Viena día 5: Excursión a Bratislava

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De Viena a Bratislava

Nuestro último día de viaje decidimos cambiar de país y acercarnos hasta Bratislava, la capital de Eslovaquia, aprovechando que se encuentra a apenas una hora de Viena. De hecho, son las dos capitales europeas que se encuentran más próximas entre sí. La opción más comunes para hacer el trayecto es en tren o bien en barco por el Danubio. La opción barco es más cara y un pelín más larga, pero en verano seguro que es mucho más bonito. Nosotros, con el frío que hacía, decidimos ir a lo práctico y coger el tren, que salía desde la Wien Haupbahnhof, la estación central de Viena. [Tip: Para llegar hasta allí en metro la parada no se llama, como podía esperarse, Wien Haupbahnhof, sino Südtiroler Platz.]
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Estación central de Viena

La estación es muy moderna, y los tickets se pueden comprar fácilmente antes de entrar en las vías, en taquillas o en las máquinas. Nosotros las compramos en las máquinas, que no había cola, y como todos los menús (el del metro incluido) están en castellano, no tuvimos ningún problema. Los billetes ida y vuelta nos costaron 16€. Después sólo tuvimos que localizar el primer tren que salía dirección Bratislava y la vía en la pantalla. Sabíamos que salían prácticamente cada hora y, aún así, nuestro timing resultó bastante bueno, porque eran las 10:00 y el siguiente tren era el de las 10:20. Cuando localizamos la vía el tren ya estaba allí parado, así que nos subimos y nos acomodamos mientras esperábamos. Que la estación tuviera wi-fi gratuito ayudaba a pasar el tiempo.
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Tabla con las frecuencias de los trenes dentro del vagón. A partir de las 18:00 la frecuencia pasa a ser cada dos horas.

Bienvenidos a Eslovaquia

El viaje en tren transcurrió sin novedad y llegamos a Bratislava hlavná stanica, la estación central, a las 11:27. Cuando bajamos, nos encontramos una estación bastante cutre pero con cierto encanto, con un enorme letrero que nos daba la bienvenida a Eslovaquia. 202 - Bratislava Pero lo primero que hizo Mr. Knook al llegar fue mirar en las máquinas expendedoras si vendían Kofola, la Coca-Cola comunista, y, efectivamente, allí estaba (más sobre esto más adelante)
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Kofola, la Coca-Cola comunista
La estación no estaba muy lejos del centro, así que decidimos ir andando -sí, a pesar de mi rodilla, pero con la rodillera y el buen tiempo el dolor era menor-. Lucía el sol y por fin estábamos a temperaturas positivas. Los alrededores de la estación ya empezaron a mostrarnos una imagen clara de lo que era Bratislava: una ciudad mucho más amigable y paseable que Viena. A esas horas apenas había gente por la calle todavía.
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El primer sitio que nos encontramos fue el Parque de Grassalkovich, un parque público muy popular que se encuentra detrás del Palacio Grassalkovich. La verdad es que daban ganas de adentrarse y dar un paseo por los jardines, pero preferimos no perder tiempo y aprovechar las horas de sol para ver el centro y volver después si teníamos tiempo. Una pena, porque cuando volvimos era de noche y el parque apenas estaba iluminado, así que no lo pudimos ver.
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Jardines de Grassalkovich

Palacio Grassalkovich y pequeña historia de Eslovaquia

Precisamente el Palacio Grassalkovich fue lo que vimos justo después. Este palacio es actualmente la residencia del Presidente de Eslovaquia. Antiguamente era la residencia de verano del Conde húngaro Grassalkovich. Y es que Bratislava perteneció primero al Reino de Hungría, y posteriormente al Imperio Austro-Húngaro. De hecho llegó a ser la capital de Hungría, y fue en esta ciudad donde se coronaron muchos reyes húngaros. Tras la IGM nació el país llamado Checoslovaquia, que en la IIGM fue ocupado por los nazis y liberado por el ejército rojo en 1945. El Partido Comunista gobernó hasta la Revolución de Terciopelo, a partir de la cual el país empezó a abrirse al capitalismo. En 1993 la antigua Checoslovaquia se escinde en dos estados, la República Checha y la República Eslovaca, en un proceso sin violencia que se conoce como "el divorcio de terciopelo".207 - Bratislava

