que, como hemos dicho, los romanos habían hecho acto de presencia.
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Avenida principal y casas de planta rectangular
El castro domina todo el paisaje porque está situado en una zona elevada y, más que un poblado, era toda una ciudad. Se cree que vivían en el unas 2.000 personas cuando lo habitual en los demás castros era no llegar a las 200. Es por eso también que se le conocía como "A Cidade", aunque realmente su nombre era Lansbrica.

Otra de las curiosidades de estre castro romanizado es que se encuentra todo muy ordenadito ¡sólo hay que ver esa avenida con las casas a los lados!. Cualquiera que haya visitado otros castros sabrá que más bien la norma era ir construyendo un poco sin ton ni son donde buenamente se pudiera, pero aquí está todo planificado. También la muralla es diferente, ya que el castro cuenta con hasta tres murallas que lo rodean y le sirven de defensa, porque es una zona rica en recursos pero difícil de defender.
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Muralla exterior
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Muralla interior
Aledaño al castro se encuentra un centro de interpretación para profundizar en lo que era la vida castrexa o PACC (Parque Arqueolóxico da Cultura Castrexa), en la que se pueden ver también antiguos restos encontrados en las excavaciones como colgantes, adornos, vasijas... 

La entrada al PACC no es gratuita pero ese día no recuerdo por qué no pagamos nada. Allí encontramos mucha información sobre la civilización castrexa, cómo vivían, qué hacían... Tenían una pequeña base de agricultura y ganadería, pero también recolectaban frutos del bosque, pescaban y aquí, fundamentalmente, se dedicaban a la minería. La exposición es muy interesante, aunque no pudimos profundizar lo que nos hubiese gustado porque los peques se cansaban.

Para comer, hicimos un picnic allí mismo con las cosas que habíamos traído de casa, ya que tienen habilitada una pequeña zona de merendero. También hay un restaurante, pero siendo enero no estaba abierto. A pesar del frío, fue una experiencia muy guay con los peques y lo disfrutaron mucho ¡fue su primer picnic!

Serra da Pena Corneira

Después de comer, así sin descansar ni nada para aprovechar mejor los días tan cortos, fuimos a la Serra da Pena Corneira, que está cerca del castro y es monumento natural de Galicia por su singular paisaje. Se trata de un conjunto de enormes rocas graníticas con particulares formas. Se puede acceder desde varios senderos, nosotros elegimos una ruta corta para no cansar a los niños.
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La subida está casi toda acondicionada por zonas delimitadas en el camino o pasarelas de madera. La naturaleza nos rodeaba aunque al ser pleno invierno todos los árboles estaban pelados. Sin embargo, el tiempo nos acompañaba, hasta nos pudimos quitar los abrigos.
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El paisaje era muy bonito y diferente, y fue muy agradable subirlo con los niños. Ellos se maravillaban con cada roca, cada hoja y cada palo que encontraban por el camino. Tiene que ser una delicia recorrerlo en otoño con los árboles de colores otoñales y pisando las hojas caídas. 
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Gracias a la curiosa orografía del terreno es un sitio fantástico para practicar bulder, una modalidad de escalada sin materiales, salvo una pequeña colchoneta que se pone debajo por si te caes. Efectivamente, vimos varias familias con dichos colchones en la zona del merendero, aunque en un primer momento ni Mr. Knook ni yo entendíamos para qué servían hasta que nuestro amigo C. se encargó de aclarárnoslo. 
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Una vez en lo alto del mirador las vistas eran espectaculares mirases donde mirases. El valle del Avia y toda la comarca de O Ribeiro se extendían a nuestros pies.
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Tras las fotos de rigor en lo alto del mirador y con el vértice geodésico de la cima, decidimos iniciar el descenso por otro lugar distinto al que habíamos subido. El camino entre pasarelas de madera por detrás de la montaña también fue muy chulo, y los niños se divirtieron cogiendo bugallos caídos de los árboles y lanzándolos.
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Para terminar nos dirigimos hasta el lugar donde dormiríamos esa noche (Aldea Rural Pazos de Arenteiro: mi crítica en Tripadvisor aquí) al que llegamos casi de noche. 
 

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