Portugal día 5: Santuario de Fátima y Aveiro

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Santuario de Fátima

Tras ponernos gochos en en el buffet desayuno del hotel hicimos el check-out y pusimos rumbo a Santiago. Nos esperaban unas 5 horas de viaje e íbamos a aprovechar para parar en algunos sitios que teníamos pendientes y que nos cogían de camino: El Santuario de Fátima y Aveiro.

El primer inconveniente de ese día fue el calor, acabábamos de estrenar julio y parecía que quería hacerse notar. Rondábamos los 34 grados y en el coche, obviamente, no lo notábamos, pero cuando nos bajamos en Fátima pensamos que nos derretíamos. Después de aparcar el coche nos dirigimos a la enorme explanada que acoge el Santuario de Fátima y la industria generada a su alrededor. Al frente se sitúa la Basílica del Rosario junto con la Capilla de las Apariciones. Es uno de los lugares de peregrinación más importantes del mundo cristiano, y eso se notaba por la enorme afluencia de fieles, devotos, turistas y curiosos en general. El Santuario y la advocación nacieron luego de que tres pastorcillos de la zona declarasen haber visto a la Virgen María en repetidas ocasiones en ese mismo lugar.
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Basílica del Rosario (centro) y Capilla de las Apariciones (izda.) desde el Recinto de la Oración.
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La Cruz Alta (izda.) y la escultura "Suspensión" un rosario gigante de la artista Joana Vasconcelos.
Nuestra misión allí era dar gracias por los "milagros" concedidos. Yo no soy religiosa, pero mi suegra había pedido por mi y por mi oposición y vistos los resultados conseguidos, mejor no protesto por si hubo intervención divina ;) Hay muchas iglesias y capillas en el recinto, nostros fuimos a la
Basílica de la Santísima Trinidad, ya que intentar entrar en la Basílica del Rosario era imposible por la afluencia de gente.
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Interior de la Basílica de la Santísima Trinidad

Aveiro

Poco más aguantamos en Fátima, el calor era abrasador. Nos volvimos al coche y pusimos rumbo hacia Aveiro, la llamada "Venecia portuguesa", aunque lo primero que hicimos fue parar a comer algo porque ya se había hecho tarde para el horario portugués. Como el coche lo aparcamos cerca del centro comercial Forum, ya aprovechamos para comer allí (Restaurante Serra da Estrela: mi crítica en Tripadvisor aquí). El centro comercial era bastante original, ya que se encuentra al aire libre y es muy luminoso.
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Centro comercial Forum
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Comida típica 
Tras comer paseamos por Aveiro y ya pudimos ver algunos de sus canales y las famosas escaleras.Sin título
Entramos en la Catedral de Aveiro, situada en un antiguo convento dominico y con un interior donde domina el blanco, la luz y los azulejos.
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Exterior de la catedral
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Interior de la catedral
Ya por fin pusimos rumbo a la zona más turística de la ciudad, los canales. La zona vieja de la ciudad, la llamada "Beira Mar" es el antiguo barrio de pescadores y la zona más animada. Se pueden encontrar interesantes edificios de distintos estilos arquitectónicos y pequeñas placitas con terracitas.

Los canales nacen de la ría y son básicamente cuatro. Mucha gente se desilusiona al ver que son tan poquitos, pero a mi me gustaron mucho porque tiene un aire bastante romántico, aunque, eso sí, ni de lejos se acerca a mi querida Venecia. Una de las actividades turísticas preferidas es dar un paseo por los canales en los moliceiros, los barcos típicos de la zona. Yo me quedé con muchas ganas de hacerlo, pero el paseo dura sobre 1 hora y se nos hacía tarde.
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Moliceiro por los canales de Aveiro
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Canales de Aveiro

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Embarcadero con la información sobre paseos en moliceiro
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Canales de Aveiro y el moliceiro detrás de esa chica plasta que joroba las fotos xD
Regresamos al coche por entre las calles del centro de la ciudad, y paramos a comprar algún recuerdo gastronómico mientras nos refrescábamos en una terraza.
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En la mayoría de las terrazas te ofrecían algún producto típico. En donde nosotros paramos nos pusieron un licor, un pastel de nata, los famosísimos ovos moles de Aveiro (un dulce relleno de huevo hilado) y raivas (unas galletitas de almendra).
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Después de esta corta parada en Aveiro retomamos rumbo a casa, con ganas de volver otro día y descubrir con más calma la ciudad.

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