Puerta de San Miguel

Seguimos bajando la calle hasta llegar a la Puerta de San Miguel (Michalská brána). Esta puerta data del siglo XIV, y es una de las puertas de la muralla que antiguamente rodeaba la ciudad. Dentro hay una sección del Museo de la ciudad, y un mirador. Nosotros no entramos, nos contentamos con verla desde abajo:
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La torre vista desde el puente de entrada
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La Puerta de San Miguel y la torre, de 51 metros.
Al lado de la torre se encuentra la que dicen que es la casa más estrecha de Europa. Yo no se por qué que nunca me creo estas cosas. Me suena que en Amsterdam nos habían dicho algo similar...
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¿De verdad es esta la casa más estrecha de Europa y no un reclamo para turistas?
Justo debajo de la Puerta de San Miguel se encuentra el kilómetro cero de Eslovaquia, que reflejaba las distancias a las principales ciudades europeas.
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Al atravesar la puerta entras de lleno en el casco antiguo (Staré Mesto) de Bratislava, en concreto en la calle Michalska. Esta calle estaba llena de tiendas y restaurante que ofrecían platos típicos a un precio muy asequible. 214 - Bratislava

Hlavné Naméstie, la Plaza Mayor

Un poco más adelante topamos con la Hlavné Naméstie, la Plaza Mayor. Presidiendo la misma se encuentra el bonito edificio del antiguo Ayuntamiento (Stara Radnica). El edificio data del siglo XV, y hoy en día alberga el Museo de la Ciudad. Llama la atención su torre y las tejas del tejado, de varios colores:
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El antiguo ayuntamiento, presidiendo la plaza.
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Detalle de la decoración del tejado del ayuntamiento.
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Torre y tejado del ayuntamiento, por la parte de atrás.

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Pate trasera del ayuntamiento
Pero no sólo destacaba el ayuntamiento, toda la plaza estaba rodeada de edificios muy bonitos,  de diferentes colores y estilos:
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Había también varias estatuas. De hecho, es difícil caminar por Bratislava y no encontrarse alguna escultura, a cada cual más sorprendente.
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Soldado napoleónico
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Soldado de guardia, en su caseta.
Detrás del ayuntamiento se encuentra el Palacio del Primado, construido en el siglo XVIII como residencia de invierno del arzobispo.
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Palacio del Primado

Iglesia de Santa Elizabeth

Allí al lado encontramos una oficina de información turísitca, y entramos a pedir un mapa. Hasta entonces habíamos estado caminando sin una orientación clara, y nos vino bien para centrarnos en lo que queríamos ver. Desde allí pusimos rumbo a la Iglesia de Santa Elizabeth o la Iglesia azul, construida a principios del s. XX en estilo modernista. No pudimos acceder al interior porque estaba cerrada, pero al menos pudimos atisbarlo entre los barrotes.
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Iglesia de Santa Elizabeth, apropiadamente apodad Iglesia azul.
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Interior de la Iglesia azul.

Callejeando por Bratislava

Después paseamos por las distintas calles, que nos gustaron mucho.  En una de ellas nos encontramos con una de las estatuas más famosas, "Rubberneck", también llamada "Man at work", o el hombre saliendo de una tapa de alcantarilla.
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Edificio del Teatro Nacional Eslovaco

Castillo de Bratislava

Sin embargo el callejeo tenía un rumbo, el Castillo de Bratislava. El castillo se encuentra en lo alto, así que hay que subir un poco hasta llegar hasta él. La rodilla, que hasta entonces me había dado un descanso, empezó a hacerse notar. Para cuando empezamos a subir, el buen día que hacía había desaparecido y se estaba empezando a nublar.
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Cara de cansancio acumulado y dolor de rodilla.
Prácticamente al inicio de la subida te encuentras con las Casa del Buen Pastor, de estilo rococó y que hoy en día alberga un museo de relojes. Llama la atención también por su estrechez.
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Casa del Buena Pastor
Cuando llegamos al castillo Mr. Knook se indignó bastante. "¡Si esto está recién construido!" Y no le faltaba razón. El original se construyó en el siglo XV y vivió su época de mayor esplendor durante el reinado de María Teresa. Pero en el siglo XIX un incendio destrozó gran parte del edificio, que se reconstruyó a mediados del siglo XX. El interior del castillo acoge el Museo Nacional de Eslovaquia, pero la verdad es que su interior no llamaba demasiado la atención y nos abstuvimos de visitarlo.
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Castillo de Bratislava
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Lo que si nos gustaron fueron las vistas, ya que el castillo se encuentra en lo alto de una colina y cuenta con una preciosas vistas al Danubio y a la ciudad.
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Del otro lado del río, la estructura que más llama la atención es el Puente Nuevo (Novy Most) y el enorme mirador-restaurante que parece un platillo volante. Cruzando el puente se encuentra el barrio de Petrzalka, levantado en los años 60 y cuyos modernos edificios contrastaban con los que habíamos visto en el centro.
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Del lado más cercano podíamos ver el casco histórico de Bratislava, con la Catedral en primer plano:
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Catedral de Bratislava

