Nuestro último día en Salamanca y aunque sólo teníamos medio día (nos marcharíamos después de comer) nos quedaban muy cosas cosas que ver así que nos lo tomamos con calma. Hicimos el check-in en el hotel y dejamos las maletas en el coche.
La primera parada fue el Convento de las Úrsulas. Allí estábamos a la hora de apertura pero no estaba abierto. Más gente vino pero se iba al encontrarse la puerta de la iglesia cerrada. La puerta del convento estaba abierta y ni cortos ni perezosos llamamos a las monjas que a través del torno nos dijeron que vendrían a abrir enseguida. Después de casi 15 minutos esperando y al ver que no venía nadie volvimos a llamar. Salió una monja viejita que nos dijo que volvía a avisar, que eran muy poquitas y que no se debían de haber enterado. Al fin 10 minutos más tarde salió una monja todavía más vieja que la anterior y nos abrió la puerta de la iglesia. Nos pidió 2€ por la entrada al museo donde se exponen algunas obras de diversos artistas que nos llamaron demasiado la atención. Estábamos saturados ya de arte sacro. El museo era muy pequeñito pero las monjas lo tenían bien organizado con folletos en un montón de idiomas, que iban repartiendo según la nacionalidad del visitante. Alguna hasta hablaba alemán.
Después visitamos la iglesia, donde se encuentra el sepulcro de Alonso II de Fonseca, arzobispo de Santiago de Compostela. Tras haber participado en unas revueltas y condenado a prisión en Noia se intercambió la sede con su tío Alonso I, arzobispo de Sevilla. Cuando su tío quiso volver a Sevilla su sobrino se negó y de ahí viene el dicho "el que se fue de Sevilla perdió su silla". Lo que se aprende viajando, eh? :)
Ni en el museo ni en la iglesia nos dejaron hacer fotos pero al irnos nos dieron una foto/postal de recuerdo.
Un desayuno delicioso, una visita al convento y un paseo por la orilla del río
Para desayunar nos fuimos hasta la Rúa Mayor, directos a la Croissantería París (Croissantería París: mi crítica de Tripadvisor aquí) cuya especialidad son los croissants rellenos y de la que habíamos visto críticas muy positivas. El local es muy pequeñito y dentro apenas hay un mostrador y una mini barra para tomar un café, pero los croissants son exquisitos y el dueño es muy majo. Como nos vio cara de nuevos nos recitó cantando todas las variedades de croissantes rellenos que había: bacon, pollo con dátiles, provolone, chocolate con diversas frutas (plátano, fresas, etc), chocolate blanco, chocolate con nueces, mermelada y queso de cabra... Las napolitanas y las palmeras también tenían un pinta buenísima. Al final pedimos un croissant relleno de provolone y uno de chocolate con nueces y estaban deliciosos. Nos lo tomamos al calentito dentro del local junto con un café. Al acabar, no nos pudimos resistir y pedimos también una palmera de chocolate, que nos fuimos comiendo por el camino.La primera parada fue el Convento de las Úrsulas. Allí estábamos a la hora de apertura pero no estaba abierto. Más gente vino pero se iba al encontrarse la puerta de la iglesia cerrada. La puerta del convento estaba abierta y ni cortos ni perezosos llamamos a las monjas que a través del torno nos dijeron que vendrían a abrir enseguida. Después de casi 15 minutos esperando y al ver que no venía nadie volvimos a llamar. Salió una monja viejita que nos dijo que volvía a avisar, que eran muy poquitas y que no se debían de haber enterado. Al fin 10 minutos más tarde salió una monja todavía más vieja que la anterior y nos abrió la puerta de la iglesia. Nos pidió 2€ por la entrada al museo donde se exponen algunas obras de diversos artistas que nos llamaron demasiado la atención. Estábamos saturados ya de arte sacro. El museo era muy pequeñito pero las monjas lo tenían bien organizado con folletos en un montón de idiomas, que iban repartiendo según la nacionalidad del visitante. Alguna hasta hablaba alemán.
Después visitamos la iglesia, donde se encuentra el sepulcro de Alonso II de Fonseca, arzobispo de Santiago de Compostela. Tras haber participado en unas revueltas y condenado a prisión en Noia se intercambió la sede con su tío Alonso I, arzobispo de Sevilla. Cuando su tío quiso volver a Sevilla su sobrino se negó y de ahí viene el dicho "el que se fue de Sevilla perdió su silla". Lo que se aprende viajando, eh? :)
Ni en el museo ni en la iglesia nos dejaron hacer fotos pero al irnos nos dieron una foto/postal de recuerdo.
Torre del convento de las Úrsulas |