Bajando del castillo nos fuimos a visitar la Catedral. La Catedral de San Martín fue el lugar de coronación de los soberanos húngaros. El exterior es bastante sobrio, y el interior también. Apenas sí destaca una vidriera, pero poco más.
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Interior de la catedral
Una de las cosas que más nos llamaban la atención, es que en todas las iglesias (tanto en Bratislava como en Viena), no faltaba el tradicional abeto navideño.
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Abeto en la catedral
Cerca de la Plaza Mayor también visitamos la Iglesia de los Franciscanos, de la que sólo tenemos foto del interior:
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Interior de la Iglesia de los Franciscanos

Gastronomía eslovaca

Salimos de la zona del centro para llegar hasta el sitio donde íbamos a comer. Las calles se volvían más anchas, y las señales del tranvía estaban por todas partes.
254 - Bratislava 256 - Bratislava Para comer nos fuimos a un sitio muy recomendado en las guías (Slovak pub: mi crítica en Tripadvisor aquí). Era un sitio con bastante encanto, aunque un tanto oscuro. Según decían, la decoración era la típica de los antiguos pubs eslovacos.
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La carta era bastante extensa y todo nos llamaba la atención. Aunque al final nos pudo más nuestro deseo de probar la comida más típica del país, y nos decantamos por los platos más tradicionales.

Para beber hubo que pedir la Kofola, la Coca-Cola comunista que se empezó a fabricar para dar salida a los excedentes de cafeína procedentes del tostado del café. La bebida se volvió muy popular durante los años 60, ya que era la sustituta de la Pepsi y la Coca-Cola, cuyos precios eran muchos más caro que la bebida local. La jarra que nos pusieron era enorme (de hecho, yo no la podía sostener con una sola mano), y sabía parecido a la Coca-Cola aunque un pelín más suave y con menos gas.
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Para comer optamos por las sopas: Cesnaková polievka krémová v bochníku posypaná syrom (o lo que es lo mismo, sopa de ajo en pan) y Kapustnica s klobásou a kyslou smotanou (sopa de chucrut con salchicha).
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Sopa de ajo-pan-queso
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Sopa de chucrut
De segundo pedimos el "plato eslovaco para 2", que se componía de varias pastas (halusky y pirohy) con el queso típico (llamado Bryndza), repollo y bacón. En concreto era bryndzové halušky, bryndzové pirohy, kapustové strapačky, o lo que es lo mismo, pasta con queso, pasta con repollo y pasta rellena de queso.
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Pirohy rellenos de queso bryndza (en el medio) y halušky con queso y bacon (abajo)
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Halušky con repollo y bacon
La ración era enorme para los dos, y a duras penas pudimos acabarla. Al final estábamos tan llenos que pasamos de postre, aunque las opciones que ofrecían no estaban nada mal.

Cuando salimos del restaurante era ya de noche. Hubiésemos querido que el día fuese un pelín más largo para que nos hubiese dado tiempo a acercarnos a otros sitios interesantes como el Memorial de Slavin, un cementerio y memorial dedicado a los soldados soviéticos caídos durante la IIGM. Siendo como era ya noche cerrada, preferimos pasar los últimos momentos paseando por la ciudad, que nos había gustado muchísimo.

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Al final cogimos el tren de las 17:43 de regreso a Viena, pero con bastante pena, porque Bratislava nos había encantado. Una vez de vuelta en Viena nos acercamos hasta el Prater, el parque de atracciones. La atracción más famosas es la noria (riesenrad), una de las primeras norias del mundo. Se construyó para conmemorar los 50 años de reinados del emperador Francisco José. Esta zona está muy animada en primavera y verano, pero en invierno no tanto. Cuando nosotros llegamos, a las de 19:30, apenas había gente, y eso que era sábado. Aún así, el parque tenía cierto aire entre melancólico y abandonado que nos gustó mucho, y fue de esta forma como nos despedimos de la ciudad.
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Cuando volvimos al hotel dimos cuenta de uno de los postres que habíamos comprado en Bratislava, unos Bratislavské rožky, que eran unas pastas rellenas de semillas de amapola unas y nueces las otras.
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Bratislavské rožky
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Bratislavské rožky, rellenos de nuez picada.
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Bratislavské rožky, rellenos de semillas de amapola.

Volando a casa

Al día siguiente por la mañana volábamos a casa sin mayor novedad que la de ver en el aeropuerto una tienda de PEZ y descubrir que es una marca austríaca: 188 - En el aeropuerto y avión 189 - En el aeropuerto y avión Y sobrevolar los Alpes nevados al volver,  con una tripulación muy maja que nos iba diciendo dónde nos encontrábamos en todo momento. 190 - En el aeropuerto y avión 191 - En el aeropuerto y avión

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